Edgar Amador

Edgar Amador

4 Oct, 2016

Tasas cero y consumo: La paradoja de Marty McFly

Cuando la economía opera con tasas de interés cero o negativas ocurre como los físicos dicen que pasa en los agujeros negros: la realidad es distinta a la habitual, las leyes normales dejan de aplicar y las cosas ocurren diferente. Una de las perplejidades más misteriosas es la insensibilidad del consumo a las tasas demasiado bajas: en ese contexto, por más que se reduzcan, los consumidores parecen no responder.

Todos los modelos económicos convencionales dictan que, al reducir los bancos centrales las tasas de interés, los incentivos al ahorro disminuyen y por lo tanto aumenta el consumo. Pero durante los últimos siete años (o si estamos en Japón los últimos veinticinco) tal mecánica parece no aplicar: los bancos centrales han rebanado las tasas de interés hasta dejarlas en cero o por debajo de cero, y el consumo ha respondido de manera extremadamente lenta, y en algunos casos, incluso en sentido contrario al previsto por la economía, produciendo uno de los más desesperantes acertijos para economistas y funcionarios.

¿Qué está pasando? Abusando de la física y de los hoyos negros, que son una singularidad en el espacio-tiempo, tomemos por un momento a uno de los más famosos viajeros en el tiempo para tratar de ilustrar una paradoja que quizá ayude a resolver el acertijo. Supongamos por un momento que Marty McFly, el personaje de Volver al futuro, tiene la capacidad de hablar consigo mismo viajando en el tiempo 40 años, que Marty McFly de 30 años y el de 70 años puedan comunicarse a través del tiempo.

Marty McFly de 30 años ha salido de la universidad hace cinco años y ha conseguido un muy buen empleo, y viaja en el tiempo para hablar con él mismo de 70 años y los dos se ponen de acuerdo en algo muy importante: cuánto podrá gastar el McFly joven de tal forma que el McFly viejo pueda pasar una vejez cómoda y dejar una herencia para sus hijos. Pensemos que después de arrastrar el lápiz y dado que la tasa de interés en el mundo de McFly joven es de 7.8%, y que el McFly viejo necesita para vivir y dejar herencia al menos 10 millones de pesos, los dos acuerdan que el McFly joven debe ahorrar 500 mil pesos en ese momento para que el McFly viejo cumpla su objetivo.

El McFly joven regresa a su tiempo y piensa que si el banco central sube las tasas, entonces podrá reducir ese ahorro de 500 mil pesos, pues con un mayor interés su ahorro llegará más rápido a los 10 millones de pesos que necesitará el McFly viejo. Por ejemplo, si las tasas se duplican a 15% y permanecen allí por 40 años, entonces para llegar a los diez millones en 40 años se requerirá tan sólo 38 mil pesos para cumplir el objetivo del McFly viejo.

Pero el McFly joven también piensa lo siguiente: que si el banco central baja las tasas de 7.8% a 3% los próximos 40 años, ¡entonces lo que tendrá que ahorrar cuando regrese de su reunión consigo mismo en el futuro será de tres millones!

Aturdido y abrumado, el Marty McFly joven se entera al aterrizar de nuevo en su mundo que el banco central, atrapado por una crisis económica global y tratando de salvar al sistema bancario mundial e incentivar el gasto de los consumidores, ha decidido reducir las tasas a cero por ciento. ¡Qué calamidad!, se dice. ¡Para cumplir mi pacto con mi yo viejo tengo que ahorrar hoy 10 millones de pesos, pues la tasa está en cero! ¡Cómo quiere este maldito banco central que consuma más bajando las tasas si al bajarlas me obliga a lo contrario! ¡A aumentar mi ahorro para poder que el McFly viejo tenga un retiro cómodo, una vejez saludable y deje a mis hijos algo de herencia! ¿Quieren incentivarme a que gaste? ¡Con estas tasas tan bajas me están obligando a lo contrario, a ahorrar mucho más para cumplirle a mi yo de 70 años!

La paradoja ilustrada aquí tiene muchos supuestos quizá irreales, y los cálculos son deliberadamente exagerados con el propósito de echar luz sobre un aspecto muy importante que los economistas conocen: los consumidores toman decisiones no sólo pensando en el hoy, sino en el futuro. Cuando deciden cuánto dedicarán al ahorro y cuánto al consumo lo hacen pensando, de alguna forma, en el hoy y en el mañana: en este momento en que perciben ingresos y en el futuro en dónde se comerán sus ahorros.

¿Será posible entonces que al bajar las tasas a partir de cierto nivel, y por supuesto al llegar a cero, los bancos centrales buscando incentivar el consumo y reducir el ahorro para impulsar la economía estén produciendo el efecto contrario debido a que los consumidores planean su consumo a lo largo de su vida e incluso más allá de ella a través de las herencias? Y si eso es así: ¿entonces la singularidad de tasas cero implica que no sería tan descabellado subir las tasas de interés? Suena tan descabellado, que habría que pensarlo.

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