El hogar de la desigualdad; México visto desde las viviendas

Acciones contra la pobreza -
CIUDAD DE MÉXICO.- México es un país desigual. Esto lamentablemente no es noticia nueva, ni parece extraño decirlo. Sin embargo, a partir de la presentación de la campaña Iguales de OXFAM México, las cifras e imágenes que buscan plasmar la profunda desigualdad que existe en nuestro país se han replicado por distintos medios, haciendo un esfuerzo por reforzar el debate y la reflexión acerca de las profundas y cada vez más grandes brechas de desigualdad existentes entre la población con mayor riqueza y mayor pobreza del país.
 
Pero, ¿por qué es importante hablar de esto? Si lo aterrizamos en una discusión centrada en lo político, lo económico y lo social –entendiendo por “social” a diversas dinámicas y situaciones que derivan en lo cotidiano- que son componentes básicos de un país que se supone democrático como México, la “desigualdad” es la raíz de un desequilibrio de fuerzas y elementos que tiende a reproducirse en niveles más profundos y complejos.
 
Es decir, a partir de la desigualdad económica, que es el eje del análisis realizado por el economista Gerardo Esquivel, se desprenden muchas otras desigualdades sociales que se materializan en la falta de acceso a derechos y recursos básicos para la supervivencia del ser humano.
 
Al observar las diferentes formas en las que se ha buscado retratar la desigualdad en el país resaltan varios elementos comunes, pero esta vez nos centraremos específicamente en la forma en la que la distribución espacial de las ciudades materializa la inequidad. En otras palabras, en la formación de barrios y la importancia de la vivienda.
 
Estas últimas dos semanas hemos visto series de fotografías que muestran complejos residenciales de lujo separados de barrios no tan afortunados por tan sólo una barda, enormes edificios que simbolizan la prosperidad, que tienen a sus faldas barrancas enteras pobladas por construcciones que no parecen haber formado parte de un plan residencial y que aparentan encontrarse a la sombra de los grandes corporativos, etc. 
 
Vemos, en otras palabras, cómo la falta de acceso a recursos, a oportunidades y derechos puede manifestarse a través de un principio que es, a su vez, instrumento y finalidad para todas las personas en todo el mundo; una casa.
 
Foto: Andrés Robles 
 
Todos los seres humanos necesitan un lugar dónde vivir, dónde resguardarse y dónde desarrollarse; ya sean las cuevas improvisadas como refugio en el Paleolítico superior donde habitaba el hombre de cromañón, las cabañas de los Raji en Nepal o las cápsulas en las que vivían Mario Esteban Rioz y Ted Long imaginadas por Isaac Asimov en su camino a Saturno; toda persona necesita un hogar para asegurar su existencia. Y la falta de condiciones óptimas en las viviendas es una expresión de la ausencia de oportunidades para desenvolverse y crecer dentro de la cultura y sociedad en la que se encuentran.
 
Esa necesidad y condiciones básicas, traducidas a las imágenes que vemos de nuestro país, descubre las brechas en las que se encuentran millones de personas que han escuchado la promesa de la existencia de la probabilidad de acceder al desarrollo contra un 10% para quienes lo “probable” en realidad es posible, y todo parte del lugar en donde viven.
 
Si bien es cierto que la desigualdad no sólo se mide en términos económicos y de vivienda, estos son un punto de partida para medir las condiciones de vida de los ciudadanos, los derechos que gozan y las oportunidades que tienen enfrente. 
 
No es lo mismo encontrarse en un hogar donde no existen carencias estructurales y asistir a la escuela, que hacerlo en uno donde, en primer lugar, no se cuenta con agua potable. No es lo mismo dormir en un complejo residencial protegido por sistemas de vigilancia para resguardar a los vecinos de la inseguridad que hacerlo en el barrio que se encuentra a escasos kilómetros donde la única protección es, en ocasiones, una pared hechiza con materiales de desecho.
 
 
La vivienda es, entonces, la encarnación del contexto en el cual residen los habitantes de una región, ciudad o país. De esto surge la necesidad de creación de políticas de planeación urbana y vivienda que atiendan las necesidades básicas de la población, mucho más allá de los programas de vivienda social que se ha replicado en las últimas dos décadas y que no han logrado su propósito.
 
Cabe aclarar, por último, que se usa el ejemplo de las ciudades porque en ellas se observan de manera mucho más inmediata los niveles de desigualdad. No es necesario recorrer decenas de kilómetros entre un lugar y otro para observar la situación de pobreza y las diferencias marcadas por haber nacido de un lado u otro de los límites interpuestos artificialmente; todos se encuentran coexistiendo y conviviendo en el mismo espacio, uno frente al otro. 
 
La diferencia reside en que no todos viven el mismo tipo de país; para un 10% de los mexicanos el mundo es muy distinto, aunque México sea el hogar de todos. 
 
kgb 

Aclaración:
El contenido mostrado es responsabilidad del autor y refleja su punto de vista.
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