Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

20 Jun, 2017

Ahora seguirá allá, lo que aquí no nos hemos atrevido a hacer

Los resultados de la segunda vuelta de las elecciones legislativas en Francia –anteayer, domingo 18 de junio–, si bien ratificaron lo que Emmanuel Macron ha venido a representar para el futuro de Francia, hay que decir que las expectativas de obtener 390 diputados que todas las casas encuestadoras habían planteado para su partido y aliados –La République en Marche y Mouvement Démocrate–, no se cumplieron.

Hoy, los 350 diputados obtenidos constituyen, sin duda, un triunfo que nadie debe regatearle a quien todavía, hace poco, era un desconocido para la casi totalidad de la clase política francesa.

Ese número de diputados, si bien no les permitió alcanzar la mayoría calificada –385 de 577, que les habría permitido modificar la Constitución sin requerir el concurso de otro partido–, representa la mayoría absoluta la cual, para obtenerla, únicamente se requieren 289 diputados.

Hoy en Francia, con los resultados de la elección presidencial y los de las legislativas, Emmanuel Macron y su partido –La République en Marche– junto con los aliados del Mouvement Démocrate, controlan la Asamblea Nacional, hecho que les confiere un muy buen margen de maniobra para empezar a plantear las reformas propuestas durante la campaña.

Lo logrado pues, dígase lo que se diga, es un logro no menor del que se atrevió a romper una serie de paradigmas en materia electoral en un país donde, el sistema político, para decirlo en palabras del propio Macron, está osificado.

¿Qué sigue ahora? La parte más difícil de toda gobernación, al margen del país del que se trate. ¿Qué hará Macron ante el panorama que se le presenta en la Asamblea Nacional? ¿Qué construirá para lograr otro triunfo en la elección senatorial de sus dos terceras partes, este septiembre?

Los extremos en la Asamblea Nacional, si bien tienen números que dan vergüenza, podrían hacer mucho daño porque, al menos eso es lo que dejaron ver el domingo por la noche, se opondrán desde las calles al Modelo Macron en materia de reformas.

Hasta aquí, Francia y sus elecciones, y Macron y su triunfo. Vayamos ahora a nuestro país, y tratemos de ver qué posibles enseñanzas –si las hubiere–, podrían sernos de cierta utilidad.

La primera enseñanza, más que evidente, nos dice que dejemos de andar ilusionándonos con esa tontería de encontrar al Macron mexicano.

La segunda, que debemos trabajar de aquí al comienzo de las campañas del año 2018, en explicar la urgente e imperiosa necesidad de hablar con la verdad al elector. En la medida que persistamos en el uso de ese lenguaje perverso y plagado de mentiras, lo de por sí complejo podría agravarse.

La tercera, tomar en cuenta que, hablarle con la verdad al elector, no necesariamente significaría pérdida de votos, tanto para el candidato como para el partido que lo hiciere. De hacerlo correctamente, acompañado ese discurso con el porqué de la situación descrita de manera cruda y sin eufemismo alguno, es mi opinión hoy, los electores podrían entender la justeza de planteamientos donde la verdad sustituiría a la mentira y a las promesas imposibles de cumplir.

¿Qué piensa al respecto? Es más, ¿cómo reaccionaría usted, si un candidato le hablare con la verdad, y le dijere lo que somos y cómo estamos? ¿Le molestaría un discurso así? ¿Rechazaría que un candidato le dijere lo que para usted es la vida cotidiana?

Este discurso tendría consecuencias; la primera, que el que lo usare debería complementarlo con los cómo correspondientes porque, no bastaría como ahora, que todo se va en puros qué, sin mencionar los cómo, menos aún los con qué.

Por lo demás, no se trataría, con este discurso realista, de flagelarnos sino de provocar en el elector, un alejamiento de la hipocresía y la mentira electorales para, responsablemente, empezar a hablarnos con la verdad.

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