Rodrigo Pérez-Alonso

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Rodrigo Pérez-Alonso

21 Sep, 2016

Personalizar el terrorismo

Nueva York. La ciudad donde se mezclan cientos de nacionalidades, razas, creencias, ideologías y sentimientos a diario. Tradicionalmente un lugar de encuentro multicultural y quizás donde se escuchan más idiomas en un mismo lugar del mundo. El sábado vivió de nuevo uno de sus episodios más oscuros, bajo la sombra de la radicalización de las ideas y religiones.

Quizás Londres ha sido la única ciudad de occidente que ha sufrido tan relevantes y similares atentados terroristas. Nueva York vivió el cambio de paradigma bélico más significativo de la historia de EU con el atentado que derribó las Torres Gemelas en 2001. Ahora vive en estado de vigilancia latente y sospecha constante, percatada de que su significancia histórica y estratégica la hacen ideal para cualquier nuevo atentado.

Justamente esto es lo que sucedió este sábado pasado. Un joven de origen afgano intentó perpetrar un atentado contra la población civil de Nueva York. Por coincidencia y azares del destino, es la segunda vez que me toca vivir un episodio de esta naturaleza en forma directa; primero en un avión transatlántico desviado a otro país porque un pasajero estaba en la lista negra de terrorismo y ahora otro episodio este sábado. Sin embargo, el de hace unos días fue quizás el más significativo.

De viaje para atender una conferencia, visité Nueva York por algunos días. El sábado aproveché para ir a una obra de Broadway y al regreso a mi hotel me topé con una creciente cantidad de policías, sirenas, calles bloqueadas y un sentido de emergencia en el aire. Al acercarme al hotel en el que me hospedaba, pude pasar por donde explotó una de las tres bombas y vi de cerca los daños que hizo a un lado de un restaurante de comida rápida. De acuerdo con los reportes oficiales, no había, por suerte, ningún herido de gravedad. Todavía se podía transitar en varias calles sin problema.

Al acercarme aún más al hotel, la policía y bomberos bloquearon por completo la calle donde se éste se encontraba y varias cuadras alrededor. Sin ninguna información, esperé en un restaurante cercano hasta las 3:30 AM, pensando que no podría dormir en el hotel y buscando alternativas. Sin embargo, a esa hora la policía nos avisó que sí podríamos ingresar al inmueble, una vez que no había más peligro. Para mi sorpresa, uno de los dispositivos explosivos fue depositado justo enfrente del hotel, por lo cual la policía había maniobrado por horas para desactivarlo y llevarlo en forma segura a un centro de investigaciones.

Al ingresar al lobby me encontré como en una escena de película; lleno de agentes antiterrorismo, agentes de la policía y del FBI. Todo fue muy rápido y sin mayor tiempo para digerir lo que había pasado. Lo cierto es que los huéspedes que se habían quedado en el hotel fueron ordenados de mantenerse alejados de las ventanas. Mi cuarto tenía vista directa a la calle y al lugar donde estaba la bomba.

El lunes, antes de regresar a México, decidí visitar el lugar donde estuvieron las Torres Gemelas. Leí los nombres de los caídos en esos atentados y recordé cómo la vida se puede ir en un segundo, con la determinación de una idea llevada al extremo. En esta ocasión, un episodio como el que me tocó vivir este sábado volvió más personal la deplorable experiencia del terrorismo. 

*Socio de www.techonomics.mx

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