Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

17 Ago, 2017

¿Le interesa saber hoy, quién será candidato a la Presidencia?

 

¿A qué se debe ese interés que desata, cada seis años, el proceso que desemboca en la designación del candidato a la Presidencia de la República? ¿Qué mecanismo opera en nosotros, que sin el menor análisis de repente nos encontramos siendo parte de ese torbellino que arrastra todo a su paso, La Sucesión Presidencial?

¿Será que aquella práctica del Tapado, expresión concentrada del dorado autoritarismo, lejos de haber desaparecido con la llegada de la democracia y la competencia entre partidos por obtener el voto de cada ciudadano, está viva y presente como antes?

¿Acaso lo que vemos significa, ni más ni menos, que eso de la democracia no es para nosotros? ¿Será que, en verdad, lo nuestro es dejarnos llevar por las decisiones que toma un grupo de notables, los más conspicuos militantes de un partido u otro, y el gobernante en turno, jefe real de su partido?

En pocas palabras, ¿le interesa a usted, realmente conocer desde ahora, el nombre del que será el candidato de éste o aquel partido? Y de ser así, ¿cuáles serían las razones que explicarían ese anticipado interés? Y en el colmo de la ingenuidad, ¿piensa usted que su interés en uno u otro, tendría algún efecto práctico en las decisiones que al respecto tome el partido de su preferencia?

Por lo demás, ¿a qué se debe que el interés que hoy dejan ver millones o cientos de miles en el proceso sucesorio, nada tenga que ver con las ideas de la gobernación que desarrollaría? Tampoco en sus cualidades para poder concluir, si éste o aquél es la persona adecuada para ser el presidente de un país cuyos problemas hoy, no únicamente lucen gigantescos, sino que lo son.

¿Qué sabe, o qué le gustaría saber de alguno o de algunos de los poco más de veinte personajes que aspiran, primero a ser candidatos y mañana, el 1 de julio del año próximo, a salir victoriosos y ser elegidos como el próximo presidente de los Estados Unidos Mexicanos?

¿Le gustaría también conocer sus antecedentes y desempeño en los puestos que ha ocupado? ¿Y por qué no, ya entrados en gastos, conocer cómo éste o el otro hizo su fortuna, la cual hoy es imposible ocultar? ¿Y también la de sus cercanos, familiares o no?

¿Por qué no se pregunta, ya que ha demostrado interés en el proceso, si los que han manifestado interés en la candidatura
–al margen de si es partidaria o independiente–, tienen el carácter que los problemas a enfrentar exigirían al que resultare elegido? ¿A éste o el otro o la otra, les ve usted los tamaños para tomar las decisiones impopulares y dolorosas, que la gravedad de no pocos problemas estructurales les exigiría?

¿En verdad piensa usted que la aparente honradez y vida austera, que unos parecen llevar como escenografía teatral, y otros en verdad la practican por convencimiento, les alcanzaría para realizar una buena gobernación? ¿Y qué decir de los que antes de querer buscar la candidatura presidencial, han sido modelo de servilismo y obsecuencia ante el poderoso, jamás pronunciando un no pues para ellos, sólo es viable el ¡Sí señor!?

Carácter para tomar decisiones impopulares y dolorosas, firmeza y valentía para decirle a los poderosos, y al Ejército de pedigüeños que todo lo quieren obtener del gobierno, que la etapa de las dádivas y los subsidios y la protección ha terminado; y decisión para no contemporizar con ese nuevo veneno que mata todo: la corrección política, nueva fachada de la corrupción.

Si en verdad tiene pues, interés en el proceso sucesorio, haga esas preguntas y otras similares, con miras a determinar -para usted-, quién sería el de los veintitantos mencionados, el merecedor de su voto.

Por último, si lo que desea es conocer el nombre para ponérsele de rodillas y, de atinarle, hacerse rico ofensivamente -por el monto robado y la rapidez para robar-, ¡qué lamentable sería!

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