Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

21 Mar, 2017

¿Qué significa para usted, hoy, Benito Juárez? ¿Le dice algo?

Es un lugar común afirmar hoy, que los mexicanos, casi sin excepción, somos adoradores naturales del pasado y, no pocos entre nosotros, es al antepasado al que le rinden pleitesía y prenden veladoras para que regrese. Los dos sumos sacerdotes de esa práctica que está a punto de ser declarada religión, no son otros que Cárdenas El Menor, y el monstruo que él mismo creó: López.

Incapaces y/o reacios a atrevernos a aceptar que es el futuro hacia donde debemos ver y enfocar nuestros esfuerzos y talento, siempre estamos a la búsqueda de una frase, o de la palabra salvadora de algún héroe o personaje de la historia, que nos serviría para justificar nuestra adoración del pasado y rechazo enfermizo del futuro.

No hace pocos años, el héroe por excelencia era Cuauhtémoc; de él, de manera silenciosa y subrepticia (que se hace o toma ocultamente y a escondidas) y dado el despropósito de tomarlo como guía en pleno siglo XX, nos fuimos a la Guerra de Independencia y, de la misma forma, vergonzante para no ir más allá en la calificación de tal conducta, pasamos a los héroes de la Reforma y la lucha contra la intervención francesa.

Después de explotar al cansancio a esa pléyade de personajes no pocos más pintorescos que heroicos, nos fuimos a la Revolución Mexicana y a su abultado conjunto de quienes personajes menores casi todos, sirvieron durante decenios para un barrido y un fregado; enseguida, ya en el límite en cuanto a figuras heroicas se refiere, nos hemos estacionado en Cárdenas (El Mayor, para no confundirlo con el hijo y/o el nieto).

El General, La Esfinge de Jiquilpan o El Tata, gran populista y artífice de esa construcción ideológica increíblemente eficaz para la manipulación y cooptación de campesinos y obreros y por supuesto, injusto sería dejarlos fuera, de la intelectualidad mexicana, cualquier cosa que esta última expresión pudiere significar. Lázaro Cárdenas es, sin duda, el último de los personajes que cierra el ciclo el cual, como dije, empezó con Cuauhtémoc.

¿Acaso nadie de los que han tomado medidas que han impactado significativamente en el desarrollo económico y político del país desde 1940, merece ser tomado como referente? ¿Tampoco algún pensador extranjero merecería ese honor, esa adoración ciega que a algunos hombres y mujeres de nuestra historia profesamos?

Hoy, la realidad cambia a una velocidad —particularmente en los últimos años—, que sorprende a los más optimistas; al mismo tiempo asusta a los más conservadores, adoradores del pasado. Nosotros, en vez de buscar a los aportadores del conocimiento que ha hecho posible el avance de la humanidad desde hace más de 70 años, nos aferramos —quizá para reafirmar nuestra fe en el pasado—, a personajes que, en el mejor de los casos, vivieron el mundo de hace 80 años.  

Si bien ya no caemos en los excesos de citar a Cuauhtémoc como guía, aún perdura como referencia obligada, el héroe por excelencia: Benito Pablo Juárez García. Hoy, en un aniversario más de su natalicio (21 de marzo del año 1806), le pregunto a usted: ¿le dice algo en los tiempos que corren, Benito Juárez? ¿Qué sabe de su obra, y su aportación a México y los mexicanos?

¿Piensa usted que lo hecho y dicho por él, es útil hoy para enfrentar los problemas que nos aquejan? ¿No habrá llegado el tiempo, sin menospreciar lo que hicieron decenas o centenas de mexicanos y algunos extranjeros en favor del país y su desarrollo, de empezar a ver las cosas de otra manera, sin tanto héroe broncíneo sino con una visión de futuro que sirva, esencialmente, para sentar las bases de un mejor país?

Termino preguntándole: ¿No hay en el extranjero, alguien digno de ser estudiado y, de sernos útil, seguido su ejemplo?

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