Las fusiones gigantescas que buscan adelantarse a su competencia

En un ambiente económico global como el da ahora, los capitanes de la industria pueden arriesgarse a hacer acuerdos
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En un ambiente económico global como el da ahora, los capitanes de la industria pueden arriesgarse a hacer acuerdos. Foto: Thinkstock
En un ambiente económico global como el da ahora, los capitanes de la industria pueden arriesgarse a hacer acuerdos. Foto: Thinkstock

Las transacciones corporativas que cambian el panorama no dejan de llegar. Pero esta ola no va a durar.

El número de convenios por miles de millones de dólares anunciados en las últimas semanas es impresionante desde donde sea que se le vea, particularmente en Estados Unidos en un año electoral, cuando la incertidumbre tiende a alejar este tipo de transacciones.

La fusión propuesta entre Time Warner y AT&T, con un valor de 85,400 millones de dólares, ha dominado los titulares mientras los consumidores caen en la cuenta de la dominación de los medios. Pero tan solo en octubre se anunció una actividad de convenios por la cifra sin precedentes de 329,000 millones de dólares en Estados Unidos, según Thomson Reuters. 

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La cifra a nivel mundial tampoco es poca cosa, 483,100 millones de dólares y es la quinta más alta en la historia.

Otros convenios gigantescos han sido la combinación que hizo General Electric de su negocio de petróleo con el de Baker Hughes; los 47,000 millones ofrecidos por British American Tobacco para adquirir Reynolds American, y los 38,500 millones que propuso Qualcomm por NXP Semiconductors. Uno de los convenios más grandes de este año fue la compra de Monsanto que llevó a cabo Bayer por 56,000 millones de dólares.

La idea convencional es que esta actividad se basa en el dinero barato. Las tasas de interés están tan bajas como no lo habían estado en 400 años y el mundo está rebosante de liquidez pues los inversionistas están tratando de encontrar cualquier cosa que ofrezca rendimientos decentes. 

Los mercados de capital están tan bien desarrollados que AT&T puede pedir prestado 40,000 millones de dólares para comprar Time Warner sin ningún problema.

La otra fuerza importante que está impulsando este mini auge de fusiones es la confianza. La economía mundial está agitada, pero en realidad estamos en un periodo de estabilidad. Ya se llevó a cabo el referendo en el Reino Unido para abandonar la Unión Europea y, si bien podría resultar catastrófico para su economía, no hundió al bloque económico.

En efecto, desde la votación en Gran Bretaña el 23 de junio de este 2016, el mercado bursátil británico ha crecido en 15 por ciento. La declinación del valor de la libra ha suscitado muchos convenios, como la adquisición del fabricante británico de chips ARM Holdings por parte de Softbank, que pagó 32,000 millones de dólares por el convenio.

La economía estadounidense, por su parte, se mantiene en un modo de crecimiento moderado, a la espera de cualquier sobresalto a raíz de los resultados de la elección presidencial, y Europa y Asia están disfrutando de un bajo crecimiento pero con estabilidad. 

En un ambiente económico global de este tipo, los capitanes de la industria pueden arriesgarse a hacer acuerdos. Un sondeo de la firma de contabilidad EY encontró que 75% de los ejecutivos esperan hacer un convenio el próximo año.

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Olvídese del valor para los accionistas: la máxima prioridad de cualquier director de empresa es conservar su puesto. Y en una economía morosa con pocas oportunidades evidentes, las grandes fusiones se han convertido en la única manera de generar crecimiento, de adquirir nuevos productos o tecnologías y asegurar que el director se mantenga en el poder.

Los retos a los que se enfrentan los directores se complican por los cambios provocados por la tecnología. Las empresas, en especial en el campo de la tecnología, los medios y las telecomunicaciones, están compitiendo por mantenerse al día y evitar ser rebasadas. 

Microsoft pagó 26,200 millones  de dólares para comprar LinkedIn, lo que solo puede considerarse como una medida defensiva: mantener su alcance global en Internet.

Y la tecnología misma sigue produciendo nuevos retadores y suscitando más actividad de acuerdos. La posible oferta pública inicial de Snap, con una evaluación probablemente extraordinaria, va a incitar a otras empresas a salir a bolsa, generando más dinero en los bolsillos de la élite tecnológica con lo que va a poder hacer más adquisiciones.

Pero el resultado de toda esta actividad de fusiones es un amplio impulso hacia el oligopolio, lo que significa que algunos sectores industriales estarán dominados por solo unos pocos 
jugadores grandes.

Los cínicos podrían ver el acuerdo de AT&T y otros similares como un intento de adelantarse a los cambios en las inadecuadas leyes antimonopólicas. En una economía de lento crecimiento, crecer y aplastar a la competencia es un camino claro hacia el éxito.

Empero, el juego de poder monopólico ha cambiado, en el caso de AT&T, su negocio no se traslapa con el de Time Warner. Esto es lo que se llama una fusión vertical, que es más difícil de detener, y hay pocos antecedentes de que el gobierno lo haya hecho.

Fue así como a Facebook se le permitió preservar su dominio con la adquisición de WhatsApp e Instagram: dos compañías emergentes que potencialmente podrían ser rivales y que fueron asimiladas antes de que pudieran desafiar el dominio de Google y Facebook.

Habrá notado que el mantra de “mientras más grande, mejor” no es muy políticamente aceptable en estos momentos. Republicanos y demócratas por igual han pedido que los reguladores bloqueen el acuerdo AT&T-Time Warner.

En Washington podemos esperar no solo una aplicación más estricta de las leyes, sino que estas se refuercen para concentrarse en las corporaciones gigantescas que dominan al mercado con tan inmenso tamaño.

Así pues, hay una fiebre por lograr acuerdos antes de que cambien las leyes. De cualquier forma, las cosas no están mejorando. Y el riesgo de quedar rezagado a causa de la disrupción y los cambios de la tecnología está haciendo que las empresas busquen adquisiciones más rápidamente. Es una tendencia que, obviamente, afecta a las compañías grandes. 

Thomson Reuters reporta que en lo que va del año ha habido 615 acuerdos, por debajo de los 967 que hubo en 2014, por lo que los acuerdos se están concentrando en el extremo superior.

Esta tendencia está suscitando el regreso de los tan denostados conglomerados que surgieron por ahí de los años sesenta. Como fue el caso en ese tiempo, en lugar de crecimiento y sobrevivencia, quizá nos quedemos solo con la hinchazón.

En estos momentos es difícil encontrar algo que pudiera frenar el tren de las fusiones. Todo está marchando bien. Pero es en estos tiempos cuando más precaución se necesita. El mercado de fusiones siempre ha sido cíclico. 

Además, sigue estando presente el riesgo de disrupción.

Si hay algo que hayamos aprendido en más de cien años de fusiones corporativas, es que las influencias ocultas con el tiempo emergen y es poco probable que duren las tendencias que actualmente están impulsando la actividad de fusiones. 

Esperemos que termine lentamente y no con un estallido súbito.

kgb 

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