Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

13 Oct, 2016

¿Qué tanto logrará Meade con la venta de vidriantes? ¡Nada!

La llegada de José Antonio Meade a Hacienda, lo reconozco, me hizo albergar esperanzas de que la salida del que será recordado durante años por su soberbia e incapacidad, así como la del clon Aportela, que era su palafrenero, darían paso a la modestia y trato amable, y a la dignidad y honradez intelectual del que recibió la Secretaría de Hacienda en condiciones, dígase lo que se diga, difíciles.

Por más que se pretenda ocultar la realidad que encontraron el nuevo secretario y la nueva subsecretaria, frente a la que todo esfuerzo en ese sentido ha probado ser infructuoso, aquélla brota sin control. Las condiciones en materia de deuda y gasto –llevados a niveles de irresponsabilidad por aquel par, no vistos en muchos años–, ¿quién podría maquillarlas en las condiciones actuales? Es más, ¿quién en su sano juicio podría pretender lograr, lo que es hoy un imposible?

De ahí pues que, algunos ingenuos –como el que esto escribe–, pensáramos, que por más compromisos que hubieran contraído ambos, al final se impondría su dignidad y profesionalismo, cualidad que nadie, en el momento de su llegada, les regateaba. Sin embargo, pudo más la contemporización (Acomodarse al gusto o dictamen ajeno por algún respeto o fin particular) que la dignidad, y más la complicidad con los que se fueron y sus errores, que el compromiso y la obligación con el país y la buena marcha de la economía.

¿Qué obtuvimos entonces, a cambio de la renuencia a hablar con la verdad, y explicar con la debida honradez intelectual lo que ambos encontraron en Hacienda? Sólo la venta de vidriantes, como si fueren diamantes de alto kilataje.

¿Qué hemos escuchado, en estos pocos días, de ambos? Únicamente declaraciones y posturas las cuales, en modo alguno reflejan la realidad de lo encontrado. Por allá, quizás sin darse cuenta de las implicaciones de lo dicho, Meade habló en Washington, de utilizar la Línea de Crédito Flexible que el Fondo Monetario Internacional nos tiene asignada.

¿Tan mal están las cosas?

En sus esfuerzos inútiles se les ha unido el secretario general de la OECD pero, sin demeritar su experiencia y posición, ¿quién le hace caso hoy a Gurría? ¿Acaso piensa que llega a México en calidad de nuevo conquistador, al que debemos reverenciar y tomar sus interesadas declaraciones como el nuevo testamento? Por favor, señor Gurría, bájele tres rayitas; sus mejores años ya pasaron, por lo menos aquí.

Al final, ¿quién ganará estas vencidas? ¿Serán los vendedores de cuentas de vidrio, Meade, Rubio y Gurría? ¿O esa señora terca y fea que es La Realidad? ¿Será ésta, que ha hecho de la impertinencia su mayor cualidad pues siempre, en el momento más inoportuno, cuando festinamos esto o lo otro, se aparece con una cantidad de facturas no pagadas y sin decir agua va, nos exhibe como unos mentirosos de primera?

A querer y no, eso es lo que nos sucede; en vez de reconocer la realidad y plantear cómo enfrentarla, los responsables de hacerlo sólo atinan a buscar la bolsa donde, los que se fueron, guardaban los vidriantes que, durante más de tres años, nos vendieron como si hubieran sido diamantes de la mejor calidad. Pobre país; lo que nos espera.

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