Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

22 Jun, 2017

¿Y a usted, no lo espiaron? Lo siento, quizás sea un Don Nadie

No pocos de nuestros distinguidos opinantes y más aún, no pocos de nuestros sedicentes intelectuales se debaten hoy, en un conflicto existencial de graves consecuencias. ¿Cuál es ése? ¿Acaso perdieron la jugosa beca, o no satisficieron los requisitos para seguir en el Sistema Nacional de Investigadores? ¿Les cancelaron la estancia postdoctoral en esa universidad de prestigio?

No, es algo más serio y delicado: No han sido espiados por los aparatos de inteligencia del Estado. ¿Se imagina el desprestigio en el que están hoy? Llegan a casa, y el reclamo brota a grito abierto: ¡Eres un inútil! ¿Cómo te pones a decir que no te espiaron, que no te enviaron un mensaje donde te decían que te ponía los cuernos? Bien me lo decía mi madre, eres un bueno pa’nada.

Por favor, a los que se encargan de esas labores no tan secretas, espíen a centenas de investigadores, líderes de opinión, defensores de esto o de lo otro porque, de no subsanar esa falla, la intelligentzia mexicana, cualquier cosa que signifique, vería mermadas sus capacidades creativas y por supuesto, la generación de conocimiento.

Mire usted; no soy un cínico que nada sabe de eso que hoy, algunos muestran ufanos; tampoco pertenezco a ese grupo que afirma que el gobierno mexicano, quiere saber todo de todos. Entiendo sí, que en los tiempos que corren, los avances de la ciencia y la tecnología permiten, no únicamente a gobiernos sino también a empresas y personas que así lo deseen, enterarse de lo que algunos hacen y dicen.

¿Es nueva esta práctica? Pienso que no; lo nuevo son los recursos utilizados. Desde tiempo inmemorial, con métodos rudimentarios, gobiernos y actores diversos de la sociedad, han hecho hasta lo imposible por enterarse de lo que piensan, dicen y hacen los gobernados, y los adversarios políticos; también la competencia empresarial, y las esposas y amantes.

¿A qué se debe entonces la indignación vista aquí, a raíz de la publicación del reportaje de The New York Times? ¿En verdad el país entró —como consecuencia de ella—, en una espiral descendente hacia la debacle? ¿Acaso piensan, con esa ingenuidad de quienes subestiman al Estado —aquí y en China— que, con esas acusaciones y señalamientos, las actividades que denuncian y condenan van a cesar? ¡Qué poco saben del Estado!

Por otra parte, no entiendo el sentido y utilidad de escuchar los gritos de este conductor, o los golpes de karate que aquella comunicadora le propina al idioma español. ¿Acaso lo tiene el escuchar los lugares comunes acerca de la corrupción, de aquél cuya voz es ya un tormento, más doloroso que los que solía aplicar la DFS en los años del Dorado Autoritarismo?

Por otra parte, al leer las declaraciones de quienes afirman fueron espiados, y conocer los mensajes que les fueron enviados en calidad de carnada, no puede uno menos de sentirse seguro ante tanta incapacidad de quienes, lo único que demuestran, es que son unos inútiles y tontejos.

¿Quién en su sano juicio pensaría que un gobierno con personal tan inepto, podría ser una amenaza a alguien o a algo? ¿Acaso le temen a una caterva de idiotas, que ni siquiera son capaces de elegir bien a los espiados? ¿No se han dado cuenta que esos espías, ni siquiera en La Armada Brancaleone los aceptarían?

Los espiados, aceptémoslo, ya tuvieron los 15 minutos de gloria que pronosticó McLuhan. Regresen a trabajar y, Si no quieren que otro se entere, ni lo piensen siquiera. En lo que se refiere a las infidelidades del cónyuge, recuerden lo que cantó el filósofo Juan Gabriel: El que busca encuentra; en consecuencia, mejor dejen las cosas así, no vaya a ser que sí.

Por lo demás, parece que tiene más poder de convocatoria un atropellado que los espiados. Lo dicho, nada somos.

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