Marco Gonsen

Memoria Flash

Marco Gonsen

19 Oct, 2016

Dylan

¿Por qué los premios Nobel de Física no generan tanto revuelo previo o controversia como los de Literatura? En más de un sentido, deberían.

Revisando la lista de ganadores, uno se encuentra nombres indiscutibles como Marie Curie (1903), estudiosa de la radiactividad; Guglielmo Marconi (1909), inventor de la radio, y Albert Einstein (1921), creador de la teoría de la relatividad. De hecho, hubo quien lo obtuvo dos veces, John Bardeen (1956 y 1972), por sus trabajos en transistores y superconductividad, que contribuyeron a edificar la era digital.

Los galardonados por el desarrollo de la computación son menos de los que pudiera pensarse. Entre ellos figuran William Shockley (1956), laureado también por el transistor, y Jack Kilby (2000), de cuya mente surgieron el chip y la calculadora de bolsillo.

En contraste, hubo otros genios que contribuyeron decisivamente a que la informática formara parte de la vida cotidiana y nunca recibieron el reconocimiento de la Academia Sueca. Son, si se vale la analogía, el equivalente a Borges y Kafka en Literatura. Entre ellos podría citarse a Claude Shannon, precursor del lenguaje binario; Alan Turing, teórico de la inteligencia artificial; John Vincent Atanasoff, inventor de una de las primeras computadoras electrónicas, y Robert Noyce, cocreador del circuito integrado.

Gordon Moore aún vive (tiene 87 años) y podría recibirlo aún por la ley que lleva su nombre, enunciada hace medio siglo y que establece que cada determinado tiempo se duplica el número de transistores que caben en un chip, lo que incrementa la potencia y memoria de los dispositivos electrónicos. Sería algo así como el Murakami de la Física, pero no tengo registro de su inclusión en alguna quiniela.

Probablemente habrá argumentos que pudieran brindar expertos en ciencia dura para justificar por qué estos nombres no ameritaron el Nobel. Lo cierto es que este tipo de premios tienen un alto componente de arbitrariedad, como quedó de manifiesto en la categoría literaria, que este año confirió el máximo honor al compositor y cantante Bob Dylan. Y con una arbitrariedad similar –pues si ya lo hizo la Academia Sueca, ¿por qué yo no?– me atrevo a decir que la gloria de este galardón también alcanza al mundo digital.

Como escribió Gerardo Galarza en La Estación (Excélsior, 16/X/2016), el premio a Dylan es para toda una década, los sesenta, que cambiaron al mundo no sólo a través de la música y literatura, sino también de las invenciones y la tecnología. Y aunque Dylan no estuvo tan involucrado en esta materia como otros músicos (léase Bowie), su obra fue inspiración decisiva para un personaje clave en la forma como ahora entendemos la era digital: Steve Jobs.

Basta ver cuántas veces es posible encontrar el nombre de Dylan en la biografía escrita por Walter Isaacson. Para empezar, refiere que Jobs descubrió a Bob gracias a Steve Wozniak y ambos compartieron la pasión por su obra. “Las palabras de Dylan hacían resonar en nosotros acordes de pensamiento creativo”, dijo el fundador de Apple, quien en 1984 inició una junta de accionistas para la presentación de la primera Macintosh con una estrofa de la canción The times they are a-changing, que Jobs presentó como poema y que contiene una frase que para él resultó premonitoria:  “for the loser now, will be later to win” (el perdedor de hoy será el triunfador de mañana).

Dylan fue incluido entre los personajes que protagonizan el célebre anuncio “Think different” y hace una década estelarizó el spot “Modern Times” para el iPod, en el que canta Someday baby mientras baila la silueta de una mujer con audífonos blancos. Algo de gusto le agarró a la publicidad, porque hace justo un año actuó en el comercial del sistema operativo IBM Watson.

Pero su más reciente incursión cibernética fue el lanzamiento en 2013 de un videoclip interactivo para la canción Like a rolling stone, en el que el usuario puede elegir cómo se vería esta rola en 16 versiones distintas, en un lyp-sync con personajes de programas televisivos de noticias, moda, concursos, cocina, finanzas, historia, infantil e infomerciales, o bien interpretada por el propio Bob.

Finalmente, como apuntamos en este mismo espacio hace un año, Dylan nació en Duluth, ciudad de Minnesota, que fue cuna de Arthur W. Burks, codesarrollador de la máquina pionera ENIAC e historiador de la computación. Y, como cantaría el clásico: las piedras rodantes se encuentran.

marco.gonsen@gimm.com.mx

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