Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

7 Mar, 2017

Aunque quisiéremos regresar el pasado, ya no es posible

El desarrollo de las economías en el mundo en los últimos 60 o 70 años, ha seguido una ruta muy clara: la apertura de las economías y la incorporación voluntaria y activa a la globalidad. Al mismo tiempo, la democratización de los sistemas de gobierno y la formación y funcionamiento libre de los partidos políticos, es el complemento natural del proceso económico.

La apertura de toda economía genera, más temprano que tarde, una nueva forma de ver el mundo entre las nuevas generaciones; si bien al principio hay rechazo, explicable por lo demás, a los pocos años el paso de un modelo cerrado a uno abierto, es plenamente aceptado por la población.

En este proceso, como usted ha podido darse cuenta, hay cambios que a veces sin sentirlo se consolidan y en otras, las decisiones son tomadas por la autoridad con miras a elevar la eficiencia en el uso de los recursos, en ésta o aquella actividad.

Hoy, aun cuando cueste trabajo aceptarlo y más entenderlo, el país ha cambiado; no todo lo que algunos quisiéremos, o más de lo que otros estarían dispuestos a aceptar, este México presenta un aspecto inimaginable hace unos cuantos años.

Estos cambios materiales, han estimulado el surgimiento de nuevas actividades económicas las cuales, no siempre han sido aprovechadas a cabalidad por empresarios mexicanos lo que ha dado lugar a la presencia de empresas extranjeras que hoy forman parte, normal ya, del paisaje mexicano.

Por otra parte, esto que vemos hoy, ¿podría ser revertido? Sin duda; nada es eterno, menos en la vida de los países. Sin embargo, si una cosa hubiere que podríamos calificar de imposible de revertir totalmente, ésta es la apertura de una economía.

Una economía, cuando pasa por un proceso de apertura e integración a la globalidad, es imposible que regrese al estado anterior: cerrada y aislada del resto del mundo. Podríamos corregir algunos elementos de la apertura en ésta o aquella actividad, todo ellos con miras a que aquélla acelere su integración a la apertura general de la economía, no para que se aísle y regrese a disfrutar de la protección que tantos el gobierno le concedió.

Esta nueva realidad que priva casi en todo el planeta, ha demostrado ser el camino que reduce la pobreza —cuando se hacen bien las cosas, lo que no hemos entendido o aceptado en México—, y eleva sustancialmente la calidad de vida de los habitantes de un país.

En un país como el nuestro, donde el sentimiento nacionalista y la adoración del pasado están tan profundamente arraigados, esto último ha dado lugar a un proceso de apertura económica, accidentado por decir lo menos. Cada decisión que busca abrir éste o aquel mercado —con miras a hacer un uso más eficiente de los recursos de todo tipo que en él intervienen—, la oposición se hace presente.

La adoración y nostalgia por el pasado, de inmediato se hace presente; no con el objetivo de acelerar la apertura y beneficiar a los consumidores sino para preservar o regresar viejas prácticas y privilegios, los cuales todo proceso de apertura combate.

¿Es posible entonces, regresar a la economía cerrada? Dadas las condiciones actuales del país, y el avance que ha logrado en materia de apertura e integración a la globalidad, puedo afirmar que, si alguien se atreviere a plantear algo así, fracasaría completamente.

Si bien nada es eterno, los procesos de cambio en las sociedades se llevan a cabo, no para retroceder o perder derechos, sino para avanzar más y más rápido, a la vez que para adquirir nuevos. Es raro encontrar procesos de cambio regresivos que busquen concretar, por ejemplo, el cerrar una economía abierta y aislarla de la globalidad.

¿Usted aceptaría retroceder, y perder como consumidor, los beneficios que la apertura le ha traído?

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