David Páramo

Análisis superior

David Páramo

7 Feb, 2017

Caminos divergentes

En la gran avalancha de órdenes ejecutivas que ha emitido, el viernes el presidente Donald Trump firmó una con la que ordena al Departamento del Tesoro que en 120 días tenga una regulación completa que sustituya a la ley Dodd-Frank, emitida en 2010 como respuesta a la crisis financiera que estalló en su país y arrastró al mundo a partir del 2008 con la caída de Lehman-Brothers.

Si bien es cierto que desde la llegada de Trump a la Casa Blanca los principales mercados de valores han tenido un alza superior al 20% en buena medida por la expectativa de que las políticas seguidas por este hombre implicarán un gran crecimiento de importantes sectores de la economía, con un crecimiento en el empleo y consumo especialmente durante los primeros años, la orden ejecutiva plantea una gran expectativa para el sector financiero.

Desde que se emitieron estas leyes la capitalización de los bancos de Estados Unidos están en los niveles más altos desde la gran depresión y se percibe generalmente que la regulación prudencial, que entre otras cosas impide hacer operaciones por cuenta propia o ignorar los datos de las sociedades de información financiera, se ha visto como una suerte de candado para el desarrollo del sector financiero de Estados Unidos. Una y otra vez, los participantes del sector financiero han dicho que la excesiva regulación prudencial ha frenado el desarrollo del sector. De hecho, en algunos discursos de campaña el propio Trump tocó el tema.

CASO MÉXICO

Tras la crisis financiera en México por la pésima mezcla entre una mala privatización y una regulación excesivamente laxa que no se ajustó al nuevo entorno, México aprendió la lección de una manera verdaderamente dura.

El rescate del sistema financiero ha sido, sin duda, una de las mejores inversiones que se han hecho con los recursos de los contribuyentes, puesto que no sólo se preservó al sistema financiero, sino que se pusieron las bases para la banca que hoy tiene México: el sector más competido de la economía, que hoy ofrece tasas históricamente bajas y que por lo menos durante los últimos tres años todos los circuitos y subcircuitos de crédito crecen a tasas de dos dígitos con una disminución constante de la cartera vencida.

De hecho, México no únicamente fue uno de los pocos países que no vio dañado su sistema financiero por la crisis que estalló en Estados Unidos, sino que en muchos reguladores adoptaron el esquema mexicano, es decir, las más elevadas normas prudenciales del mundo.

México es el único país que cumple cabalmente en todos sus bancos con las normas de Basilea III y, además, existe una convicción institucional de que es inadmisible una nueva crisis financiera. De hecho, Agustín Carstens, todavía gobernador de Banco de México y en unos meses más director del Banco Internacional de Pagos, ha dicho que bajo su guardia no habrá una nueva crisis financiera.

Entre reguladores mexicanos, destacadamente la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, presidida por Jaime González Aguadé, hay una verdadera obsesión por evitar que las instituciones mexicanas puedan perder solvencia.

Actualmente, las pruebas de estrés que se están haciendo a los bancos revelan que las instituciones mexicanas podrían soportar sin ningún problema, incluso, un crecimiento negativo de la economía y que con un crecimiento del 1% no tendrían problemas de capital. Más allá, la banca mexicana mantiene una gran fortaleza por concentrarse en esquemas de creación de reserva que no van sobre las pérdidas efectuadas, sino por las pérdidas esperadas. En estos momentos la CNBV está revisando los planes de la banca para el año y determinar que las metas de los bancos se ajusten a la realidad.

CONTAMINACIÓN

La orden ejecutiva de Trump sobre su sistema financiero despertará, nuevamente, el debate sobre la regulación de la banca en México. No faltarán aquellos quienes esperen que México afloje sus controles prudenciales ya sea para mantener las tasas de crecimiento que han tenido los bancos y, por tanto, sus utilidades o para que aminoren el menor dinamismo de la economía.

Esta discusión, que quizá se intensificará en la segunda mitad del año, debe ser prevenida desde este momento, puesto que si bien es cierto que Banco de México es una gran institución ya no estará uno de sus más grandes funcionarios como es Carstens.

Se dará en un entorno en el cual las instituciones de crédito buscarán, por cualquier vía, mantener sus rangos de crecimiento, quizá haciendo a un lado el recuerdo de la tragedia que fue para el país la crisis financiera de finales del siglo pasado. La moda será, para algunos, subirse a la tendencia de Estados Unidos, sin embargo, es necesario preservar la memoria histórica. 

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