Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

24 Ene, 2017

Qué diferencia escuchar al nuevo Videgaray

Para cuando lea usted esta colaboración, nuestro secretario de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray, y el secretario de Economía (¿Quién es?), estarán trabajando en Washington, DC, intentando concretar lo que para muchos —no me incluyo en esa multitud—, juzgan desde hace meses, imposible: Establecer una relación civilizada con el presidente Donald Trump y su equipo. El viernes 20, el mismo día de la toma de posesión de Donald Trump, el hoy canciller participó en el noticiario conducido por Ciro Gómez Leyva, en Imagen Televisión. Ahí vimos a un Videgaray desconocido, un funcionario que, a preguntas no fáciles o suavecitas de Ciro —preguntas no para el lucimiento del funcionario, sino para el bien de los televidentes—, respondió con una franqueza que, al menos a mí, me pareció sorprendente.

¿Dónde quedó el Videgaray soberbio, sobrado, que con respuestas de cajón enfrentaba preguntas a modo, todavía hace unos cuantos meses? ¿Dónde, aquél que veía al preguntador desde las alturas, con esa soberbia de los que piensan que un doctorado u otro grado académico los convierte, obligadamente, en inteligentes y conocedores de todo? (¿Me escuchas, Aportela?). Era el mismo, el soberbio que se ve a sí mismo como hecho a mano; el cambio pues, no era que se hubiese vuelto humilde. Ése no es el cambio advertido en él, concretado en estos últimos tres o cuatro meses. La diferencia con aquél que vimos llevar al desastre en casi cuatro años las finanzas públicas por la deuda descomunal contratada, y el gasto público desbordado e inútil en un buen porcentaje, es que hoy, el que sustituyó a Claudia Ruiz Massieu, ya sabe y aceptó, que no tiene posibilidad alguna de ser candidato a la Presidencia de la República y menos aún, de serlo, triunfar y ser Presidente. Como le decía Víctor Trujillo a Ausencio Cruz en La Caravana hace años, ¡Lástima, Margarito!

Hoy pues, Luis Videgaray, doctor en economía por el MIT, y licenciado en el ITAM en ese mismo campo del conocimiento, además de licenciado en derecho por la UNAM, podrá dedicarse a tratar de ser un buen funcionario al servicio del país, no a intentar ser un pésimo candidato a un puesto de elección popular.

La tarea no es fácil, requerirá de sus habilidades y experiencia acumulada en los años de servicio público; también, del talento de muchos integrantes del Servicio Exterior Mexicano y centenas de funcionarios públicos, capaces y experimentados quienes, por encima de cualquier otro interés, quieren a México más que ellos mismos. Le pediría, a sabiendas que no atenderá mi respetuosa sugerencia, que no deje que intervenga su acompañante. En poco más de cuatro años no ha demostrado capacidad alguna para algo significativo; por eso, llevarlo es para Videgaray, un pesado lastre.

Al ver lo útil que es haber entendido y aceptado aquello por parte de Videgaray, ¿por qué no buscar que haga lo mismo Meade, doctor también? Que declare —indubitablemente— que no le interesa aspirar a candidatura alguna, sino sólo ser secretario de Hacienda (No escribo ser un buen secretario porque, dado lo visto y escuchado de él, es tarea imposible lograrlo). ¿Se imagina si fuere lo mismo con Chayito y Calzada, y con Narro y Ávila, por mencionar cuatro acelerados que andan loquitos por ahí, los resultados que obtendríamos en lo queda de este gobierno? Bienvenido pues el nuevo Videgaray, y éxito en la tarea asignada. Hoy, no hay freno alguno que le impida decir las cosas, franca y firmemente. Y como decimos por acá: ¡Duro y a la cabeza! De vez en cuando, ¿por qué no?, un piquete de ojos y un golpe a los bajos —sin que se dé cuenta el referee—, no sobra; para que se eduquen. Por el bien del país, ¡suerte!

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