José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

19 May, 2017

Solipsistas al timón

En los últimos días han ocurrido hechos significativos en México y en EU que ameritan un análisis prolijo. En Washington, se aceleró el colapso de Donald Trump, cuya crónica he hecho en columnas recientes, con la revelación que filtró información secreta a los rusos y que pidió al director del FBI, al que luego cesó, cancelar la investigación sobre el papel de Rusia en su campaña.

En la visita a la Casa Blanca de Serguéi Lavrov y Serguéi Kislyak, ministro de Relaciones Exteriores y embajador de Rusia en EU, respectivamente, que ocurrió a petición de Putin, Trump no tuvo empacho en compartir secretos de Estado que ponen en peligro a Israel, aliado de EU.

¿Qué hizo Trump ante la indignada reacción que siguió al conocerse los hechos? Doblar la apuesta al decir que él estaba en su derecho de compartir cualquier información con quien quisiera, y que corrió al jefe del FBI por “el asunto ruso.” Esto me lleva a concluir que padece un caso de solipsismo extremo en el que una realidad objetiva no existe, pues es creada por él cada vez que abre los ojos.

Trump no tiene el menor respeto por hechos que él no haya inventado y lo que dice es cierto porque lo dice él y nada más. De ser correcto el diagnóstico, Trump no es un mentiroso patológico como muchos creen, sino que vive en una realidad aparte que existe sólo en su mente.

Uno de sus problemas es que con frecuencia olvida lo que había dicho antes, por lo que su verdad va cambiando con las circunstancias del momento, por lo que es un hecho cotidiano hallar contradicciones entre lo que dice hoy frente a lo que dijo ayer.

Esto elucida las “verdades alternativas” con las que su staff trata de explicar sus dichos, con frecuencia incoherentes, y las “noticias inventadas” que le atribuyen a la prensa seria, porque cualquier cosa que él no crea en ese instante es, por definición, falsa, aunque él mismo la hubiera creído y defendido antes.

Algo parecido le pasa a López Obrador: no hay verdad que no sea su ocurrencia última o la repetición ad-nauseam de sus obsesiones perennes con la mafia del poder que le robó sus legítimas victorias; el PRIAN, que hoy ha sumado al PRD que les hace el juego, pues ya se corrompieron y no le dan su apoyo incondicional; sólo él es incorrupto e incorruptible, lo que garantiza que su gobierno sería inmaculado.

Al igual que Trump, que ha evitado celosamente revelar sus declaraciones de impuestos, de López no sabemos de qué vive desde que dejó la jefatura de Gobierno del DF hace 12 años y su declaración de 3de3 es de risa loca: no tiene una sola propiedad, cuenta bancaria o tarjeta de crédito, ¡y presume de honesto! ¿Cómo combatirá el crimen organizado AMLO? Cuando él ordene que “todo el mundo tenga un ingreso digno, ya nadie necesitará robar.” “Somos políticamente indestructibles por nuestra honestidad” —usando el plural mayestático del que tanto gusta—, cuando recién vimos videos de una aliada recibiendo millones para su líder.

Con el más depurado populismo que desprecia la democracia representativa y las instituciones republicanas, AMLO y Trump se ostentan como los representantes auténticos del “pueblo” al que están conectados por una especie de cordón umbilical que sólo ellos ven.

Ambos admiran a los autócratas: Trump a Putin, al turco Erdogan, al sórdido filipino Duterte y hasta al repugnante Kim Jong-un de Norcorea, mientras que AMLO es un devoto de Chávez y Maduro, de Fidel Castro y del Ché Guevara —llamó al hijo menor Jesús Ernesto por Jesucristo y por El Che, ¡cursi además de demagogo!

El solipsismo es un mal grave para quienes lo padecen y peor para los pueblos que lo sufren en dirigentes afectados por él. Por fortuna, la inercia para remover a Trump crece y AMLO no ha sido elegido.

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