Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

26 Ene, 2017

¿Qué nos irá a traer Videgaray? ¿Se acordaría de nosotros?

Hoy, por la noche, regresa de la ciudad capital de EU nuestro secretario de Relaciones Exteriores. El ambiente que generó el anuncio del presidente Trump introdujo, en las actividades de esta visita, un elemento no previsto; molesto, por llamarlo de alguna manera. Sin embargo, con lo poco aprendido en estos últimos días, el canciller habría salido avante en la tarea encomendada.  Ayer y hoy fueron días de mucho ajetreo; una reunión por aquí, algún cafecito —de trabajo— con este personaje por allá sin faltar, por supuesto, el obligado lunch, en el restaurant donde los políticos pesados se reúnen.

La cena, espacio ideal para tratar —en un ambiente relajado y la confianza, la cual iría más allá de la incipiente amistad que ha empezado a cultivar nuestro secretario con el más cercano al presidente Trump, su yerno—, dos o tres puntos que habrían quedado pendientes, relacionados con la visita del Presidente Peña a Washington, D.C., la cual, para algunos aquí en México, no debe llevarse a cabo. Pero mejor dejemos ese ambiente de esfuerzo y entrega total para servir al país, y vayamos a un tema de la mayor trascendencia: ¿Plantearía el Decálogo más reciente del presidente Peña en las discusiones sostenidas durante las reuniones celebradas en esta visita, casi de doctor? Los interlocutores, ¿temblarían al escuchar el Decálogo, dada la fuerza que se ve y se siente en los diez puntos?

¿Sentirían ñáñaras, al ver la firmeza en el semblante del enviado, a quien su barba le da hoy, un aspecto casi de villano? ¿Habrían entendido los interlocutores, que de no aceptar lo ahí planteado, estarían arriesgándose a una confrontación que escalaría, fácil y rápidamente, a lo militar? ¿Tendrían evaluadas ya, las consecuencias de un enfrentamiento con una potencia —muy soberana, eso sí— como México?

Ante la realidad de nuestro poderío, y ver la firme decisión de enfrentar lo que fuere, con tal de ver concretados a la brevedad los diez puntos, sobre todo ése que dice: Responsabilidad compartida en el desarrollo del hemisferio, el Imperio tembló, dice el reporte enviado desde el campo mismo de las discusiones. Luego entonces, ¿las armas nacionales se han cubierto de gloria?

Una vez con el deber cumplido, pregunto: ¿Se acordaría de nosotros el secretario? ¿Iría, apurado, casi corriendo, a comprar unos recuerditos para los mexicanos que aquí nos quedamos con El Jesús en la boca, por los riesgos que habría corrido en la capital del Imperio? Pienso que no; le digo por qué.

Cuando uno anda en esos trajines de servirle al país y a los mexicanos, en los agrestes campos de batalla diplomática de París, Londres y Berlín, y en los duros fríos invernales de Washington, Nueva York y Chicago, ni tiempo tiene uno para recuerditos, incluso para los integrantes de la familia de uno. Imagine usted, por un momento, lo que es ir a negociar a las tierras gélidas de Canadá, o soportar los fríos de Moscú y Pekín mientras nosotros aquí, pensamos en los recuerditos. Seamos comprensivos; entendamos esfuerzos y entrega total de nuestros funcionarios quienes, a costa de su salud y en detrimento de su vida familiar, van de aeropuerto en aeropuerto, mal comiendo y mal durmiendo.

Le pediría pues, si no ha sufrido usted los inconvenientes que todo servidor público de alto nivel enfrenta cuando va al extranjero, se abstuviere de emitir crítica alguna la cual, sin duda, estaría motivada por el desconocimiento en el mejor de los casos, o por envidia, en el peor.

Y le informo, nada nos traerá el Secretario Videgaray.

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