Escapar del 'efecto borrego' en Semana Santa le hará bien a tu cartera

De finanzas y otros demonios -
Por lo general, cuando las masas se agolpan para realizar cualquier actividad, es por causa de la mercadotecnia o el efecto borrego: seguimos a los demás sin pensar. Foto: Flickr de Nick Kenrick [CC BY-NC-SA 2.0]
Por lo general, cuando las masas se agolpan para realizar cualquier actividad, es por causa de la mercadotecnia o el efecto borrego: seguimos a los demás sin pensar. Foto: Flickr de Nick Kenrick [CC BY-NC-SA 2.0]

CIUDAD DE MÉXICO.- La última vez que salí de viaje en Semana Santa fue cuando estaba en la universidad. Creí que la segunda semana de vacaciones ya no habría tanto alboroto turístico, así que me dirigí inocentemente a un balneario.

Fue la peor decisión turística que he tomado. Vi cosas horribles que jamás olvidaré. La pesadilla comenzó en la autopista a vuelta de rueda, seguida por un estacionamiento repleto, el cobro estratosférico de la entrada, basura por todos lados y música a todo volumen, proveniente de diez lugares distintos.

Pero lo peor estaba por venir: entré a una alberca repleta; abriéndome paso entre bañistas con calcetines y ¡ropa interior! En resumen, nadé en una desagradable sopa de calzón... y para colmo, al recibir un codazo abrí la boca y ¡tragué agua!

Después de esa experiencia, no comprendo por qué miles de personas, año con año, gastan sus ahorros o piden prestado con el único propósito de salir de viaje al mismo tiempo que todos los demás. Su recompensa es pagar hasta el doble por vuelos, estancias y alimentos, para tener el privilegio de pasar horas y horas en el tráfico y en filas interminables para comer, beber, entrar, salir y hasta para ir al baño.

¿Por qué viajar en Semana Santa?

La mayoría de los empleadores sólo dan jueves y viernes. Si no puedes tomar tus vacaciones en temporada baja, ¿no te convendría salir un puente menos agitado? Perderías un día de vacaciones que de todas maneras ibas a pasar en el tráfico. ¿Y qué hay de la escuela? Los viajes ilustran, podrías hablar con el director y los profesores, para que los estudiantes se pongan al corriente cuando regresen. Incluso si la escuela es muy estricta y no lo permite, salir en vacaciones de verano sería menos caótico que salir en Semana Santa.

Mi política personal es no seguir a las multitudes. Evito las filas, los embotellamientos, y las aglomeraciones como si fueran la plaga. No sólo porque me roban tiempo y dinero, sino también porque rara vez valen la pena. Y es que, por lo general, cuando las masas se agolpan para realizar cualquier actividad, es por causa de la mercadotecnia o el efecto borrego: seguimos a los demás sin pensar.

¿Por qué viajar a lugares caros?

También veo con escepticismo los destinos turísticos más costosos. Muchos carecen de encantos extraordinarios y su prestigio viene de la atracción borreguesca que generan. México tiene más de once mil kilómetros de playas bañadas por cinco distintos mares, pero por alguna razón, se supone que debemos acudir a destinos con el horizonte infestado de enormes hoteles que lanzan sus aguas negras directamente al mar donde voy a sumergirme. ¡Es ridículo!

Durante Semana Santa, mi marido y yo visitamos a amigos y familiares, salimos al parque o a un museo local, hacemos ejercicio, leemos un buen libro, vemos una película y planeamos nuestras próximas vacaciones de temporada baja.

Los viajes de Semana Santa demuestran que gastar más no siempre significa gastar mejor. Quita el switch del modo automático y, antes de sacar la cartera, cuestiónalo todo: los lugares, los momentos y las cosas que eliges. Cuando estés formado en una fila eterna, recapacita y ¡huye!

Recuerda que la libertad implica esfuerzo, y responsabilidad. Es más difícil, pero más satisfactorio, aventurarse a un territorio desconocido; negociar con profesores y jefes; planear el viaje y presupuestarlo sin pedir prestado. La buena noticia es que ¡eres tan libre como decidas serlo!

*DR

Aclaración:
El contenido mostrado es responsabilidad del autor y refleja su punto de vista.
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