Edgar Amador

Edgar Amador

13 Mar, 2017

Las tasas de interés subirán en 3,2,1…

La economía es una disciplina impopular porque nos enseña que todo tiene un anverso. Nos hace ver que todo cuesta, y que, incluso, lo óptimo tiene su lado malo. Tomemos por ejemplo los datos de empleo de Estados Unidos del mes de febrero publicados el viernes pasado, que mostraron 235 mil puestos nuevos en la mayor economía del mundo: superando los 200 mil esperados por el consenso del mercado.

Lo anterior significa que Estados Unidos continúan con su ya dilatada expansión económica, iniciada en las profundidades del 2009 y que hasta el momento no ha sufrido interrupción. Es más, la economía parece expandirse a un ritmo mejor que los pronósticos de los economistas.

Y si Estados Unidos crecen no habrá muro ni extraño enemigo que ose impedir jalar a la economía mexicana con ella. Muro o aranceles aparte, que la economía vecina crezca tan sólidamente son buenas noticias para nosotros al sur del río Bravo. Y no nada más. Que la principal locomotora económica funcione y avance es bueno para la economía del mundo en general, y las señas de un mejor crecimiento en Europa y en el sureste asiático comienzan a generalizarse.

Las economías están creciendo, y añadiendo empleos, y los hogares comienzan a tener más dinero en sus bolsillos, las fábricas comienzan a renovar sus pedidos de insumos y hay señales que los deprimidos mercados de materias primas reverdecen. Todo está listo, entonces, para que los bancos centrales, comenzando por la Reserva Federal, retomen el alza de las tasas de interés de referencia. Y lo harán más pronto de lo planeado.

Antes de los datos de empleo del viernes existía la posibilidad de que la Fed no subiera tasas en marzo. Pero el reporte laboral fue tan sólido que deja poco lugar a dudas: la Fed no arriesgará  un escenario en donde la economía se caliente al punto en que la inflación se le salga de control y se vea forzado luego a subir los réditos de manera desordenada.

Cierto, gracias a la globalización y a la automatización, las presiones inflacionarias están aún contenidas. Pero también es cierto que las tasas de interés estén en niveles incompatibles con el ímpetu de la economía. La dinámica actual resistiría niveles mayores de tasas de interés sin que hubiera una dislocación de la actual tendencia de crecimiento.

Pero, incluso, en ese escenario hay dos mercados que tendrían que ser monitoreados con atención: el primero es el mercado de bonos y acciones, el segundo son las monedas de los mercados emergentes, como nuestro peso.

La tasa de interés es la variable que ajusta el consumo presente con el consumo futuro. Si las tasas suben el futuro será más costos y eso quiere decir que se le exigirá a las empresas cotizadas en bolsas mayores ingresos para justificar los actuales precios de las acciones que no se cansan de marcar nuevos récords de altura en las bolsas de valores. Los precios de las acciones en Walls Street están descontando un escenario de un futuro perfecto, con tasas bajas, y el alza de réditos podría llevar a un recálculo de los valores presentes de los flujos futuros proyectados.

Unas mayores tasas de interés también tendrán el efecto de volver más atractivas las inversiones en bonos emitidos en Estados Unidos y en aquellos países en donde suban los réditos, y si los países emergentes no incrementan sus tasas entonces podríamos ver una caída de sus monedas frente al dólar y las divisas fuertes.

Toda moneda tiene su anverso. Todo éxito tiene su costo. Esta es la verdad incómoda que la economía enseña. Luego de ocho años de expansión económica sostenida es tiempo que los Estados Unidos regresen a niveles de tasas de interés más cercanas al promedio histórico. Ese proceso no será fácil, y muchos proyectos que fueron financiados con tasas bajas deberán de rebalancearse y muchos sufrirán sin duda. Pero no hay opción: a menos de que algo muy grave suceda y detenga la mano en el gatillo, la Fed subirá las tasas en marzo, y quizá un par de veces más en este año.

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