David Páramo

Análisis superior

David Páramo

6 Feb, 2017

Razones incorrectas

Es difícil interpretar qué estaba buscando el gobierno de Enrique Peña Nieto con la decisión, que sólo durará dos semanas, de mantener sin cambio el precio de los combustibles mediante un estímulo fiscal.

Después del 18 de febrero, el precio máximo de los combustibles se ajustará diariamente y esperemos que el gobierno deje de meter mano con “estímulos” que sólo distorsionan la formación de precios en la economía.

Parecería que quienes hacen cuentas políticas creyeron que iban a calmar el enojo social (otra de esas modas que se repiten hasta el hartazgo) y, en una de esas, se iban a ver como un gobierno sensible a las necesidades de la población.

El estímulo, que de acuerdo con las cuentas del subsecretario de ingreso, Miguel Messmacher, tendrá un costo de mil 200 millones de pesos, es una intervención similar a la que hacía la administración de Felipe Calderón y que era criticada por el actual gobierno, encontrando algún resquicio; en aquella época fueron los ingresos adicionales por el precio del petróleo y ahora por la mayor recaudación para mantener artificialmente bajo el precio.

Si usted no entiende claramente la diferencia entre estímulo y subsidio, baste saber que el segundo se registra como gasto.

HECHOS

La Reforma Energética tiene entre otros objetivos correctos la liberación de los precios de los combustibles, puesto que tan sólo el año pasado, el costo fue de 200 mil millones de pesos (que no se tienen) en un subsidio regresivo que se concentra en los ricos.

Parecería que se deben reiterar los fundamentos. Para que al decil más pobre le tocara un peso de este subsidio, al más elevado le corresponden 32. El 70% del consumo de la gasolina se concentra en los dos deciles más altos de ingresos, es decir, al que se subsidia es al rico en contra del pobre.

Sin embargo, como líderes de iniciativa privada, partidos políticos (hasta el presidente del PRI) hicieron solicitudes al gobierno; además, aparecieron los mismos revoltosos de siempre con marchas y manifestaciones, la administración de Peña Nieto, siempre tan proclive a sentir culpa, se puso a buscar una alternativa para quedar bien, lo que no debió haber gustado ni a los propios funcionarios de la SHCP.

Si este estímulo se hubiera dado antes de la aplicación de la fórmula, el impacto para las finanzas públicas hubiera sido de unos cuatro mil 200 millones de pesos mensuales, es decir, seguir haciendo graves presiones a las finanzas públicas, no sólo para mantener un subsidio sino, además, tratar de verse bien a la tribuna.

Más allá, el malestar por la liberación del precio de los combustibles no se va. La inmensa mayoría de los mexicanos quiere vivir con el mito de las gasolinas baratas porque somos una nación petrolera (por cierto, en Arabia Saudita la gasolina subió 40% en diciembre y en Venezuela, la más barata del mundo, viven la peor crisis económica del mundo) y porque muchos años de populismo así lo enseñaron.

La única manera de que Peña Nieto recuperara la popularidad, sería haciendo una imbecilidad monumental como anunciar que se vuelve a los precios controlados de la gasolina y los fija en una cantidad que le parezca adecuada como cinco pesos por litro. El problema de las finanzas públicas se deja a la siguiente administración o lo que sea: volver a la economía ficción.

BALANCE

El balance de esta determinación debe ser visto en, por lo menos, dos dimensiones.

Primero. Los fundamentos de la liberación de los precios de los combustibles, manteniendo la aplicación de la fórmula en la que la molécula, el tipo de cambio, margen y costo de transporte. Esto garantiza, de alguna manera, que el proceso siga adelante en buenos términos.

La disminución del IEPS a la gasolina, en poco más de 60 centavos por litro, eventualmente beneficiará a cualquiera que esté en el negocio de las gasolinas, puesto que se sigue recaudando positivamente y no afecta la formación de precios dentro del naciente mercado de los combustibles. De hecho, hay quienes señalan que si bien este impuesto es poco más de 3.60 pesos por litro, en Texas es sólo el equivalente a dos pesos por litro.

Segundo. La disminución de los precios de los combustibles por la vía de meter mano a través de estímulos fiscales realmente no soluciona nada, puesto que genera incentivos inadecuados para la población.

Uno de los grandes éxitos de esta administración es la certeza jurídica en cuanto a la no implementación de nuevos impuestos, no aumento en las tasas actuales y no a la disminución de un beneficio fiscal.

Usar la recaudación como colchón político no suena a una gran idea, cuando el camino correcto es la liberación de precios.

Síguenos en Twitter @DineroEnImagen y Facebook, o visita nuestro canal de YouTube