Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

2 Mar, 2017

¿En serio, piensa usted hoy, que López será el próximo Presidente?

Durante las últimas semanas hemos escuchado —y/o leído—, opiniones de no pocos comentaristas —profesionales y ocasionales— que, con base en los resultados de algunas encuestas publicadas en varios medios, dan ya por ganador a López en la elección presidencial de junio del año 2018.

Poco importa que, en una muestra de responsabilidad ética y profesional, algunas casas encuestadoras señalen que las encuestas no son, en modo alguno, pronósticos electorales. Por encima de esta advertencia la cual, si bien para muchos es conocida, no está de más recordarla una y otra vez para que mañana no aparezcan por ahí dos o tres que se llamen engañados.

Ante esas manifestaciones, ingenuas por decir lo menos, preguntémonos si, efectivamente, es suficiente el que en una o varias encuestas López aparezca –según algunos–, como el vencedor inevitable de la elección presidencial del año 2018, para que en verdad lo fuere mañana.

Mi opinión personal al respecto es muy simple: dado que las encuestas sirven para muchas cosas, excepto para pronosticar el ganador de una elección, no comparto aquel punto de vista que plantea que López es, ya, el triunfador inevitable de la elección presidencial.

Más allá del deseo personal de que por tercera vez —y espero última—, fuere derrotado el candidato eterno a la Presidencia de la República, hay otros elementos, que me permiten afirmar hoy que López no será Presidente de la República, tanto para bien del país y su economía como de los mexicanos y del mejor futuro que debemos construir.

Dejo de lado los elementos obvios de López para ser rechazado por los electores, los cuales tienen que ver con su visión caciquil y autoritaria de la política, para concentrarme en la parte económica. Veamos.

Lo primero que comparto con usted, es la profunda convicción que tengo, de que el mundo seguirá incorporándose de manera más decidida a la globalidad, y profundizando los procesos de apertura económica, para abarcar sectores y actividades que, aún hoy, permanecen cerrados o protegidos para perjuicio de cientos o miles de millones de consumidores en el mundo.

Por más demagogia que López suelte en cada perorata, y que sus seguidores repiten sin análisis alguno, la modernización económica —que no es otra cosa que promover, estimular y facilitar el fortalecimiento y funcionamiento de los mercados—, es el camino inevitable por donde henos transitado y deberemos seguirlo haciendo, para reducir los niveles de pobreza y marginación.

La visión casi feudal de la economía —de la cual hace gala López y sus seguidores, conscientes éstos de las barbaridades económicas que repite sin recato alguno, las cuales no se atreven a rebatir—, no tiene futuro alguno.

¿Acaso pensamos que los electores mexicanos son tan ignorantes y limitados en su capacidad analítica, que ciega y acríticamente le darán su voto a López?  ¿Tan bajo concepto tenemos de ellos? ¿Acaso lo que están expresando, quienes desde ya se manifiestan en pro del inevitable triunfador, es que los electores mexicanos somos tan masoquistas, que preferimos sufrir daños costosísimos al llevar a López a la Presidencia, en vez de analizar y favorecer otra opción?

¿Es posible esperar entonces, según esos panegiristas que ya festejan una victoria que no se ha concretado, que no obstante la evidencia de quién es López y qué ocurrencias —que no ideas— defiende en materia económica, los electores mexicanos le entregarán su voto, por encima de toda objetividad?

No compro, en modo alguno, esa opinión de los electores mexicanos. Por el contrario, pienso que la derrota que le espera al promotor del atraso y el retroceso económico, será histórica.

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