Marco Gonsen

Memoria Flash

Marco Gonsen

9 Ago, 2017

Aburrimiento

 

A finales de los años 80, el fallecido crítico de cine Gustavo García solía molestar a sus alumnos de la UAM-Xochimilco hablándoles de las ventajas que tenía estudiar en la Universidad Nacional Autónoma de México, de la cual egresó y donde también impartió cátedra. Una de ellas era que, en el inmenso campus de la máxima casa de estudios, era imposible aburrirse.

Cito de memoria lo que dijo en una de sus clases: “En la UNAM lo tienen todo: además de los circuitos culturales, siempre habrá alguna facultad o escuela donde haya un ciclo de cine, una obra de teatro, una exposición de arte, alguna presentación de danza, una mesa redonda o cualquier biblioteca donde agarrar un libro interesante. Quien se aburre ahí es porque quiere”.

Treinta años después, el avance tecnológico logró que para cualquier persona sea prácticamente imposible estar aburrido. No se necesita ser universitario: basta con tener un teléfono inteligente.

Este dispositivo es la solución ideal para entretenerse hasta en el último segundo disponible de ocio. En principio, por su capacidad para almacenar nuestras diversiones favoritas: música, libros, juegos y películas. Y si se cuenta con conexión a internet, se tiene acceso a una oferta de contenido infinita en YouTube, Spotify, Netflix y demás proveedores que se disputan nuestra atención.

Ya no hay límite para el zapping: podemos ir probando de todo hasta dar con algo agradable. Y si el consumo de productos culturales no nos satisface, aún nos queda la opción de ver las actualizaciones de nuestras redes sociales o mensajear y tomar fotos mientras se viaja en autobús o se espera en la fila del banco.

En este mundo feliz, ¿cuál es el problema? Que con toda nuestra vida copada digitalmente, de vez en cuando se echa de menos… el aburrimiento. Sí, una sensación que no es del todo mala y a la cual deberíamos volver de vez en cuando como fuente de creatividad.

Ésa es la hipótesis que sostiene la periodista Manoush Zomorodi, conductora del podcast semanal Note to Self de la radiodifusora pública neoyorquina WNYC, un espacio donde reflexiona sobre el impacto de la tecnología en la vida cotidiana, y el cual alimenta con entrevistas a científicos y experimentos sociales con quienes integran su audiencia.

Uno de ellos lo emprendió —justo en defensa del tedio— el 1 de febrero de 2015, duró seis días y lo tituló Bored and Brilliant. Fue un proyecto en el que propuso a sus oyentes ayudarlos a reducir la dependencia respecto de su teléfono, liberarlos de la idea de atender cuanta notificación les llegara y revalorar la idea de simplemente no hacer nada como vía para la inspiración espontánea.

El reto congregó a unos 18 mil participantes que debieron descargar la aplicación Moment, que mide el tiempo que una persona destina a utilizar el smartphone, para luego ejecutar una serie de acciones de, por llamarla así, desintoxicación.

El primer día, los participantes debieron guardar su teléfono en el bolsillo mientras viajaban en tren o caminaban por la acera. El segundo desafío se llamó “Día libre de fotos”, en el que se instó a la audiencia a ver el mundo con sus propios ojos y no a través de una pantalla.

La tercera tarea fue borrar una aplicación favorita y, la cuarta, abstenerse de responder mensajes o correos. El quinto día había que tomar nota de alguna persona, objeto o detalle interesante e ininventable que se hubiera dejado de ver por andar con la nariz pegada al teléfono. Ya con ese grado de desconexión, el sexto y último día, la instrucción era aprender algo de sí mismo y ejecutar un pensamiento original. Como aquellos que surgen de repente, mientras se toma uno la ducha.

Zomorodi puso a prueba así la hipótesis que un mes antes había publicado en el sitio Quartz, citando una frase del experto en neurociencia cognitiva Jonathan Smallwood: “De una manera muy profunda hay un vínculo estrecho entre la creatividad y ese tipo de pensamientos que generamos cuando nuestras mentes están vagando”.

La reconstrucción de este experimento está recién recopilada en el libro Bored and Brilliant: How spacing out can unlock your most productive and creative self (St. Martin’s Press, 2017), en el que Zomorodi propone cómo liberar a la mente de las abrumadoras estimulaciones digitales sin divorciarnos del todo de nuestros gadgets. Saldrá a la venta en ediciones digital e impresa el próximo 5 de septiembre; mientras dura la espera, ya hay pretexto para no hacer nada.

marco.gonsen@gimm.com.mx

 

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