Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

18 Jul, 2017

¿Qué esperar de lo que vemos hoy?

Sin duda, en concordancia con una de las tres maldiciones chinas (Ojalá te toque vivir tiempos interesantes), México hoy, particularmente su clase política, está viviendo tiempos interesantes.

¿Quién podría negar que en los tiempos que corren, las decisiones equivocadas tomadas desde hace 40 o 50 años, nos entregan sus mejores y más suculentos frutos? Al margen de si fueron resultado de la corrupción incontrolable y la incapacidad en la gobernación, o la falta de oficio político de quienes nos gobernaron durante un buen número de decenios, lo que verdaderamente importa de dichas políticas, es que su diseño y definición —así como su puesta en práctica— fue un interminable rosario de errores por los cuales, ¿alguien lo duda?, pagamos un altísimo precio.

¿Y qué decir de las políticas públicas del actual gobierno, que poco a poco ve en el horizonte el sol que ya empieza a ocultarse? Con ligeros matices y dos o tres excepciones que vienen a confirmar la regla —tanto en materia de políticas públicas como de funcionarios—, estamos ante casi cinco años de más de lo mismo con una salvedad, la cual es obligado señalar: Los niveles de corrupción vistos y padecidos han rebasado los peores pronósticos que algún malqueriente jamás pudo haber imaginado.

Aclaro que cuando digo niveles de corrupción, no me refiero, únicamente, al enriquecimiento ofensivo de no pocos —tanto en lo que se refiere al monto como a la velocidad con lo cual lo alcanzaron—, sino a lo que podríamos llamar, los intangibles de la corrupción.

Si bien la seducción que ejercen lo anecdótico y la corrección política nos lleva —al igual que ayer y anteayer—, a culpar de todo al gobierno en turno y a sus políticas implantadas en materia económica y política —para no hablar de otros temas—, la verdad es otra. Si fuéremos un poquito objetivos, entenderíamos, y así lo diríamos y aceptaríamos, que lo padecido hoy es resultado de la obra de varios gobiernos desde, cuando menos, los años setenta del siglo pasado.

Muchos de los más furibundos críticos de este gobierno y del anterior, y del anterior a éste y así hasta el principio de los tiempos, se regodeaban y regodean en culpar de todo lo malo, al que está al frente del Poder Ejecutivo en cada sexenio. ¿Eso quiere decir, para poner las cosas de otra manera, que México era todo felicidad, desarrollo y crecimiento, así como equidad en el gobierno anterior, y el actual vino a descomponer todo? Vaya forma tan pedestre de analizar las cosas.

¿Qué esperar de lo visto y padecido hoy? ¿Más de lo mismo? Sí, pero peor. Más corrupción, pero más burda y ofensiva; más incapacidad, pero más dañina, adosada de una soberbia pocas veces vista; más falta de oficio político, pero con muestras de añoranza de los años del dorado autoritarismo. Esto, en la parte que podríamos llamar la gobernación.

¿Y qué esperar de la intelligentzia mexicana? ¿Más análisis? Sí, pero más ideologizado con base en los clichés acedos y caducos de los años sesenta del siglo XX; más propuestas, pero carentes de toda viabilidad, tanto financiera como estructural; más propuestas de un aparente cambio, que en realidad es muestra del peor conservardurismo, propio de quienes añoran el antepasado y renuentes a entender y aceptar que México, y el mundo, viven hoy en el siglo XXI, no a fines del XIX o en los albores del XX.

¿Qué dicen y hacen los 22 que buscan la candidatura presidencial apoyados por uno u otro partido, o la vía independiente? Prácticamente todos, lo que hacen —uno desde hace años, otros desde hace meses y no pocos desde hace algunas semanas—, es verse el ombligo, y pensar que ahí está México y sus problemas.

¿Un mejor futuro con los que gobiernan —no tome esto en el sentido literal, sólo es una identificación—, y con los que quieren gobernar? Por favor, responda usted.

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