Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

15 Ago, 2017

Cuando tengan un tiempecito, volteen a la realidad; nadie la pela

 

Pocas épocas tan complicadas como la actual, le ha tocado enfrentar y padecer al país y a la sociedad mexicana. Tanto los agentes económicos privados como el sector público se han visto desafiados, en los tiempos que corren, por una situación de la gravedad actual, que me cuesta trabajo encontrar otra similar en los últimos cincuenta años.

Hoy, no hay espacios de la vida del país, que estén al margen de los efectos negativos de la situación que enfrentamos. A esto, es obligado señalarlo, no le va un solo responsable o un solo gobierno de los que hemos padecido, desde los años setenta a la fecha.

Esto que parece no tener solución —dentro de los límites de la legalidad—, es resultado natural de un proceso de degradación que comenzó, para poner un punto en el tiempo —referencia aceptable para casi todos—, desde mediados de los años sesenta del siglo pasado.

Infantil sería, aun cuando sonare aceptable a los oídos de esa fauna perversa que son los que se guían por la corrección política, no por el análisis objetivo de la degradación sistemática que hemos venido fortaleciendo desde, como dije, hace prácticamente 50 años, afirmar que todo es de la exclusiva responsabilidad de este gobierno.

Esta pretendida explicación, tan pedestre y alejada de la realidad, no resiste el análisis más superficial y subjetivo; ¿quién en su sano juicio podría, con dos dedos de frente, exculpar la visión y gobernación autoritaria y represiva de Gustavo Díaz? ¿Quién también, intentar borrar la responsabilidad de esos doce años de dispendio, corrupción y desastre en el manejo de las finanzas públicas, por parte de Echeverría y López Portillo? ¿Acaso alguien afirmaría que De la Madrid hizo lo que debería haber hecho, si lo único que le vimos fueron seis años de mediocridad y grisura?

Las cosas empezaron a ser enfrentadas con Carlos Salinas, sin duda alguna; si bien en términos generales puede afirmarse que lo hecho en esos seis años nos tiene hoy vivos, por ponerlo de alguna manera, al mismo tiempo no debemos olvidar —menos negar—, la corrupción desbocada y la megalomanía de quien se veía de regreso al gobierno en el año 2000.

Los años de Zedillo fueron, después del error de diciembre, una especie de regreso al punto de partida; cero avances en materia de profundización de los procesos de reformas empezados seis años antes, y un profundo desencuentro entre un Presidente con una visión de modernización política, y la vieja nomenclatura priista.

De ésta, ¿qué podríamos decir hoy? Nos bastaría revisar el presídium en cuanto acto político que realiza dicho partido, para darnos cuenta de que, una muy buena parte de los que se opusieron a Zedillo, están vivos y coleando; viejos y canosos, arrugados y achacosos, y mofletudos y casi calvos, pero eso sí, aún dispuestos —como diría uno de sus integrantes más conspicuos (Ilustre, visible, sobresaliente), que en los últimos decenios ha pasado por más de diez posiciones encumbradas siempre ha servido a México—, a seguirlo haciendo.

De Vicente Fox y Felipe Calderón, sería un despropósito achacarles a ambos la total responsabilidad de lo que hoy enfrentamos. Sin duda pusieron —cada uno— su granito o costal de arena, pero ¿únicos responsables? Ni de chiste. ¿Y qué decir del gobierno actual, que a estas alturas usted ignore? Todo lo que guste y mande; sin embargo, sería igualmente un despropósito hacerlo responsable único de la tragedia que hoy es México.

Estamos pues, ante una larga cadena de desaciertos; de corrupción desenfrenada, de funcionarios incapaces unos y soberbios otros y siempre pusilánimes y sin dignidad casi todos, para atreverse a decir al poderoso en turno, ¡no!

Ante esa realidad construida en 50 o más años, ¿por qué no voltean a verla nuestros políticos de hoy, cuya única preocupación es el año 2018?

Síguenos en Twitter @DineroEnImagen y Facebook, o visita nuestro canal de YouTube