Marco Gonsen

Memoria Flash

Marco Gonsen

3 May, 2017

Zune

Alerta de spoiler: la franquicia fílmica Guardianes de la Galaxia no basa su popularidad en los superpoderes de sus héroes o lo vertiginoso de sus aventuras, sino en el humor ácido con el que interactúan los personajes y la conexión emocional que establece por medio de la música pop.

Dicho lo anterior, espero no arruinar la sorpresa al espectador que aún no haya visto el Volumen 2 de la saga –estrenado en México el pasado viernes– si cuento uno de sus mejores chistes, del que no estoy seguro que todo el mundo haya entendido.

Ésta es la anécdota: el guerrero espacial Peter Quill, de ascendencia humana y mejor conocido como Star-Lord, sufre cuando el villano de la película destruye el Walkman en el que escucha las rolas que le recuerdan a su planeta de origen. En una de las escenas finales, uno de sus aliados le regala un reproductor de MP3, al que describe como la pieza de tecnología más avanzada de la Tierra en ese momento y que tiene la capacidad para almacenar ¡300 canciones! Una maravilla conocida como… Zune.

Es muy probable que la mayoría de los espectadores que ya vieron la cinta (exhibida en 37 países una semana antes de su llegada a las salas estadunidenses el próximo 5 de mayo) haya pensado que Zune es el nombre ficticio para designar un dispositivo semejante al iPod. Serán muy pocos los que hayan captado la ironía sobre el gadget con el que Microsoft inútilmente intentó competir contra el producto musical estrella de Apple, parte de la guerra empresarial que libraron sus jefes, Bill Gates y Steve Jobs.

Lanzado el 14 de noviembre de 2006, Zune apenas pudo lograr en los dos años subsecuentes una participación menor al 5% del mercado de reproductores musicales digitales, según recuerda Walter Isaacson en la biografía de Jobs, quien atribuía ese fracaso al hecho de que la gente de Microsoft “realmente no ama la música”.

Quizá la explicación sea más compleja. Al menos en el papel, el Zune tenía atributos con qué competir. Por 249.99 dólares ofrecía un equipo con transmisión inalámbrica para compartir música, imágenes y grabaciones caseras de un Zune a otro Zune. Contaba con un sintonizador de FM incorporado y una selección de canciones y videos precargados de artistas como 30 Seconds to Mars y Paul Oakenfold.

Otra de sus innovaciones era el Zune Pass, una membresía que costaba 14.99 dólares mensuales y permitía escuchar y descargar canciones en el reproductor de Microsoft –además de PC y XBox– de entre un catálogo de millones de temas con que contaba el Zune Marketplace, disponibles el tiempo que se pagara la suscripción. Una fórmula para conocer música nueva que no existía en Apple.

“Ofreceremos no sólo un dispositivo, sino una experiencia social compartida que será moldeada por el imaginario colectivo de los consumidores”, dijo en el comunicado de lanzamiento Chris Stephenson, responsable de mercadotecnia de Zune.  Me temo que ese propósito se quedó nada más en el imaginario: sólo una vez vi un vendedor callejero que ofreciera una funda para Zune, y apenas si conozco un par de personas que presumían poseerlo.

Además de la razón esgrimida por Jobs, es claro que la rocola portátil de Gates llegó cuando el iPod ya le llevaba cinco años de ventaja. Su función inalámbrica palideció apenas unos meses después, cuando salieron a la venta el iPhone y el iPod Touch, dotados ya con internet. Y dos años después surgió Spotify, que popularizó el modelo de acceder a millones de melodías sin necesidad de comprarlas, por medio de una cuota mensual.

Tampoco funcionó que Microsoft recurriera a la firma Lexicon Branding, creadora de los nombres de marca BlackBerry y Pentium, para bautizar el aparato. David Placek, CEO de esa empresa creativa, explicó al sitio SFGate que se buscó inventar una palabra que le diera personalidad propia al producto y lo diferenciara de su muchísimo más conocido competidor.

Así, “Zune” surgió de una mezcla de factores: la convicción de que debiera pronunciarse en una sola sílaba (y no dos, como el iPod); que tuviera siete o menos letras; su parecido fonético con el vocablo “tune” (tonada), con el cual rimaba, y el zumbido divertido de la letra “z” que le daba un aire de irreverencia acorde con su intención de conquistar al público juvenil.

Descontinuado completamente en todos sus servicios desde noviembre de 2015, el Zune al menos ya encontró un lugar entre las estrellas.

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