La tragicomedia montada por la Fed y sus protagonistas

Y así ha transcurrido este verano, con esta telenovela de si se dan las condiciones para que la Reserva Federal de Estados Unidos pegue otro apretón monetario en septiembre o no.
Economía -

CIUDAD DE MÉXICO.- La Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) pareciera que se ha convertido, en estos días, en un mar de confusiones. Pero a nosotros nos parece que juega, de manera premeditada, al equívoco. Su mensaje es que está muy dividida. Así quedó reflejado, de manera expresa, en las minutas de la última reunión del Comité de Mercado Abierto de la Fed (FOMC por sus siglas en inglés). En dicha junta, en la de julio, la Fed decidió dejar la tasa de referencia sin cambios en su actual nivel de entre 0.25 y 0.50%. Sin embargo, hubo una disidente, la presidenta de la Fed de Kansas City, Esther L. George, que preferiría haber aumentado las tasas en esa misma reunión.

Ahora bien, las minutas mostraron una escisión dentro del FOMC más profunda que la mera disidencia de Esther L. George.  Al parecer, otro miembro del FOMC también abogó por aumentar las tasas en julio, si bien debió ser de los que no votan en esta ronda de reuniones. Además, otros miembros con poder de voto creen que las actuales condiciones económicas ameritan un incremento en las tasas “pronto”.

Todos están de acuerdo en dos cosas: uno, que hay que reanudar el proceso de aumentar las tasas. Esto es así porque cada vez la economía se acerca más a los objetivos de crecimiento, empleo e inflación de la Fed. Y dos, que en tanto lo permitan los indicadores referentes a los precios al consumidor, ese proceso hay que llevarlo de manera “gradual”. Sin embargo, “gradual” lo entiende cada uno a su manera, y no se ponen de acuerdo en el calendario. Para uno, “gradual” es subir ya mismo, en la primera oportunidad que se les presente, en la reunión de septiembre. Para otros, “gradual” significa una menor presteza, estar más seguros de que la economía y el empleo crecen de manera firme y que la inflación se dirige al objetivo de 2%, por lo que hay espacio para esperar un poco más, quizás hasta diciembre. 

Y así ha transcurrido este verano, con esta telenovela de si se dan las condiciones para que la Fed pegue otro apretón monetario en septiembre o no. Se esperaba que en el simposio de Jackson Hole, ya con el verano prácticamente finiquitado, la presidenta de la Fed, Janet Yellen, aprovechara su discurso para cerrar esta miniserie veraniega. Pero no fue así, y se convirtió en un capítulo más cuidadosamente orquestado.

Entre palomas y halcones

No, la presidenta de la Fed Janet Yellen, una “paloma” redomada, complaciente con los mercados y con una clara querencia a no estresar a los inversionistas con una subida precipitada, no dio síntomas de premura. Sin mencionar una fecha, se limitó a decir que el escenario para un alza de tasas se ha “fortalecido en los meses recientes”. Nada de lo que espantarse. Si hubiera querido mostrar urgencia, le habría bastado con citar el mes de septiembre para que todo quedara claro. Pero ella es muy cuidadosa: es la presidenta y la reacción del mercado habría sido imprevisible. Así que los inversionistas agradecieron las palabras de Yellen con alzas en las bolsas, descensos en las tasas de interés de los bonos, debilidad del dólar, y menores probabilidades de una subida de tasas en lo que resta del año.

Pero apenas estaban digiriendo los mercados el mensaje de Yellen, cuando apareció su mano derecha, el segundo personaje más poderoso de la Fed, el vicepresidente Stanley Fischer. Y vino a aplacar los mercados, a hacer una relectura de lo dicho por Yellen. Lo que nos vino a decir fue que los comentarios de su jefa eran compatibles con la posibilidad de un aumento de tasas por parte de la Fed en septiembre, e incluso con la posibilidad de dos subidas de tasas antes de que acabe el año. Bastó decir eso para enfriar la euforia que había detonado el discurso de Yellen y revertir la tendencia de los mercados.

De modo que el juego continúa, esa estrategia de desorientar al mercado. La Fed es una institución laberíntica que le permite actuar con esa ambigüedad, y los papeles parecen meticulosamente repartidos para dirigir los designios del mercado con esmero y minuciosidad. Está constituida por un Consejo de Gobernadores, con siete miembros entre los que cuenta el presidente y el vicepresidente de la institución, y doce bancos regionales, cada uno con su presidente.  Todos ellos acuden al FOMC, pero no todos votan: lo hacen los siete miembros del Consejo de Gobernadores, y cinco presidentes regionales, de los cuales uno es permanente, el de la Fed de Nueva York. Los restantes cuatro van rotando.

En las últimas semanas ha quedado muy claro quiénes son las “palomas”, aquellos que usan un lenguaje más suave, y los “halcones”, con declaraciones más agresivas. Entre los primeros está, desde luego, Janet Yellen. De siempre ha planeado sobre los mercados con docilidad, con alas de paloma. En el lado opuesto, está siempre la rapacidad de Esther L. George, uno de los votos rotatorios de este año, que durante el 2016 ha disentido del resto del FOMC en tres ocasiones (marzo, abril, y julio). 

En medio ha surgido un nuevo halcón, y nada desdeñable: el poderoso presidente de la Fed de Nueva York, William Dudley, quien se ha quejado de la complacencia de los mercados, y les ha advertido que no estén tan seguros de que la Fed ya haya desechado la posibilidad de una subida de tasas en septiembre.   

Finalmente hay dos con un lenguaje más volátil. Según el día, con un ojo siempre en los mercados, baten las alas como palomas o surcan los cielos como halcones.  Uno de ellos es el vicepresidente Stanley Fischer. El otro es el presidente de la Fed de San Luis, James Bullard. Si los mercados andan alicaídos, mutan en dúctiles palomas; si eufóricos, se transfiguran en ariscos halcones. Así lo hicieron el viernes tan pronto percibieron que las bolsas se desbocaban tras el discurso de Yellen.

Sin embargo, todo parece una estrategia estudiada, equilibrada. Seguimos dudando que la Fed suba las tasas antes de diciembre, en tanto se dirima la presidencia del país. Pero también se resisten a que una euforia desmedida se asiente en los mercados y siga elevando a Wall Street, en estos días de récord, a nuevas alturas, amenazando con un futuro “crash” que destruya la actual estabilidad financiera. Por eso los halcones asoman sus cabezas de repente, con el afán de medir milimétricamente a la bolsa de Nueva York.

Dato definitorio

Por supuesto, la Fed se puede ver más comprometida aún el viernes que viene, cuando se publique el supremo dato de empleo. Será para el mes de agosto, y se estima que la nómina no agrícola aumente en 180,000 trabajadores, por debajo de los 255,000 empleos creados en julio.  Lo peor que puede pasar es que el dato sorprendiera de nuevo con un número más alto de lo previsto, en torno a los 200,000 o por encima. O que se hicieran más evidentes las presiones salariales ante un mercado laboral cada vez más apretado.

De ser así, se escalará la presión para cumplir con su amenaza de aumentar las tasas en septiembre. ¿Qué argumentará para excusarse? Posiblemente, el comportamiento aún benigno de la inflación y sobre todo un PIB que se ha expandido a una tasa muy débil durante la primera mitad de año. Eso sí, servirá para que la Fed deletree a los mercados financieros que un alza de tasas vendrá antes de que acabe el año y lo incorporen sin sobresaltos en las valuaciones.

*Director de llamadinero.com y profesor de la Facultad de Economía de la UNAM

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