La patética lección laboral del futbolista mexicano

CIUDAD DE MÉXICO.- Cada cuatro años, los mexicanos tenemos en una alucinación colectiva: cuando el mundial de futbol se acerca, nos ilusionamos con ser “los mejores” en ese deporte. Por instantes dejamos de pensar en un derrotismo arraigado, en la crisis, el desempleo, y el próximo gobernador que huirá de la ley.

Creemos que somos capaces de todo, incluso de la gloria, a través de las piernas de esas promesas en la cancha que rara vez explotan. De los futbolistas que son ídolos, y nos convencemos ciegamente de que, “ese es nuestro año”.

Pero el sueño termina pronto: México es derrotado y esas estrellas deportivas se estrellan. A la larga, por mejor que sea la generación de talentos, los olvidamos porque no lograron nada.

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En 2005 una generación de futbolistas  rompió lo que pensábamos, era una maldición nacional. El equipo Sub-17 mexicano se coronó en Perú como campeón del mundo derrotando en la final a Brasil. Los mexicanos festejamos ese título como si fuera “el verdadero mundial”, esa generación era la buena.

Con figuras como Carlos Vela y Giovanni Dos Santos, pensamos que teníamos en la mesa a dos futuras estrellas del futbol mundial. Dos Santos estaba en el Barcelona y era considerado el próximo Ronaldinho, estuvimos seguros: al fin vamos a ser campeones del mundo.

Esta semana Carlos Vela, quien ahora es considerado uno de los mejores jugadores mexicanos, y quien se desempeñaba en la Real Sociedad de España (sí, un equipo de medio pelo), ha renunciado al sueño de los mexicanos y acompañó a Giovanni a jugar a la liga estadunidense. El trío se complementa con un jugador joven que finalmente, iba en franco ascenso y es el hermano menor de Giovanni, Jonathan Dos Santos de tan sólo 25 años.

Una liga que por más billetazos que haga, no subirá de nivel en décadas. Una decisión que me hace pensar: ¿Qué queremos los mexicanos cuando buscamos trabajo?

Claro, la respuesta obvia es “más dinero”; desde esa perspectiva, Carlos Vela y compañía hacen lo correcto en una carrera que es breve, fugaz. La edad termina con el futbolista antes de los 40 años, y con un público tan adverso como el mexicano, estos futbolistas dejaron el sueño de ser campeones mundiales, y prefirieron la comodidad de una liga menor. Están asegurando su futuro.

¿Cuántos mexicanos no haríamos lo mismo?, ¿cuántos no elegiríamos el trabajo más fácil y mejor pagado sin dudarlo?, incluso parece una elección obvia: Las empresas nos pagan menos de lo que les damos. Es una terrible ley de vida.

Pero creo que en ese aspecto, erramos muchos (me incluyo).

Algo he aprendido al equivocarme laboralmente: El dinero no lo es todo al elegir un trabajo. Otros factores son igual de importantes: el reto, su ubicación, aquello que nos gusta hacer, y por supuesto, que nos haga felices.

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¿Cuántos mexicanos no van a la oficina con enfado, odiando lo que hacen diariamente?, cuántos no nos convertimos en Carlos Vela, y dejamos atrás un sueño, por un sueldo más alto.

Parece que estamos gobernados por los billetes y lo entiendo: los pagos son malos, y la exigencia de las empresas suele ser exagerada. Por ello debemos comenzar a pensar en el futuro.

El mensaje que estos jugadores le dan a los mexicanos, es el del dinero, el del hecho de que los logros, pueden pasar a segundo plano, y el de la mediocridad.

Muchos dirán que los medios los han destrozado y terminaron hartándose de las críticas de la gente, sin embargo, considero que entre líneas, el verdadero problema que encontramos, es uno de ideología.

La percepción de que no importa ser los mejores en lo que hacemos. Un criterio de pensar en el beneficio inmediato sin planear nuestro plan de carrera a futuro. ¿Qué pasará con Jonathan Dos Santos cuando tenga treinta y siete años?

¿Seguirá siendo llamativo para los equipos mexicanos?, lo dudo.

Si algo debemos aprender de estos futbolistas mexicanos, es justo a hacer lo contrario con nuestras vidas laborales. Debemos considerar el trabajo como un reto y no un hecho de resignación.

Debemos ignorar el patético ejemplo que nos están dando. Claro, necesitamos el dinero para vivir, pero muchos no pensamos que vivir “bien” también implica sentirnos contentos con lo que hacemos.

Si no cambiamos nuestra forma de pensar, nunca vamos a ganar un mundial, ni nada.

*dp