Se gasta más en bibliotecas pero se va menos, ¿qué hacer?

Economía Real -
El crecimiento en el número de bibliotecas y su acervo parece ser inercial. Foto: Pixabay
El crecimiento en el número de bibliotecas y su acervo parece ser inercial. Foto: Pixabay

Cuando pensamos en los hábitos de lectura en el país, normalmente lo hacemos desalentados. Es claro que hay un largo camino por recorrer. En México cada habitante leía en el 2012 en promedio 2.9 libros por año, muy lejos de España, líder en el idioma, con 10.3[1]. Quizás es por ello que casi cualquier intento por mejorar los niveles de lectura se ven con buenos ojos y se reclaman mejores maneras de acceder a los libros. Si se piensa en ello, las bibliotecas parecen ser el medio ideal; sin embargo, en los últimos años el número de bibliotecas ha aumentado considerablemente pero no así su uso. Podemos entonces preguntarnos ¿vale la pena seguir gastando en algo que se usa cada vez menos? ¿No podemos pensar en nuevas maneras, más atractivas de acercar la lectura a la población?

Desde el año 2000 el número de bibliotecas en el país ha aumentado un 26.2% (de 10,841 a 13,648 en el 2015)[2]. El acervo en dichas bibliotecas no ha hecho sino crecer en ese periodo. Ha pasado de 58.4 a 80.2 millones de volúmenes. Pese a lo anterior, las consultas en las mismas se han reducido a la mitad, tal y como se ve en la siguiente gráfica.

 

El crecimiento de las bibliotecas no responde a la expansión de un tipo específico de bibliotecas. En términos generales la proporción entre bibliotecas públicas, especializadas y escolares se ha mantenido constante durante los últimos 15 años. En el 2014 las bibliotecas públicas fueron el 55% del total, las escolares el 44% y las especializadas el 1% restante.

 

Aunque el principal crecimiento en el número de bibliotecas ocurrió entre el 2000 y el 2010, desde entonces tampoco ha habido una variación importante en su distribución entre las entidades federativas. En ese periodo, el cambio más importante es el de Tamaulipas, pues aumentó en 25% su número de bibliotecas (de 106 a 133).

 

El crecimiento en el número de bibliotecas y su acervo parece ser inercial. Si bien el crecimiento se ha desacelerado en los últimos cinco años, este no responde ni a necesidades específicas de los usuarios, lo que se vería en cambios en el tipo de biblioteca, ni a cambios en la distribución de la red de bibliotecas en el territorio. Como se dijo, esto sería hasta celebrable si no fuera porque la gente cada vez asiste menos.

En la Encuesta Nacional de Lectura 2012, el 51% de los encuestados dijo que alguna vez había ido a una biblioteca (en contraste con el 68% que dijo haberlo hecho en el 2006). Entre los que dijeron que sí habían ido a una biblioteca, el 77% dijo que había ido a buscar información para la escuela o el trabajo, mientras que el 22% afirmó haber ido por placer. La principal justificación para no haber ido nunca fue la falta de tiempo[3]. Es decir, los usuarios ven a las bibliotecas principalmente como un lugar de apoyo para sus estudios; si han dejado de asistir a ellas debe ser porque han encontrado en otro sitio esa ayuda.

Aunque haría falta una investigación más detallada sobre la sustitución entre el uso del internet y otros medios, por el enorme crecimiento de los usuarios de internet y, en particular, de los que usan la red para con fines educativos, se puede sospechar lo que ha pasado. Las personas antes asistían a las bibliotecas para estudiar y para apoyarse de su material, pero la irrupción de internet las ha hecho, al menos desde su perspectiva, prescindibles.

Como se ha visto en este texto, existe una desalineación entre el crecimiento del número de bibliotecas y su uso. En ese sentido, el dinero invertido en los últimos años ha tenido pocos frutos. Además, se puede sospechar que lo que pasa es que ha habido un viraje hacia la utilización de internet por parte de los estudiantes.

El gobierno debería tomar esto en cuenta para redirigir sus esfuerzos de promoción de lectura. La caída en la utilización de las bibliotecas no debe eliminarlas, sino más bien obligarlas a buscar nuevas estrategias. ¿Por qué no buscar integrar en ellas a su mejor competidor: el internet? ¿No sería una solución en muchas localidades, tanto en espacio como en costos de mantenimiento, una biblioteca virtual? Quizás las bibliotecas podrían apostar por ofrecer mejores herramientas tecnológicas que hagan más fácil la búsqueda en la red. Así volverían a ser aquello que antes las hacía exitosas: el lugar ideal para entrar en contacto con el saber.

[1] CERLALC, El espacio iberoamericano del libro 2012, p. 77: http://www.cerlalc.org/files/tabinterno/1d493d_Espacio_2012_digi_def.pdf

[2] Datos del INEGI. La cifra del 2015 es un estimado, la del 2014 es 13,547.

 

Aclaración:
El contenido mostrado es responsabilidad del autor y refleja su punto de vista.
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