Edgar Amador

Edgar Amador

3 Jul, 2017

El petróleo mete la reversa

La semana pasada vio el cierre del primer semestre del año, y muchos hacen un corte de cómo han ido las cosas.

Pero si usted se dedica a vender petróleo, entonces, tuvo un mal semestre, pues luego de alcanzar un máximo en febrero, lo que despertó entusiasmo y alegría respecto de la capacidad de los productores tradicionales de petróleo para fijar precios, el precio del barril se desplomó a partir de entonces y al cierre del semestre se encontró más de 21% por debajo de ese máximo.

Detrás del desplome de los petroprecios subyace un desarrollo asombroso: los productores de petróleo ya no son únicamente aquellos que tienen campos, sino aquellos que cuentan con la tecnología para exprimir pozos ya secos y dados por perdidos.

Disponibilidad de petróleo y tecnología, eso es lo que se necesita para producir hidrocarburos estos días. Y lo que los mercados mostraron este último trimestre es que al menos en el corto y mediano plazo, la tecnología es más importante que la dotación de recursos.

Los ingenieros lo han sabido desde siempre: un pozo seco no es tal, sino que el exprimir la última gota ha dejado de ser económicamente viable.

Pero de una década para acá los Estados Unidos inventaron la tecnología para exprimir lo que quedaba en los campos viejos a un costo casi tan competitivo como el que enfrentan los campos más jóvenes del Golfo Pérsico y otras latitudes.

El efecto que la aplicación de dichas tecnologías (shale oil) sobre el mercado ha sido tremenda: acabó alrededor de 2013 con un muy largo ciclo de precios altos incrementando la oferta disponible y convirtiendo a Estados Unidos en un exportador luego de décadas de ser el mayor importador neto de crudo.

Los productores de shale oil estadunidenses sacudieron al mercado petrolero en una forma inesperada e inusitada, dejando perplejos a los tradicionales controladores del mercados (países árabes, Venezuela, Rusia y Noruega) y despojándolos de las estrategias que en cierta medida les habían servido para modular el mercado desde la crisis de los setenta.

El flujo continuo e imparable de shale oil al mercado enfureció al mayor jugador del mercado: Arabia Saudita, quien se negó durante meses a recortar la producción y dejarle el mercado a los mavericks estadunidenses que súbitamente se convirtieron en los grandes exportadores. Arabia mantuvo los precios muy bajos durante un periodo muy largo de tiempo con el fin de aplastar al shale oil, cuyos costos son mayores que los suyos, hasta sacarlos del mercado. O eso creyó.

Si, en efecto, los shale oil, muchos, no pudieron seguir produciendo con los precios bajos y salieron del mercado. Pero muchos, los suficientes, aguantaron y se quedaron.

Y una mezcla de tecnologías mejoradas y apoyo financiero continuo les perimitió hibernar y sobrevivir.

Y cuando Arabia y sus aliados recortaron producción y los precios subieron, los shale oil estaban allí listos para volver a producir, a menores costos, con redes más eficientes, y con el apoyo de los Republicanos.

La producción de crudo de Estados Unidos se aproxima ya a los diez millones de barriles diarios y Libia y Nigeria, que dejaron de bombear debido a problemas políticos y técnicos, están regresando al mercado, erosionando la capacidad de la OPEP para regular la oferta y mantener precios altos.

Los inventarios de crudo no han hecho más que subir en los últimos meses, así que la única manera de acomodar la producción extra será reduciendo los precios.

Lo anterior significa una cosa: que el mercado casi monopólico, modulado por la OPEP, ha sido fracturado casi definitivamente por la disrupción tecnológica. 

El acuerdo petrolero de la OPEP concluye en 2018, fecha en la cual aquellos productores que han contenido su producción y que han visto cómo los vaqueros del shale oil les comen el mercado decidirán si siguen contenidos o si por el contrario, bombean más petróleo de nuevo para sacar al shale oil de sus dominios.

Si eso ocurre, entonces, el precio del crudo puede desplomarse de nuevo en 2018, afectando las monedas de aquellas economías que dependan de esa materia prima para sus balanzas de pago.

Lo impresionante es lo poco que duró este mercado alcista y hasta dónde llegó.

No se acercó remotamente siquiera al pico anterior de los 100 dólares y no se extendió por más de un año a pesar de contar con el apoyo de la OPEP y Rusia.

El petróleo ya no es lo que era antes, sin duda.

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