Dándole crédito al crédito: Se frena, pero sigue sólido

La penetración bancaria es uno de los factores que menguan el crecimiento potencial de la economía
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La penetración bancaria es uno de los factores que menguan el crecimiento potencial de la economía. Foto: Pixabay
La penetración bancaria es uno de los factores que menguan el crecimiento potencial de la economía. Foto: Pixabay

CIUDAD DE MÉXICO.- En recientes entregas hemos dado cuenta de algunos factores que muestran que la economía en el último trimestre de 2018 mostraba algunos síntomas de desaceleración: construcción, manufacturas (especialmente automotriz) y en algunos sectores de consumo

En todos ellos hay algunos síntomas que debemos de vigilar en el corto plazo. Pero un dato que apoya una trayectoria continuada de crecimiento es el comportamiento reciente del crédito bancario, el cual está apoyando un impulso moderado, pero sostenido, de sectores claves de la economía.

Hemos escrito en anteriores ocasiones sobre el bajo nivel de bancarización de la economía mexicana. Hay varios motivos que podrían explicar esta condición: el entorno jurídico, especialmente el relacionado con el juicio ejecutivo mercantil; las altas comisiones que remuneran a los bancos sin tener que extender créditos a la economía; la falta de competencia en el sector financiero; la elevada tasa de informalidad del mercado laboral mexicano que dificulta que millones de ciudadanos sean sujetos de crédito ante la ausencia de comprobantes formales de ingresos; la inadecuada regulación, etc.

Alguna conjunción de todos los motivos anteriores y otros quizá explican por qué la penetración del sector bancario en México es tan baja, uno de los menores de Latinoamérica, y muy por debajo de economías con desarrollo económico comparable en todo el mundo.

Partiendo de ese hecho, de que la penetración bancaria es uno de los factores que menguan el crecimiento potencial de la economía, los datos recientes muestran algo alentador: aunque lo hace a tasas por debajo de las observadas en 2016-2017, el crédito bancario a los diversos sectores de la economía está expandiéndose a un ritmo robusto y consistente, con muy pocos sectores, desentonando en una expansión relativamente uniforme a través del espectro.

En el promedio de 2016 y principios de 2017 la cartera de crédito vigente en el sector bancario del país aumentó a un ritmo de 15-16 por ciento. Dicha tasa de crecimiento se redujo a un promedio de 10-11% en 2018.

Sin embargo, ese ritmo de expansión ha logrado mantenerse también en los últimos meses del año pasado. Una tasa de crecimiento del crédito de 15% en promedio es consistente con una tasa de crecimiento de poco más del 2.5% de la economía, mientras que una tasa de 10% produce una expansión del producto cercana al 2.0 por ciento. De hecho, las cifras oportunas del PIB para el 2018 recientemente publicadas por el Inegi muestran un crecimiento de la economía del 1.8 por ciento.

Dichas cifras sufrirán ajustes conforme se publiquen las cifras definitivas, pero lo importante a destacar aquí es que la tendencia de corto plazo del crédito, de no alterarse en los meses más recientes, apoya un crecimiento de la economía de alrededor de ese 2.0% que ha sido el tapanco dentro del cual se ha movido la economía en décadas recientes, pero que compensa algunas señales de desaceleración que hemos examinado aquí en semanas recientes.

Escudriñando las cifras de la dinámica del crédito de la banca, saltan algunos detalles de interés. El más notable es el desendeudamiento que ha tenido a partir del 2016 el sector gobierno con la banca comercial del país. Probablemente como efecto de la regulación más estricta impuesta por la Ley de Disciplina Financiera, las entidades de gobierno en su conjunto mostraron a partir de 2017, un desendeudamiento neto con la banca, expresado en una reducción de la cartera vigente. Dicho comportamiento se extiende ya por casi veinte meses, y en el 2018 apenas si se vieron algunas muestras de recuperación.

Dicho comportamiento, no obstante, no ha influido en el dinamismo general del crédito global por dos razones fundamentalmente: el moderado peso que el sector de entidades de gobierno tiene dentro del crédito total (sólo 11%) y el buen comportamiento de otros sectores, notablemente en el crédito a empresas, en donde las tasas de crecimiento siguen en un ritmo promedio de 15%, si bien por debajo del 20% que llegamos a ver en 2016-2017, ha sido lo suficientemente sólido para mantener el ritmo del crédito global.

La clave entonces para sostener la dinámica del PIB es un crecimiento del crédito a empresas por encima del 10 por ciento. Tasas cercanas o menores a dicho ritmo estarían sugiriendo una trayectoria del PIB descendente y cercanas al estancamiento, pues el peso que este sector tiene dentro del crédito global es definitivo (poco más del 49%), y su dinámica explica la ruta del crédito.

Vale la pena comentar dos variables adicionales: el crédito al consumo (20% del total) y el crédito a la vivienda (sólo el 16% del total, muy por debajo de muchos países). El crédito al consumo presenta un dinamismo por debajo del promedio del crédito global, y eso es un dato que vale la pena tener en cuenta, pues el sector consumo es con mucho el más importante dentro del PIB. En 2016-2017 el crédito al consumo del sector bancario se expandía a una tasa anual promedio de cerca de 13 por ciento.

Los datos más recientes muestran dicha expansión moderándose a poco menos del siete por ciento. Este es un dato que hay que seguir de cerca, pues una reducción de la tasa de expansión a casi la mitad podría menguar la fuerza que el consumo tiene a nivel macroeconómico en el producto. Todavía hay un par de datos más que vale la pena mencionar: los créditos de nómina, basados en descuentos automáticos al acreditado, han visto su crecimiento desplomarse de casi 20% en promedio a menos de 6 por ciento.

Un síntoma quizá de los acreditados, regularmente asalariados, es que alcanzaron un nivel de endeudamiento elevado que no les permite mayores descuentos a su quincena. Lo mismo ocurre con los créditos personales y en menor medida con las tarjetas de crédito: hay una moderación importante producto quizá de una saturación de los créditos personales al consumo corriente.

Por ello destaca la dinámica del crédito automotriz que, si bien ya no crece a los 20 por cientos que vimos en 2017, sigue aumentando a un ritmo cercano al 17 por ciento anualizado.

El último comentario es sobre el crédito a vivienda, en donde la vivienda residencial y media, la cual representa el 86 por ciento del crédito al sector, se compara con el casi 12% que representa la vivienda de interés social. De entrada, aquí la estructura del crédito es de destacarse: el rol de la banca en la vivienda de interés social es muy baja, comparado con casi cualquier estándar. Pero además de esa brecha estructural la dinámica reciente diverge de manera notable.

Mientras el crédito a vivienda residencial y media se expande a tasas de 9-10% en meses recientes, el financiamiento de vivienda de interés social lleva ya casi veinte meses con tasas negativas, y la tendencia de corto plazo no es muy favorable aún.

Si bien a nivel macroeconómico el peso de la vivienda social no es muy importante, en este caso el síntoma es la enfermedad. Lo lamentable es que el financiamiento de la vivienda de interés social sea tan bajo y claramente la política de vivienda deberá de atender este problema en el corto plazo pues es una variable que tiene mucho más de fondo que una mera estadística.

*livm

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