José Yuste

Activo empresarial

José Yuste

9 Ene, 2017

Gasolina y calificadoras, las razones de Meade

El secretario de Hacienda sabía lo que heredaba: el indispensable aumento del precio de las gasolinas. No tenía de otra.

O elevaba el precio de las gasolinas o el déficit público y la deuda ponían en riesgo la calificación crediticia del país.

ELIMINAR SUBSIDIO A GASOLINAS, MENSAJE

Recordemos el riesgo: Fitch, Moody’s y Standard and Poor’s, es decir, las tres agencias calificadoras de deuda soberana, han puesto en perspectiva negativa la calificación de la economía mexicana.

México tiene grado de inversión, lo cual le ayuda al gobierno y a las empresas para financiarse más barato y sin tener que ofrecer grandes premios a los inversionistas. Es el principal mensaje a los mercados. Y el crecimiento de la deuda pública y no reducir el déficit público durante la administración de Peña Nieto puso en perspectiva negativa el grado de inversión del país.

Por eso el mensaje debía ser claro: eliminar el subsidio a las gasolinas, que representaban 200 mil millones de pesos, serviría para mantener las finanzas públicas sanas y evitar mayor deuda, así como lograr el ansiado superávit primario.

MEADE RECUERDA EL MONTO

José Antonio Meade, secretario de Hacienda, quien heredó el problema, quiso recordarle a los analistas lo que implicarían los 200 mil millones de pesos que el gobierno se estaba ahorrando al dejar de subsidiar la gasolina: es la mitad de lo que se gasta el Seguro Social en atención médica; representa 2.5 veces Prospera; sólo por mencionar algunos ejemplos.

PEÑA NIETO VS. CALDERÓN

Por estas razones, Peña Nieto, en su mensaje de Año Nuevo, quería mostrar que la última vez que el gobierno subsidió la gasolina, sobre todo en 2008 con Felipe Calderón, éste representó 156 veces todo el programa de vacunación o tres veces el programa Prospera.

Ahí no hay duda: subsidiar la gasolina era una mala señal ambiental y en favor de la concentración del ingreso, pues quienes más utilizan los automóviles son quienes más vehículos poseen, que es la población de mayores ingresos.

EL TIEMPO SE AGOTABA PARA CALIFICACIÓN

Sin embargo, la liberación del precio de la gasolina fue abrupta. De que se pudo hacer de mejor manera, más gradual, sin duda. Hubiera sido lo mejor.

El problema es que al gobierno mexicano se le había agotado el tiempo y, tan sólo en diciembre pasado, Fitch, que era  la única agencia calificadora que faltaba para poner en perspectiva negativa la deuda soberana, terminó poniendo la perspectiva negativa.

EL RIESGO ES LATENTE: IR PERDIENDO EL GRADO DE INVERSIÓN.

El gobierno debía enviar una señal clara a los mercados de querer mantener el grado de inversión y vio en la gasolina la posibilidad para eliminar un subsidio regresivo y contaminante.

Pero no midió el malestar de hacerlo de manera tan abrupta, quizá porque el gobierno mexicano ya no tenía grados de libertad: o eliminaba el subsidio a la gasolina o el temor de que las agencias calificadoras fueran confirmando la perspectiva negativa del grado de inversión era mayor.

¿Había para dónde hacerse? Mejorar el gasto, ajustar áreas presupuestales, en fin, meterse a la ingeniería fiscal. Pero el gobierno prefirió irse por la más contundente, la del subsidio a la gasolina. Las reacciones ya las conocemos.

NERVIOSISMO AUTOMOTRIZ

Ninguna de las empresas automotrices instaladas en México y que exportan a Estados Unido están tranquilas. Todas saben que en cualquier momento llega el tuit de Donald Trump en su contra.

Ya le llegó a Ford, General Motors e incluso a la japonesa Toyota. Ninguna se salva de la política proteccionista y autárquica de Trump. El presidente electo de EU utiliza una estrategia de presión al sector automotriz mexicano, que desde luego ha seguido las reglas globales, aprovechado el TLC de América del Norte, y se ha instalado en México. Las autoridades han empezado a platicar con cada una de las automotrices, pero hoy más que nunca las asociaciones como la AMIA, que reúne al sector, deberán estar en la línea de debate. Ya veremos.

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