David Páramo

Análisis superior

David Páramo

26 Jun, 2017

Profesor de yoga

Las empresas automotrices están cometiendo un error verdaderamente grave: No darse cuenta de que esta época de vacas gordas no es eterna y los pecados de descuido comienzan a volverse una costumbre.

Ciertamente, siguen imponiendo marcas de producción y ventas; sin embargo, mantener ese ritmo resulta sumamente difícil y, peor aún, si no se dan cuenta del fin de los ciclos en los que han estado durante las últimas décadas.

Gran parte de las ventas de automóviles está fundamentada en los créditos, los cuales son otorgados por la banca (que sí ha entendido la importancia de mantenerse competitivos y buscando retener y atraer nuevos clientes. Es discutible qué sector de la economía ha invertido más entre el automotriz y bancario, lo que es un hecho es que el segundo es mucho más competido) a una generación de clientes que no tenía acceso a los sistemas financieros.

La venta de autos nuevos entrará pronto en una suerte de remisión, puesto que los consumidores optarán por retener vehículos para atacar nuevos créditos, como son los hipotecarios, o para mejorar las condiciones de su vivienda.

Sin embargo, parecería que la industria automotriz no se ha dado cuenta y sigue dependiendo de las ventas que vienen impulsadas por crédito, no por una estrategia de armadoras y distribuidoras para atraer a los clientes.

Básicamente no hay diferencia entre una y otra empresas. Vendedores subpagados que están más cerca de ser despachadores de vehículos.

Si hace un recorrido por agencias, encontrará que el grupo dominante está integrado por personas poco motivadas, godínez, que conocen poco los productos que ofrecen y esperan que el cliente venga automotivado para comprar y pueda apegarse a las normas de la agencia.

Agencias como Mazda, en las que los vendedores presionan a los clientes “porque la de la caja ya se va a comer”, hasta vendedores que no tienen elementos en General Motors para explicar por qué el Camaro pasó de ser un muscle car a un yoga car.

En la primera de estas agencias ponen entre los derechos de los clientes una llamada para que ellos midan la calidad de su servicio o algo así. Algo que le sirve a la empresa para no hacer nada, lo venden como el derecho, cuando, evidentemente, es una molestia para el cliente.

Pero eso sí, ponen cualquier cantidad de trabas burocráticas para entregar la factura original, como no permitir enviar a un mensajero.

En el caso de General Motors, es patético ver la caída en la calidad de sus productos.

He sido un comprador de vehículos musculosos durante los últimos 15 años de mi vida. Recientemente, estuve en una agencia de esta armadora para ver el Camaro y difícilmente pude tener una peor experiencia.

No me detendré en el vendedor que hizo su mejor esfuerzo. Entre sus atributos de venta me contó que habían cambiado su lugar de fabricación (¿A quién carajos le importa dónde fue hecho?) o que le habían quitado 4 centímetros, lo que es evidente, puesto que sus espacios interiores recuerdan al Renault 5.

El viernes, en mi sección dentro del noticiario de Grupo Imagen dije que un muscle car debe parecerse a Thorb Björnsson (La montaña de Game of Trones) o a Dwayne The rock Johnson. Sin embargo, el Camaro nuevo se parece mucho más al yoga teacher.

Los problemas, evidentemente, no están sólo en el piso de ventas, donde los gerentes siempre están ocupadísimos como para atender a los consumidores.

Las páginas de internet de la mayoría de las armadoras están más preocupadas en amarrar al cliente de una manera burocrática, puesto que no en pocos casos se tienen que llenar larguísimos formatos en los cuales se tiene que dar mucha información y contactar citas, que en no pocos casos jamás se concretan o hay que hacer algo muy parecido a rogarles.

La estrategia comercial de las armadoras difícilmente podría ser más patética. En los pisos de venta todos creen que poner edecanes o algo parecido atrae clientes o andar ofreciendo palomitas o alguna otra cosa similar.

Desde el punto de vista de la mercadotecnia y la publicidad, la situación también es patética. Los expertos creen en anunciarse en los mismos lugares de siempre porque no tienen ganas de hacer esfuerzo en buscar las mejores alternativas para la venta de los vehículos.

Los anuncios son, salvo contadas excepciones, algo que intenta ser de aspiraciones o sentimientos cuando, en realidad deberían dar elementos objetivos.

Las empresas armadoras deben considerar, seriamente, que aquellos que no se adapten a los cambios que están por venir en el sector, mucho más temprano que tarde, tendrán muchos problemas.

Para las empresas automotrices está por comenzar un punto de inflexión y quienes no se adapten van a sufrir. Hoy es el momento de que tengan una nueva actitud.

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