Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

10 Ene, 2017

Ya descansamos un mes; ahora, a calentar motores

Si parafraseáremos a Joaquín López-Dóriga cuando nos avisa del disfrute de sus vacaciones (“No sé si merecidas, pero sí necesarias”), podríamos decir nosotros: Ni necesarias y menos merecidas, pero disfrutamos un mes de holganza.

Cada año, debo reconocerlo, me sorprende la capacidad que tenemos como sociedad (¿Sería válido decir, como país?), para holgar; también, no puedo menos que mostrar extrañeza ante la capacidad exhibida para hacer a un lado la realidad, y tomar días y días para no trabajar.

¿Cuál es la racionalidad que explica nuestra conducta? ¿Qué hay en nuestra visión de la vida, que sin el menor cuestionamiento nos pasamos, prácticamente, sin hacer algo del 9 de diciembre del año que terminó, al 8 de enero del que recién ha dado comienzo?

¿Qué tanta importancia le damos a las cifras que hablan de una muy baja productividad laboral? ¿Las tomamos en serio siquiera? ¿Nos preocupa, que por años nuestra productividad no haya aumentado? ¿Cómo podemos, ante esa realidad, pensar que los salarios deberían aumentar sin la menor consideración a los niveles de productividad?

¿Cuándo nos hemos preguntado del papel que juega una burocracia obesa, poco calificada y muy corrompida desde siempre? ¿Nos preocupa este aspecto en lo que se refiere a la atracción de inversión, a la simplificación obligada y urgente para reducir los costos a los agentes económicos privados que pretenden abrir una fuente de empleo permanente?

¿Es posible esperar un cambio positivo en los aspectos señalados arriba, cuando en la sociedad no se ve preocupación y exigencia organizada alguna, para impulsar una corrección profunda del actual estado de cosas? ¿Por qué nuestros legisladores le dedican más atención y tiempo legislativo a modificar la Ley Federal del Trabajo para facilitar la holganza y elevar el número de días dedicados a ella, que para simplificar o eliminar trámites absurdos?

¿De quién es la responsabilidad por habernos convertido en un pueblo de holgazanes, con sus excepciones honrosas? ¿En verdad consideran nuestros legisladores, que el país puede darse lujos como ése, de holgar un mes? ¿De quién sería la obligación para frenar eso, y de quien demostrar que lo único que podría contribuir a mejorar lo que somos, es el trabajo y una vida austera durante muchos años, sin esperar vacacionar como si fuéremos los franceses de hace pocos años?

¿Vio lo que pasó estos días con nuestros funcionarios? El Presidente en el golf, ¿y los miembros del gabinete y sus funcionarios?

¿Por qué no damos a conocer lo que han hecho otras sociedades como la alemana y la japonesa para reconstruir su país, y ahorrar para asegurar el futuro de las siguientes generaciones? ¿Por qué no difundir lo que sociedades como la china y la coreana lograron en pocos años? ¿Acaso hay alguien que piense que lo que hoy tienen y lo que son, fue fácil lograrlo, y además, en poco tiempo? 

La ética del trabajo y la vida austera y frugal, no se adquiere por ósmosis; el ejemplo de gobernantes y funcionarios, y de los verdaderos empresarios, lo aceptemos o no, juega un papel determinante en la formación de aquélla. 

¿Lo entenderemos y pondremos en práctica, algún día?

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