Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

9 May, 2017

¿Podría Macron concretar las reformas propuestas?

Una vez que el polvo de la victoria de Emmanuel Macron en la segunda vuelta empieza a asentarse, conviene empezar a pensar en lo que veremos en las próximas 5 o 6 semanas porque, como usted debe saber, las elecciones para definir la composición de la Asamblea Nacional se llevarán a cabo este 11 y 18 de junio.

Si bien el vencedor en ambas vueltas es presentado como independiente, convendría conocer algo más de su trayectoria en el servicio público para valorar correctamente dicho adjetivo. Es claro, para quien haya seguido el proceso que hace dos días terminó, que Macron formó un Movimiento —En Marche!— el cual, legalmente, no es un partido político, pero en la práctica lo fue y lo es.

De ahí pues, que la pregunta del título debería ser corregida para quedar así: ¿Podría Macron concretar las reformas propuestas, únicamente con su movimiento? La respuesta sería una negativa rotunda. Para lograr, deje usted la aprobación tal cual de las reformas que pretende, sino su discusión en un ambiente receptivo en la Asamblea Nacional deberá, primero, obtener un número no despreciable de victorias —del total de las 577 posiciones en juego—, este 11 y 18 de junio.

Con ese número, de alcanzarlo (¿cuál sería?; ¿115 a 125 diputados?), estaría en una posición tal, que la negociación con las otras fuerzas sería, si no más fácil, sí menos difícil. Por otra parte, dado el carácter de algunas de dichas reformas, se antoja que en algunos casos alcanzar un consenso sería una tarea casi imposible.

De las cinco reformas prioritarias, dos son las que seguramente generarán la mayor oposición y enfrentamientos más duros en la Asamblea Nacional. Una es la Reforma del Código del Trabajo, y la otra, Simplificar la vida de las pequeñas empresas. Y por si hiciere falta, podría agregar una tercera para molestia de Marine Le Pen: Favorecer un impulso de la colaboración Franco-Alemana.

A lo anterior habría que agregar, problemas como el sistema de pensiones y la elevación de la edad mínima para pensionarse —hoy, 62 años—; lo que tiene que ver con la sustentabilidad de una serie de beneficios sociales, y una nueva visión del papel del Estado y su nivel de gasto como porcentaje del PIB, entre otros temas espinosos.

¿Cuál es el mérito, o lo atractivo y sorprendente del papel jugado por Emmanuel Macron como candidato a la Presidencia de Francia? Haber hablado con la verdad; haberlo hecho sin el menor eufemismo, de la necesidad de enfrentar y empezar a resolver el anquilosamiento del aparato estatal francés, de sus sobrepobladas estructuras y la falta de competitividad de su economía en un mundo globalizado y economías abiertas.

Esto, para decenas de millones de franceses, es herejía; de entrada, inaceptable. ¿Cómo es eso de que deberá modificarse el Código del Trabajo, para facilitar la contratación y el despido? ¿Y eso de elevar la edad mínima para el retiro, de los actuales 62 años a, quizás, 65 o más? ¿Cómo que pretenden reducir el número de empleados públicos en 120 mil?

¿Y también, que implica eso de abrir más la economía para elevar su hoy caída competitividad? ¿Y colaborar con otros países de manera más extensa y profunda en materia de seguridad y combate al terrorismo?

¿Sería posible, deje usted aprobar, discutir siquiera con los sindicatos de manera civilizada, esos y otros temas relacionados? ¿Y la educación? ¿Qué hacer con ella si todo el mundo coincide en su baja calidad? ¿Mantenerla como está o, como aconseja el sentido común, hacer ajustes profundos a toda la estructura y actualizar contenidos?

A ver, diría más de un francés: ¿Elegimos a Emmanuel Macron para gobernar o para llevar a cabo otra revolución? En Francia hoy, para tratar de gobernar eficazmente, eso es lo que habría que hacer, una revolución.

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