Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

28 Mar, 2017

Un poco de autocrítica ayudaría porque, aquí sólo hay populistas

Le pido que imagine esta situación: Un país donde, todos tenemos una cualidad que nos iguala: una pierna y un brazo. Una vez hecho esto, le pregunto: ¿Tendría sentido que uno de nosotros, así fuere nuestro gobernante, se lanzare en contra de aquéllos a los que les falta una pierna y un brazo, sólo por esa limitación? ¿Verdad que no?

Pues eso es lo que hacen nuestros políticos —sean gobernantes, funcionarios, legisladores o dirigentes de partido—, al lanzarse en contra de los populistas. En esta tarea, además de contar con el apoyo de los panegiristas oficiales y oficiosos, hay otros nuevos que juegan el papel de idiotas útiles, en el sentido leninista del término.

¿Por qué digo que eso hacen? Por la sencilla razón de que fue aquí, en este sufrido país, en los años treinta del siglo pasado cuando, en una muestra de genialidad y perversidad, Lázaro Cárdenas dio forma a la herramienta de cooptación y manipulación político-ideológica más eficaz, que América Latina ha conocido.

Alumnos de aquél, varios y muy distinguidos tenemos, en esto de cooptar y manipular grandes grupos sociales para, así, llevar a cabo sin la menor oposición, una gobernación populista.

Sin duda, algo le dicen estos nombres: Perón, Velasco Alvarado, Chávez, Maduro, Ortega, Morales, los Kirchner, Echeverría, López Portillo, los Castro, Pérez y Correa entre otros. ¿Verdad que sí? Gobernantes populistas todos.

Éstos, aprendices del gran populista, han encabezado gobiernos populistas. ¿Arruinaron países enteros? ¡Sí, y qué! Sus pueblos, en esos periodos, vivieron contentos por tener en el gobierno a alguien así. ¿Y las facturas? Ya las pagarán las siguientes generaciones.

A partir de Lázaro Cárdenas, ¿alguno de nuestros presidentes en México se salva de ser señalado de populista? ¿Acaso alguno actuó al margen y en contra de esa visión, perversa y dañina de la gobernación? Si sabe de uno, por favor diga su nombre. Uno quizás, pienso, fue el que más se esforzó por ir en contra de esa forma de gobernar, el Dr. Zedillo, sin embargo, al final, el sistema lo derrotó.

Al final del día pues, no exagero, en México, nuestra clase política es, por definición y genética, ¡populista! Unos más que otros; unos modernos, otros anticuados y unos globales y otros aldeanos, pero al final, populistas todos.

Luego entonces, ¿por qué señalar con el dedo flamígero de la hipocresía, a quien hoy la insania le brota por los poros, López, de ser el único populista del país? Podrá ser calificado como el más aldeano, el más ignorante en materia económica y el más cínico encubridor de corruptos, pero no de ser el único populista. Es uno más, no el mejor.

Incluso me atrevería a afirmar, que una muy buena parte de los mexicanos disfruta el populismo; lo goza y es seducido por él. De él se alimenta, y de él obtiene la fuerza y la esperanza para sobrellevar el desastre de país que somos. El populismo lo llevamos en la sangre; nos gusta, nos seduce. 

¿Significa esto, que no lo debemos denunciar ni combatir? De ninguna manera; más que en cualquier otra época, hoy debemos hacer ambas cosas, y hacerlo bien. El populismo, ante señalamientos vagos y sin nombre, se fortalece; por el contrario, son las decisiones correctas en favor de la libertad individual, la mejor arma para combatirlo.

Dejémonos de palabras huecas, sin efecto real alguno; dejemos de prestar atención a los señalamientos de quienes, faltándoles también una pierna y un brazo, critican a los que están como ellos.

No temamos en llamar a López por su nombre, y dejemos las declaraciones cifradas, propias de miedosos. Pasemos a los hechos en favor de la libertad; en favor de leyes que la estimulen y fortalezcan.

Lo otro, fuegos de artificio y búsqueda de votos los cuales, quizás ya se fueron.

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