Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

29 Sep, 2016

¿Qué fue de México en el debate? Lo que debió ser: casi nada

Grande fue la decepción para nuestros expertos cuando, terminado el debate de este lunes por la noche, el papel de México en lo que se refiere a su relación con Estados Unidos, fue prácticamente un tema de relleno, segundón.

Ellos, desde hace semanas, pronosticaban algo diferente; sus análisis llevaron a algunos ingenuos que aún confían en sus capacidades analíticas, a pensar que nuestro país sería llevado al altar de los sacrificios este lunes. Sin embargo, si volviéremos a ver el debate, no únicamente concluiríamos que nuestros expertos y sus análisis resultaron todo un fiasco con sus juicios apocalípticos pues México fue, para decirlo suavemente, un tema de tercera importancia.

México, nos negamos a entenderlo y aceptarlo, no ocupa el primer lugar en la lista de problemas que preocupan y ocupan a Estados Unidos en la geopolítica actual; quizás equivocadamente, pero es la realidad. Es más, esto es así desde hace muchos años; otra cosa es, evidentemente, lo que se dice en las reuniones con los correligionarios.

Este lunes, frente al adversario, las cosas fueron diferentes. Ahí, ya no se está en la plaza pública sino ante más de 80 millones de estadunidenses y, más importante aún, ante los que observaban y escuchaban en casi todo el mundo. En ese espacio privilegiado, debimos enfrentar la realidad: Para Estados Unidos, somos algo menor y, si quisiéremos vernos como problema, también somos lo mismo. ¿Problemas reales y prioritarios? Irán y el acuerdo nuclear alcanzado con él; la República Popular China y su alianza político-militar con Rusia. Esos son problemas, no frivolidades de sedicentes expertos. 

Ante el debate, ¿qué han hecho nuestros especialistas? Primero, no reconocer que se equivocaron; segundo, realizar maromas verbales –dignas de lo mejor del Circo Atayde–, para tratar de justificar y esconder un fracaso analítico de antología.

Uno de ellos, en el colmo de la soberbia, utilizó como argumento para probar que México fue crucificado en el debate, que la décima palabra de Trump fue México. ¡Brillante argumento! ¿Y de haber sido la undécima, qué habría significado ese lugar?

Repito pues, México no fue, ni de lejos, actor principal en el debate; las menciones de él y esa tontería que robamos empleos, no pasa de ser una frase de Trump para la plaza pública. Ahora bien, si revisáremos lo dicho por la señora Clinton, México tampoco es su prioridad número 1. 

Por otra parte, ¿a qué se debe la bajísima calidad analítica de nuestros expertos? Antes que otra cosa, a su falta de honradez intelectual para reconocer sus limitaciones y después, a su ignorancia del tema.

Afirman, soberbios y sobrados, que conocen el sistema político de Estados Unidos y sus y prácticas; ¿y por qué lo conocen? ¿Por haber comenzado un doctorado y destripado? ¿O porque han viajado varias
veces a ese país? Al final del día, su visión frívola y aldeana sale a flote y, habría que decirlo, la ignorancia del que los oye, es mayor.

Lo demás, ansias enfermizas de buscar el reflector y sobresalir para ser contratados como conferenciantes, y así medrar a costa de la ignorancia que es, en México, peor tragedia que la corrupción.

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