La llamada y el TLCAN

¿Qué nos dice la transcripción de la llamada telefónica entre el Presidente de Estados Unidos y el de México de cara a la renegociación del TLCAN?

En primer lugar nos dice que se ha dado una gran labor para lograr que en 171 días la postura del gobierno de Trump haya evolucionado, de buscar imponer aranceles a las mercancías mexicanas, a establecer un objetivo racional de negociación trilateral del TLCAN con México y Canadá.

La llamada del 27 de enero hace evidente que el presidente Donald Trump adoptó una postura extrema para lograr que el Presidente de nuestro país suavizara la posición con respecto a que México no pagará el muro. Es probable que Trump realmente no tuviera contemplado aplicar aranceles a las mercancías mexicanas de manera unilateral, aunque tratándose de alguien tan volátil no se puede descartar del todo. Un buen ejemplo de la dificultad que tiene el presidente Trump para medir las consecuencias de sus ocurrencias fue el despido del director del FBI, James Comey, o la contratación y posterior despido en diez días de Anthony Scaramucci. La postura de Trump en la primera semana de su gobierno reflejaba un resorte básico que es la necesidad de cumplir las promesas que le hizo a su base de votantes en relación con México y que, en esencia, fueron dos compromisos: construir un muro y aplicar aranceles para contrarrestar el déficit comercial, todo ello filtrado por el tamiz de su condición narcisista. Por ello, considero que no es un logro menor que la postura presentada por el titular de la Representación Comercial de Estados Unidos, Robert Lighthizer, contuviera en sus 17 páginas un marco de referencia racional y no tan extremo para la renegociación del TLCAN.

El trabajo de ayudar a la evolución de dicha postura es la suma de varios factores, en primer lugar, y sobre todo al inicio, la visión que tuvo Luis Videgaray para construir una buena interlocución con Jared Kushner y luego para traducirla en beneficios concretos ya como canciller. En segundo lugar, el trabajo que ha realizado el sector privado, principalmente a través del Consejo Coordinador Empresarial (CCE), que encabeza Juan Pablo Castañón, para organizar y articular los vínculos que unen a los empresarios de México y Estados Unidos. La moderación de la postura de la administración de Trump no se puede explicar sin el papel que ha jugado Moisés Kalach, desde el CCE, para estructurar un mapa completo que permite planificar una estrategia para apelar a los agentes económicos de la Unión Americana que se verían seriamente afectados en caso de  un rompimiento comercial con México. En tercer lugar, hay un gran oficio y buena ejecución del secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, en aprovechar el primer escarceo que se dio en la negociación del azúcar con Wilbur Ross para medir fuerzas y establecer vínculos, todo ello soportado por la experiencia de Juan Cortina, presidente de la Cámara Nacional de las Industrias Azucarera y Alcoholera (CNIAA).

En cuanto al muro y su financiamiento, existe una buena posibilidad de que se posponga el tema, aunque el riesgo es que surja con fuerza en la elección intermedia, por eso a mayor rapidez menor fragilidad en ese tema. El otro asunto que se ha mantenido desde la llamada hasta la propuesta de Lighthizer aunque no se articula con objetivos específicos por lo cual existe una buena posibilidad de que al conjunto de lo negociado se le pueda poner una oración que diga que los tres países vigilarán que haya simetría en dicho renglón.

Un asunto más preocupante es que Trump continúe sumando derrotas, ya lleva una en el Legislativo con el Obamacare y varias en las cortes con el tema migratorio, y puede acumular otras más como la reforma fiscal. Un Trump arrinconado puede escoger como exorcismo un triunfo a la fuerza en la relación comercial con México y Canadá. Vienen tiempos muy volátiles, aunque en el fondo el gran determinante será la interdependencia económica que estará por encima del narcisismo del presidente Trump.