Elecciones y peso mexicano; la clave del 2 de julio: que triunfe la democracia

Ya queda menos de un mes para las elecciones en México. Y tal y como están las cosas en el exterior, con el TLCAN en vilo y con la Fed en plan de seguir subiendo tasas, lo mejor que puede pasar es que el país mande al mundo un rotundo mensaje de madurez democrática
Economía -
Foto: Archivo
Elecciones y peso mexicano; la clave del 2 de julio: que triunfe la democracia

 

CIUDAD DE MÉXICO.- Eso sería lo mejor para la economía y el peso mexicano: en estos últimos meses, a la divisa no le ha movido tanto el posible vencedor de los comicios del primero de julio, sino lo que pueda suceder con el TLCAN y la Fed. El peso no ha reaccionado, o se ha movido con bastante indiferencia frente a las encuestas, que por lo general han favorecido a
Andrés Manuel López Obrador, el candidato menos afín a los mercados. Sin embargo, sí puede ser zarandeado si pocas horas después del cierre de las casillas, las instituciones mexicanas fallan en la tarea de reconocer al nuevo Presidente con suma transparencia y credibilidad, sea quien sea el ganador y los derrotados, debido a la incertidumbre y riesgos de convulsión social que eso puede provocar. Lo mejor que puede suceder, por tanto, es que el 2 de julio haya un ganador cuya legitimidad no esté, en ningún caso, en entredicho. 

La tarea no es fácil: la democracia en México, más allá de que el día de las votaciones posiblemente la jornada transcurra en calma y que los mexicanos puedan ejercer libremente su derecho de voto, todavía tiene que dar un gran paso. La democracia atraviesa problemas cuando el Estado de derecho está amenazado por la corrupción y la violencia, cuando las instituciones no son plenamente creíbles y transparentes, y cuando las libertades civiles y políticas no se pueden ejercer de manera libre y segura, tanto para uno mismo como para los allegados y familiares. 

Y esas garantías democráticas aún no existen en México, al menos eso se deduce del Índice de la Democracia que elabora la Unidad de Inteligencia de The Economist. El reporte para el año 2017 da una calificación de 6.41 a la calidad democrática del país, lo que lo sitúa en la parte baja dentro de la categoría de “democracia imperfecta”, cuyo rango de calificación va de 6 a 7.9 (la democracia plena precisa una puntuación de 8 a 10). Una lectura por debajo de 6 ya no se considera “democracia” sino “régimen híbrido”. El indicador está elaborado a partir de 60 indicadores agrupados en cinco bloques: proceso electoral y pluralismo, libertades civiles, funcionamiento del gobierno, participación política y cultura política.

La calificación de 6.41 coloca a México, la undécima economía más grande del mundo medido por la Paridad de Poder de Compra según el FMI, en el puesto 66, empatado con Serbia, dentro de un ranking de 167 países. Además, se ha producido una involución en los últimos años: la lectura más alta del índice para México se alcanzó en el 2011, con una nota de 6.93. Desde entonces, año tras año, la democracia mexicana se ha venido degradando hasta alcanzar la calificación de 6.41 en 2017, medio punto menos que al inicio del sexenio y a sólo 0.41 puntos de caer en un régimen híbrido.

No hay democracia plena si hay corrupción e impunidad, las cuales minan las instituciones democráticas. Dichas instituciones deben estar dirigidas a lograr la igualdad de oportunidades y hacer que los ciudadanos reciban el mismo trato ante la ley. Sin embargo, la corrupción consiste en recibir de un tercero un beneficio privado con el fin de influir en una decisión y otorgarle un trato de favor en una resolución que debería estar destinada al interés general y sin obtener ningún beneficio propio. Según el Índice Global de Corrupción, que elabora Transparencia Internacional, el país obtiene una puntuación de 29 en una escala de 0 a 100, donde 0 sería la situación más corrupta. En el ranking global, México ocupa el lugar 135 de entre 180.

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No hay democracia plena sin libertades políticas, lo cual constituye una parte importante de la libertad humana. Y las libertades políticas se refieren a que los ciudadanos puedan participar de manera libre y segura en la vida política. En lo que llevamos de campaña electoral se habla de 110 candidatos asesinados, concentrados en Guerrero, Puebla, Veracruz y Oaxaca. ¿Qué libertad y democracia hay si a alguien se le impide participar en la vida política segándole, directamente, la vida? ¿Qué niveles de coerción e intimidación existen en México? ¿Qué libertad puede tener un ciudadano al votar si su candidato ha sido ejecutado?

No hay democracia plena si no existe una confianza absoluta en las instituciones electorales. Y en México no la hay porque en el pasado ha estado flanqueada de flagrantes casos de fraude. Desde la farsa de Porfirio Díaz en 1910, que detonó la Revolución Mexicana, a los meros rituales que se sucedieron durante la larga hegemonía del PRI en el siglo XX. Pero todavía en 1988 y en el 2006 hubo elecciones presidenciales muy cuestionadas, lo que no debería suceder: las instituciones deberían ser tan sólidas y creíbles que todos deberían acatar sus resultados sin rechistar. Esa práctica, sin embargo, no es común en México en ningún partido político, sobre todo a nivel regional y local.

Es muy frecuente que en las elecciones estatales y municipales, varios partidos impugnen los resultados por inconformidad. En las elecciones del Estado de México del año pasado, donde finalmente ganó el priista Alfredo del Mazo, se presentaron un total de 129 impugnaciones promovidas por los siguientes partidos: 45 de Morena, 29 del PAN, 27 del PRD, 15 del PT y hasta el PRI, con 12. Ese mismo año, las elecciones de Coahuila recibieron más de un centenar de impugnaciones, muchas de ellas por irregularidades en el Conteo Rápido y el Programa de Resultados Electorales Preliminares. El PAN acusó a las instituciones electorales locales de haber cometido fraude y mantuvo un forcejeo con el PRI  que se extendió por  cinco meses.

No hay democracia plena si no hay libertad de prensa: los gobiernos en los países plenamente democráticos no deben ser inmunes a las críticas que le puedan formular los medios de comunicación. La prensa, la radio e internet son el contrapeso del poder. Aquí México tampoco sale bien librado. Según Freedom House, en su reporte de Freedom of the Press 2017, el estatus de México es de “no libre”, y es uno de los lugares más peligrosos del mundo para ejercer el periodismo. En el informe de Reporters without borders de 2018, México ocupa el lugar 147 en un ranking de 180 países, con una calificación en el World Press Freedom Index de 48.91. Sólo en lo que va de año, ocho periodistas han sido asesinados.

No hay democracia plena si hay pobreza extrema y hambre. Eso lo dice el Premio Nobel de Economía, Amartya Sen, quizás la mayor autoridad en desarrollo humano, bienestar económico, pobreza y justicia social. Él afirma que donde hay democracia no hay pobreza extrema ni hambre. En la democracia plena, al contribuir a la formación de valores y prioridades, la población más vulnerable recibe una mayor atención política al tener mayores y mejores posibilidades de ser escuchados en un debate público y abierto.

Según el Índice de Desarrollo Humano que elabora el PNUD, México ocupa el lugar 77 dentro de un ranking de 188 países con una cifra de 0.762. Por tanto, al mercado quizás no le asuste hoy ningún candidato presidencial: pero sí se puede espantar el día 2 si las reglas del juego democrático y los líderes de los diferentes partidos políticos llegaran a fallar y no actuaran con responsabilidad.

*Director de llamadinero.com y profesor
de la Facultad de Economía de la UNAM

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