Cómo la inclusión financiera de mujeres ayudaría a combatir la pobreza

Economía Real -
El panorama general de la inclusión financiera para la mujer en México dista mucho de ser el deseable. Foto: Cuartoscuro
El panorama general de la inclusión financiera para la mujer en México dista mucho de ser el deseable. Foto: Cuartoscuro

En muchos programas de política públicas de desarrollo social se considera a la inclusión financiera como un mecanismo complementario dentro de un esquema de intervenciones más amplio dirigido a reducir los niveles de pobreza.

Muchos de estos mismos programas tienen como beneficiarias a las mujeres, principalmente a las madres de familia, quienes muchas veces participan en el mercado laboral, además de hacerse cargo de la familia. La conjunción de ambos factores ha tenido como resultado una expansión en el acceso de muchas mujeres a los servicios financieros, haciendo uso de ellos como un mecanismo para reducir la vulnerabilidad de ingresos en la que se encuentran.

¿Por qué hablar de una inclusión financiera dirigida hacia las mujeres en temas como la pobreza?

Aunque muchos estudios no son concluyentes, existe literatura, (ver aquí) que sugiere que el incremento en la participación de las mujeres en la generación del ingreso permite a éstas satisfacer de forma más eficiente sus necesidades (pues ellas son quienes mejor conocen sus preferencias).  

En algunos estudios de caso, las preocupaciones de las mujeres jóvenes y madres de familia que forman parte de familias con bajos ingresos, consisten en proveer educación, una mejor nutrición, y salud a los hijos o a ellas mismas. Si bien la discusión puede ampliarse, dado que el combate o el intento por reducir la pobreza no es cuestión exclusiva del género, recientemente en países en desarrollo ha habido un intento por atraer a las mujeres al sector financiero formal como un mecanismo para disminuir disparidades de género en el acceso a oportunidades.

Hablando exclusivamente de programas públicos, algunos de éstos han estado orientados principalmente hacia las madres de familia y mujeres jóvenes en comunidades rurales alrededor del mundo.

En Filipinas, a través del Rural Green Bank of Caraga, se han implementado productos financieros orientados al ahorro. Uno de sus principales productos es el SEED (Save, Earn, Enjoy Deposits), el cual demostró tener un impacto positivo no sólo en el acceso de las mujeres a cuentas de ahorro, sino también en un incremento en el consumo de bienes duraderos de los años subsecuentes, llevando también a un incremento en el consumo de bienes relacionados con la salud, educación y nutrición.

Por otro lado, en América Latina el programa Nuevas Trenzas genera y difunde conocimiento sobre la situación de mujeres rurales. Este programa ha analizado políticas públicas y proyectos de desarrollo enfocados a mejorar la inclusión financiera de las mujeres. A pesar de que muchos de los programas analizados no tienen como objetivo a las mujeres rurales específicamente, sí cubren en su mayoría a madres de familia y mujeres jóvenes.

Los programas de transferencias condicionadas son los que mayoritariamente tienen efectos sobre la inclusión financiera de las mujeres, ya que adoptan mecanismos de pago de las transferencias a través de instrumentos financieros. Según el programa Nuevas Trenzas, Bolsa Familia en Brasil es uno de los programas más destacados en este rubro.

Bolsa Familia es uno de los programas de política social con mayor cobertura en Brasil. Este programa tiene como población objetivo a familias con ingreso per cápita mensual por debajo de la línea de pobreza y en extrema pobreza.

La peculiaridad de este programa es que aunque su objetivo principal es buscar reducir la pobreza, en 2008 logró incluir mecanismos financieros que ligaran, en especial a las mujeres, con el sistema financiero formal. Inicialmente las transferencias monetarias eran realizadas a través de tarjetas de prepago o monedero, estas tarjetas solo permitían retirar las transferencias, pero no hacer uso de un servicio financiero como el ahorro para hacer más depósitos, pagos y otras operaciones. P

ara el año 2008, comenzó a realizarse el pago de las transferencias a través de abonos en cuentas bancarias, que progresivamente estimuló la apertura de las cuentas por parte de las beneficiarias. De esta manera se dio pie a la realización de otro tipo de transacciones por la vía del ahorro.

La misma situación ocurrió con el programa Oportunidades (hoy Prospera), sin embargo, este programa añadió otras modalidades de servicios financieros, como préstamos y seguros de vida.

En cuestión de préstamos, Prospera ofrece a través de Bansefi un monto de crédito proporcional al monto del apoyo bimestral recibido por la transferencia gubernamental. De esta forma, cualquier beneficiaria que tenga acceso a un apoyo monetario tendrá oportunidad de entrar al mercado de crédito formal. Lo anterior podría leerse muy bien, empero, el panorama general de la inclusión financiera para la mujer en México dista mucho de ser el deseable, aun tomando en cuenta las modalidades de servicios financieros fuera de algún programa público.

Según un estudio realizado por BBVA Bancomer, en México las mujeres presentan un nivel de bancarización (uso de los servicios bancarios) menor que el de los hombres (30%, contra un 42% respectivamente). En ese sentido, donde la mujer presenta un mayor grado de vinculación al sistema financiero es con productos financieros como el crédito, quedándose aún muy atrás en la vinculación mediante productos relacionados con el ahorro. Esto puede explicarse gracias al sesgo existente del microcrédito hacia las mujeres.

De igual forma, la evidencia existente indica que las tasas de repago por parte de las mujeres son altas, en modalidades específicas como el crédito grupal.  

Finalmente, si bien la inclusión financiera puede darse en modalidad de algún programa público o por la vía privada, las condiciones sociales, el marco legal y la situación general de la economía pueden representar trabas para que las mujeres tengan acceso a servicios financieros de calidad y sea posible su repago.

En países donde aún existe una clara discriminación en cuanto a derechos legales de las mujeres, el nivel de inclusión financiera suele ser bajo, por lo cual el escenario incluso para las políticas públicas orientadas a promover este tipo de inclusión es adverso.

Para que la inclusión financiera pueda cumplir un fin social y servir como complemento a los programas públicos, se necesita que por el lado de la oferta se diseñen productos adecuados en función de la liquidez y los costos que son capaces de adquirir y pagar los demandantes, en este caso, las mujeres. De lo contrario, las desigualdades en términos de acceso a ciertos instrumentos financieros seguirán siendo prominentes.

*gl

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