Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

29 Sep, 2020

Abunda el sentimiento, escasea el argumento

 

 

Cuando algún tema atrae la atención en alguna red social por encima de lo que podríamos llamar “la normalidad”, sea ésta en número de comentarios o de comentaristas que entran a la discusión, se registra un fenómeno por demás interesante. La prudencia que caracteriza y lleva a un buen número de estudiosos especializados en ciertas áreas del conocimiento a no opinar de “lo que no es lo suyo” —o no es su especialidad—, se deja de lado y caen en la tentación.

De repente, el especialista en finanzas internacionales hace “análisis político” y el analista político, historiador, e incluso algún consejero electoral que ignora todo de la Constitución están metidos de lleno en la discusión expresando opiniones disparatadas en torno, por ejemplo, a ciertos artículos de aquélla. También, quienes jamás han participado en algún movimiento de protesta, de repente les dicen a estos o aquellos qué y cómo deben protestar y a otros, que mejor dejen de protestar y se vayan a sus casas.

 

  • Hay otros casos de quienes, por el hecho de ser opinantes permanentes en algún espacio mediático, piensan que no deben “dejar pasar una discusion” que atraiga a no pocos y genere un intenso debate. El caso de estos es, quizás, el más llamativo; carentes de los mínimos conocimientos que dicho debate exigiría a todo opinante, se lanzan con todo a pontificar de lo que ignoran.

Al segundo o tercer tuit, su ignorancia del tema es exhibida y en vez de ofrecer una disculpa por lo equívoco de sus opiniones, dan la callada por respuesta y desaparecen para ir a la búsqueda, quizás, de una discusión amigable donde no sea exhibida su ignorancia.

Sin caer en el juicio lapidario de Umberto Eco acerca del borracho del pueblo e internet (El paraíso de los imbéciles), pienso que hay una responsabilidad mínima que deben tomar en cuenta los que opinan en las redes sociales, particularmente cuando el tema reviste una importancia e impacto evidente. 

Los personajes que gozan de prestigio y como consecuencia de él son reconocidos y seguidos, tienen una responsabilidad mayor porque, quien los lee, acepta como correcto todo lo que afirman ya que, como se decía allá por los años del partido casi único: “Lo dijo Jacobo”. Por lo tanto, si lo dijo él, debe ser verdad. En los tiempos actuales, la agenda política ha incoporado temas que todavía hace poco eran impensables en una discusión pública. Un ejemplo de ello es el de la renuncia del Presidente. Las opiniones vertidas al respecto por personajes de prestigio —catalogados como intelectuales de muy alto nivel—, a veces son de dar risa.

Lo peor de dichas opiniones es, que ni siquiera conocen lo más elemental del tema, pues no han leído —menos analizado— lo que establece al respecto la Constitución o la ley pertinente. Los más, ni eso hacen antes de expresar sus contundentes opiniones carentes, como digo, de todo sustento.  

¿A qué se debe esa “irresponsabilidad intelectual”, por decir lo menos? ¿Qué impulsa a personas prudentes y sensatas, a discutir sin saber del tema? No lo sé; sin embargo, confunden e impiden el análisis serio del tema. ¿Dejaremos algún día esta constumbre?

 

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