Marco Gonsen

Memoria Flash

Marco Gonsen

12 Abr, 2017

Bluetooth

Aunque su trayectoria fílmica es la de una one hit wonder, la diva hollywoodense Hedy Lamarr (1914-2000) se ganó la inmortalidad gracias a tres circunstancias: la primera, y más obvia, fue por ser la protagonista principal de Sansón y Dalila, versión cinematográfica del célebre relato bíblico dirigida por Cecil B. DeMille en 1949.

Ése fue, prácticamente, el único éxito verdaderamente taquillero de la actriz nacida en Viena, cuando esta ciudad aún formaba parte del Imperio Austrohúngaro. Aunque de joven sintió vocación por la ingeniería y cursó algunos estudios, la vida la guió hacia el celuloide y en 1933 ocurrió el segundo hecho que le daría fama mundial: fue dirigida por el realizador checo Gustav Machatý en una cinta que pasó a la historia por contener el primer desnudo de una mujer en una película comercial, así como la primera representación de un rostro femenino en el momento que experimenta un orgasmo.

Aquel filme pionero se llamó Ecstasy, palabra que formaría parte del título de la autobiografía de Lamarr, lanzada en 1966 con el propósito de dar nuevo brío a su carrera, pero que más bien provocó escándalo, porque la actriz desautorizó la versión final, redactada por dos ghostwriters que la entrevistaron.

Este libro volvió a dar nota porque el pasado 20 de marzo fue publicado por primera vez traducido al español con el título Éxtasis y yo, a cargo de la firma madrileña Notorious Ediciones, especializada en el séptimo arte. Uno de los plus de esta versión —de acuerdo con la reseña de El Mundo— es el epílogo escrito por el crítico Guillermo Balmori, que recupera una cualidad de la actriz inexplicablemente omitida en sus memorias: su contribución como científica al desarrollo de las comunicaciones inalámbricas.

De hecho, cuando se busca en internet el nombre de Hedy Lamarr, de inmediato aparecen decenas de artículos en los que se le identifica como “la inventora del WiFi”. Y es que en realidad nunca renunció a su vocación por la ciencia, la cual cultivó de manera autodidacta y motivada por el deseo de encontrar una forma de vencer a los nazis. Apoyada por el pianista George Antheil, concibió un sistema para el lanzamiento de torpedos teledirigidos que no pudieran ser detectados por medio de una técnica que hoy se conoce como “espectro ensanchado por salto de frecuencia”, básica en nuestros días para la telefonía móvil, el GPS y el Bluetooth.

El 11 de agosto próximo se cumplirán 75 años de que fue publicada la patente del “Sistema de Comunicación Secreto” presentado por Hedy (en esta ocasión con sus apellidos reales, Kiesler Markey) y Antheil. Una tecnología que, aun cuando tardó en llevarse a la práctica, dio a Lamarr el tercer motivo para ser recordada por siempre. Aquel descubrimiento hizo que el 12 de marzo de 1997 fuera homenajeada por la Electronic Frontier Foundation y su rostro apareció en el número de primavera de ese mismo año de la revista American Heritage of Invention & Technology. En 2014 fue inducida al Salón de la Fama de los Inventores y al año siguiente Google le dedicó un Doodle celebrando el 101 aniversario de su natalicio.

Y aunque su biografía en español presume en la carátula el epílogo titulado “La actriz que inventó el Wi-Fi”, quien reclama para sí su aportación es el Bluetooth Special Interest Group (SIG), que la incluye en la sección “Realidad o ficción” de su página de internet. En torno a la pregunta de si el Bluetooth fue creado por Lamarr, ese sitio web oficial responde que es una ficción... ¡basada en un hecho real! Y acto seguido reconoce que el espectro ensanchado por salto de frecuencia inventado por Hedy es el componente esencial de esta popular tecnología que transfiere datos entre diversos dispositivos y periféricos.

Por cierto, en este mes se cumplen 20 años de la adopción del nombre Bluetooth, a partir de una ocurrencia de Jim Kardach, ingeniero de Intel que narra la historia en un blog del sitio www.eetimes.com. Renuentes en principio, gigantes como Ericsson, Nokia e IBM terminaron aceptando en abril de 1997 el nombre del rey Harald Blåtand (“Diente Azul”), que unificó Dinamarca y Noruega de la misma forma que un estándar inalámbrico de corto alcance enlazaría —según Kardach— las industrias de la computación y la telefonía.

Y fue así como Dalila terminó siendo también la estrella de una historia de vikingos.

                marco.gonsen@gimm.com.mx

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