José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

24 Mar, 2017

Trump = AMLO = ¡autogol!

Se han hecho muchos símiles entre el demagogo Presidente de EU y el demagogo que aspira a presidir México a partir de 2018. Donald Trump y AMLO tienen mucho en común: un discurso populista ramplón e ignorante, claras tendencias autócratas, absoluta intolerancia a la crítica y desprecio por la prensa que no los alabe siempre.

Pero hay algo más que resultó evidente en los últimos días. Ambos tienen una infame proclividad a meterse autogoles. En el caso de López Obrador, esta flaqueza, que ya le costó dos veces la Presidencia, afloró en su desastroso viaje a Nueva York, donde se le apareció el padre de un ayotzinapo para exigirle cuentas de su complicidad con los delincuentes que “gobernaban” en Iguala y Guerrero al desaparecer los jóvenes.

Su reacción, altanera e insultante, fue idéntica a la que tuvo Trump al culpar a su antecesor, Barack Obama, de haber intervenido los teléfonos en su departamento en NY sin aportar prueba alguna, lo que fue tajantemente negado, a principios de esta semana, tanto por el FBI como por el Departamento de Justicia de su propio gobierno.

Al igual que en el caso de AMLO, que recordó a muchos votantes su carácter rijoso e intolerante, Trump ni se disculpó ni se desdijo, sólo para doblar su apuesta al acusar al espionaje británico de haber acatado las órdenes de Obama, lo que oyó de un comentarista en Fox News que no aportó prueba alguna y que ya fue suspendido.

Las consecuencias para Trump son serias: las agencias de espionaje e inteligencia de EU iniciaron una investigación a fondo, no de los tuitazos incontinentes y mentirosos de su jefe, sino de los nexos de él con los rusos, y el espionaje que realizaron durante las campañas presidenciales para perjudicar a Hillary Clinton y favorecer a Trump.

Hay numerosos indicios para justificar tal pesquisa, empezando por la actitud casi reverencial que le dedica en exclusiva a Vladimir Putin, al tiempo que maltrata a sus aliados tradicionales como México, Alemania y Reino Unido, que no le han dado ninguna razón para ser insultados y amenazados por el energúmeno y su gente.

Hay otras pistas: la conexión de su efímero asesor en seguridad nacional, Michael Flynn, con agentes rusos durante la campaña, sobre lo que después mintió; su coordinador de campaña, Paul Manafort, contratado por “un billonario magnate industrial ruso para promover los intereses de Putin,” según la AP; y los contactos del desmemoriado procurador de Justicia, Jeff Sessions, con el embajador ruso.

La indagación que ahora inicia el FBI con otras agencias se da después de meses de insultos que les enderezó, primero el candidato y después el presidente Trump, y tiene por fuerza que incluir un aspecto que él ha ocultado esmeradamente: su relación de negocios con Rusia, por lo que ha escondido sus declaraciones de impuestos, a diferencia de sus antecesores.

Es útil recordar que el arrogante hijo de Trump, Donald Jr., presumió en público hace pocos años que “los rusos representan una cantidad desproporcionadamente elevada de nuestros activos” y que “vemos un torrente de dinero proveniente de Rusia” que quiere invertirse en nuestros proyectos, ¿qué pasó desde entonces?

A esto hay que agregar la batalla entre los ideólogos de derecha populista en la Casa Blanca y funcionarios pragmáticos que intentan dotar de alguna congruencia a las ocurrencias de Trump en campaña, para probar que el Presidente cumple con sus promesas a sus electores, salvo que ello es también enorme mentira, como lo acredita su plan para matar el Obamacare, que será destazado por el Senado.

Hay que aprender las lecciones que llevaron al demagogo gringo a la Presidencia de su país y utilizarlas bien para impedir que el demagogo tabasqueño lo emule en México, y ayudar a que ambos se sigan metiendo autogoles que aseguren su fracaso.

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