Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

13 Abr, 2017

¿Por qué no pensar, estos días, en el futuro que nos espera?

No hay duda que, si algo asusta a los mexicanos, es el futuro, y pensar en él. ¿A qué se debe dicha conducta, que a veces raya en el pánico? ¿Será acaso el temor a lo desconocido, que nos ha sido inculcado desde edad temprana? ¿O hay otros factores, fuera de ese espacio personal y privado?

¿Tendrá algo que ver la cultura y visión del mundo que nos ha sido inculcada por el sistema educativo? ¿O el paternalismo y la manipulación política de los cuales hemos sido objeto, prácticamente desde los años del surgimiento y conformación de esa visión perversa que nos impide pensar con libertad, que hemos dado en llamar el cardenismo?

Sean cuales fueren las razones de nuestro temor al futuro, el hecho ahí queda: Adoramos y extrañamos el pasado, y rechazamos porque le tememos, el futuro.

Sin embargo, a medida que la realidad nos ha ido alcanzando, se ha demostrado que el pasado es imposible recrearlo, y que a querer y aceptar o no, debemos prestar atención al futuro, y entender que deberemos construirlo porque, no es como el pasado, que ya está definido y es imposible modificarlo.

El futuro pues, nos asusta porque es algo que deberemos construir; porque es algo personal, de ahí que corresponderá a cada uno forjárnoslo y para ello, habrá que estudiar y trabajar.

Salvo un porcentaje muy pero muy pequeño de mexicanos, podría afirmar hoy, que tiene asegurado su futuro (por razones de índole diversa). El resto, la casi totalidad de los mexicanos, tendremos que construírnoslo.

De ahí que le pregunte, sin rodeo alguno: ¿Ha pensado usted en ello? ¿Ha hecho los preparativos mínimos: asegurar una pensión y el servicio médico para su vejez? ¿Resolvió ya qué hacer con los bienes que posea, muchos o pocos? ¿Y de los servicios funerarios, qué podría decir?

Los puntos anteriores, y muchos más de índole similar, nos causa escozor siquiera pensar en ellos. Sin embargo, en los tiempos que corren y los que vienen —para quienes tenemos más de 50 años—, hacerlo es una obligación si no queremos heredar, en vea de bienes, dificultades.

Por lo anterior, es el título: ¿Por qué no pensar, estos días, en el futuro que nos espera? ¿Y por qué en estos días, y no en otros en el resto del año? Por la tradición misma de la Semana Mayor o Semana Santa.

Al margen de si usted es creyente o no, estos días forman parte importante de nuestra cultura. Son días que van de la holganza abierta e irresponsable de unos, al recogimiento y respeto de las tradiciones religiosas por parte de otros. Es en estos días, así lo veo, cuando hay espacios donde los silencios se dan sin pretenderlo; donde surge el ajuste de tiempo que llaman los políticos.

Es ahí, durante esos silencios y esos ratos de soledad, cuando veo la oportunidad para dedicarle unos minutos a pensar en eso a lo que los mexicanos tememos más: el futuro.

¿Sus hijos, son adultos formados e independientes? Bien, eso le facilita analizar qué piensa hacer con el futuro que aún le queda. Sin embargo, ¿qué tal si sus hijos son niños o jóvenes, y dependen de usted y su ingreso? ¿Les ha asegurado su educación? ¿Y su viuda o viudo, en qué condiciones quedaría? ¿Tiene usted un seguro de vida, y su cónyuge o pareja es el beneficiario?

Quizás lo aburro o molesto, al agregar a su asueto un tema un tanto inadecuado para el descanso que pensaba disfrutar. Estoy consciente de ello; sin embargo, ¿qué mejor descanso puede haber, que tener el futuro arreglado, no únicamente para uno, sino para los que nos rodean?

De ahí que le pida que hoy y mañana, los dos días más importantes para los creyentes —jueves y viernes santo—, o dos días de asueto para los no creyentes, que piense en ese tema que quizás, de tener usted más de 50 años, se ha propuesto prestarle alguna vez atención, pero no se ha atrevido: el futuro.

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