David Páramo

Análisis superior

David Páramo

22 Jun, 2017

¿Ya se rindieron?

Uno de los errores más graves que ha cometido la administración de Enrique Peña Nieto es la pésima comunicación que han tenido sobre la marcha de la economía, lo que ha permitido que mitos y mentiras sobre ella se hayan convertido en creencias ampliamente extendidas entre amplias capas de la población.

Ayer, Alan Godínez salió temprano a comer para seguir, al filo de la silla, a un grupo de deportistas que concentran gran parte de la mexicanidad, pero se dio tiempo para quejarse de la falta de empleo (no importa que el número de afiliados al IMSS ronde el medio millón en lo que va del año) y de los bajos salarios e hizo una mueca de desprecio cuando alguien mencionó productividad, puesto que él pasa un chorro de horas en la oficina.

Luego se molestó por lo caro que está todo mientras pagaba la cuenta, que incluyó botanas y bebidas coquetas; envió memes contra el otro Osorio y revisó ansiosamente sus redes sociales (obvio, se sumó a alguna causa socialmente correcta como quejarse del racismo en un estudio que, obviamente, no leyó del Inegi, pero le dijo naco al del valet parking). Ese teléfono que usa masivamente para quejarse del fracaso de las reformas estructurales sin darse cuenta, por ejemplo, de que los precios de la telefonía han caído más del 40 por ciento.

Ayer, Alan Godínez andaba especialmente molesto, no sólo porque la FIFA impide que se hagan gritos homofóbicos que él considera parte del folclor nacional, sino también porque medio se enteró (ya ve que él y sus amigos se informan indirectamente por fuentes como el Facebook o Twitter, pero no a través de los medios correctos sino de comentarios, muchas veces de anónimos) de que cree en otro mito. Tal vez no lo expresó así, pero sí resultó que la cifra no le cuadraba.

Para él y sus amigos, la economía mexicana se encuentra en franco deterioro. Algunos creen, por ejemplo, que la inflación es la más alta de la historia y son incapaces de informarse. Otro más está convencido de que la pobreza sigue creciendo en el país y, no pocos, que Peña Nieto es el peor Presidente de la historia.

No entiende mucho del crecimiento del PIB, pero no sólo les parece bajo sino que el país está en crisis. La recuperación que ha tenido el peso de más del 20% en lo que va del año le parece poco y sigue creyendo en el tipo de cambio fijo o que la relación peso-dólar tiene que ver con decisiones del gobierno federal.

Ayer se dio a conocer el Índice de Progreso Social 2017, en el cual se miden necesidades humanas básicas, fundamentos de bienestar y oportunidades bajo 50 rubros diferentes. México se ubica en el lugar 48, de 128 naciones, en niveles de bienestar, superiores a los que tienen naciones como Rusia o China. Obviamente, trató de encontrar algunos “argumentos” como el que Estados Unidos es el lugar 18 en esta misma medición.

ESTRATEGIA

Es cierto el proverbio latino que dice quod volimus credimus libernter (que se puede traducir como creemos lo que queremos creer); sin embargo, parecería que el gobierno no ha hecho suficiente no sólo para encontrar el modo de romper la moda de criticar al gobernante en turno, sino que se pueda hacer un análisis correcto de lo que sucede con la economía nacional.

Hay una suerte de miedo o vergüenza de reconocer y promover que, en términos económicos, ésta es una de las mejores administraciones de la historia del país. Es falso que el desarrollo estabilizador y, mucho menos, el populismo de la década de los setenta (al que algunos quieren volver), hayan sido mejores tiempos para los mexicanos.

En algunas ocasiones el gobierno, a través de diversos funcionarios y el propio Presidente, han hecho algunos intentos, las más de las veces muy tímidos, para documentar no sólo la buena marcha de la economía, sino también el impacto de las reformas estructurales.

Hay quienes dicen que Peña Nieto y algunos de sus colaboradores lo ven como una suerte de batalla perdida, puesto que el verdadero impacto de las reformas estructurales en la economía se registrará plenamente en una década y que la gente está muy poco dispuesta a modificar sus creencias.

Sin embargo, hay un problema verdaderamente serio. Si Alan Godínez y sus amigos, tan desinformados como convencidos de la crisis, no tienen información correcta, el año que entra podrían votar por alguna opción populista que parezca ser una solución mágica para salir de la crisis que únicamente existe en su imaginación.

Esto haría no sólo que el buen gobierno y las reformas estructurales que impulsó se desmoronaran, sino que, además, los avances de más de 20 años se perdieran y México entrara en una ruta hacia el desastre, como la de Venezuela.

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