David Páramo

Análisis superior

David Páramo

26 Oct, 2016

Joder a México

Hay una creencia, irracional como las que todas las que anidan entre la masa, según la cual el presidente de un país es un ser omnipotente, pero que en el caso de México decide hacer el mal.

Si vemos a los haters de Enrique Peña Nieto le atribuyen poderes divinos, pero que decide usarlos para dañar al pueblo (según su visión, quien no está con ellos no es pueblo ni persona, el síndrome de Pedro Infante en su máxima expresión).

Le han acusado de crear huracanes para crear cortinas de humo, extorsionar al rey de España o estar atrás de la campaña de Donald Trump o las decisiones de política monetaria de la Fed.

Ayer, Peña Nieto dijo, en un foro organizado por el 25 aniversario del grupo financiero Interacciones, que ningún presidente se despierta en la mañana pensando cómo joder a México. Estoy convencido que ni sátrapas de la economía como Luis Echeverría o José López Portillo hayan tomado acciones ruinosas en materia económica por dañar a la población.

Si se hace un análisis profundo, con datos duros de la economía, resulta que las reformas estructurales y la gestión del Presidente de la República han sido bastante buena, mejor si se considera el complicadísimo entorno internacional.
 

RIDÍCULOS

Hay quienes creen que el combate a la inflación es un tema de papas y cebollas, por lo que se ponen a lanzar ajos, cuando la realidad es que están perdidos en entelequias de teóricos fracasados.

Ayer le expliqué en qué consistía el combate a la inflación y por qué era tan relevante. Hoy se dan a conocer datos que confirman cómo el control de los precios está beneficiando al comercio minorista.

Para los amigos de las citas textuales: “En las empresas comerciales al por menor, los ingresos por suministro de bienes y servicios, así como las remuneraciones medias registraron un aumento mensual real del 0.6% de manera individual, y el personal ocupado avanzó 0.1% en el octavo mes frente al mes inmediato anterior.

“En su comparación anual, los datos desestacionalizados en las empresas comerciales al por menor, los ingresos fueron de 7.9%; las remuneraciones reales medias reales en 4.3% y el personal ocupado 2.4% a tasa anual en el mes de referencia, con series ajustadas por estacionalidad”.

Ante estos datos podrán decir, con ese lenguaje acedo, que hay complicaciones mucho más profundas en la economía y que en el futuro todo estará mal. La realidad es que en el futuro todos estaremos muertos, para cursi no se estudia.

DESCALIFICACIÓN

Ante el dato de la baja inflación, el menor nivel de subempleo desde 2008, la meta de 2.3 millones de nuevos empleos afiliados al IMSS durante esta administración o la marca del mes pasado de 160 mil empleos, no falta el simplón que hable sobre la supuesta precariedad de los ingresos.

Ahí le van los datos duros. A principios de esta administración, el promedio salarial de los afiliados al IMSS era de siete mil 758 pesos y ha subido a nueve mil 497 pesos, es decir, un crecimiento de 22.29% durante la presente administración.

El último día del año pasado, el promedio salarial entre los afiliados al IMSS era de ocho mil 797 pesos, lo que implica un incremento de 3.22 por ciento.

Quien trata de descalificar la creación de empleos suele decir, sin argumentos, y quejarse de que los salarios no son “justos”. Contra esas posiciones realmente hay poco que decir, ¿quién determina lo justo? ¿Cómo se mide lo justo?

Como se trata de un tema moral, podría llegarse al extremo de decir que justo sería que los mexicanos ganaran en promedio 53 mil pesos (el ingreso familiar del decil más alto); sin embargo, eso plantea un problema en la realidad: ¿De dónde sacarían los patrones para pagar esas cantidades? ¿Qué tan productivos tendrían que ser los trabajadores en promedio?

Si los salarios se incrementaran por decreto, la inflación se dispararía y no importaría que los trabajadores ganaran 53 mil o un millón de pesos mensuales, lo relevante es cuánto pueden comprar con eso.

Un problema bastante extendido entre aquellos quienes pretenden hablar de las profundidades de la economía, como si se tratara de misterios que únicamente una legión de enterados podría resolver, es que olvidan el sentido común.

No basta con que algo suene bonito o sea una frase pegadora, falta que se pueda convertir en realidad.

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