Los humanos sí podemos provocar sismos… y todo por el petróleo

La intervención de los humanos sí puede provocar sismos, gracias a prácticas como el fracking
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La intervención de los humanos sí puede provocar sismos, gracias a prácticas como el fracking. Foto: Especial
La intervención de los humanos sí puede provocar sismos, gracias a prácticas como el fracking. Foto: Especial

CIUDAD DE MÉXICO.- Ni la ciencia ni la tecnología, al menos en su estado actual, permiten predecir los sismos. Sólo nos pueden decir las causas.

En el caso de México está claro: se trata de una inevitabilidad geológica. ¿Qué se puede esperar cuándo un país está cercado y atormentado por cinco placas tectónicas?

Sin embargo, la ciencia también nos empieza a indicar que la intervención humana puede provocar sismos de otra naturaleza. Son los “terremotos inducidos”. Y al igual que existe una epidemia de temblores en México, también parece haberla en Oklahoma.

Hablemos del Fracking

Allí, en aquel estado situado entre las Grandes Llanuras de los Estados Unidos, se ha vivido toda una revolución económica desde 2009: se trata de la explotación de sus yacimientos petroleros mediante la técnica de “fracking”, o de perforación por fractura hidráulica y pozos horizontales.

Esta técnica ha detonado un boom de prosperidad en Oklahoma. Yacimientos de escaso margen que antes eran imposibles de explotar, de pronto, mediante el “fracking”, se convirtieron en un maná.

Según los datos de la Administración de Información de Energía de Estados Unidos (EIA, en inglés), en noviembre de 2017 Oklahoma extrajo 497,000 barriles de petróleo crudo al día, cuando el promedio de todo el año de 2008 fue de 183,000 barriles al día.

Producción de crudo de Oklahoma

Oklahoma, por tanto, se ha convertido en el quinto mayor productor de crudo de Estados Unidos, su industria petrolera ha generado miles de empleos en el estado y ha propiciado un fuerte aumento de su renta per cápita.

Pero esa prosperidad ha sido a un costo: los habitantes están ahora expuestos a un elevado riesgo sísmico.

Mediante esta técnica, los sedimentos de roca donde se encuentra atrapado el petróleo son fracturados con la inyección de una mezcla de agua, arena y sustancias químicas a elevada presión para permitir el flujo del petróleo, que se bombea a la superficie junto con el agua contaminada.

La explotación de este tipo de pozos exige, por tanto, grandes volúmenes de agua que, tras el proceso, se convierten en aguas residuales de alta toxicidad. Para librarse de ellas, las compañías vuelven a inyectar dichas aguas residuales en el suelo. Pero para evitar que contamine los mantos acuíferos de agua potable, la reinyectan a cientos de metros por debajo de la superficie, en los límites entre las rocas sedimentarias y los cimientos cristalinos.

Lo que sucede es que esa reinyección de aguas residuales en pozos de gran profundidad incrementa la presión en las fallas subterráneas ya existentes, ocasiona fricciones y, bajo determinadas circunstancias, puede producir convulsiones de la tierra.

Por tanto, no es la operación de “fracking” en sí la que genera la actividad sísmica, sino la reinyección de las aguas residuales tóxicas en las profundidades de la tierra. Lo que pasa es que buena parte de esas aguas residuales, según el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS), proviene de esas operaciones de extracción de petróleo y gas.

Impacto

De este modo, Oklahoma, que era un estado de bajo riesgo sísmico, ha llegado a situarse a la altura de California, acechada por la placa del Pacífico, como una región expuesta a sufrir un severo terremoto.

Antes de que se empezaran a explotar los yacimientos petroleros mediante la técnica de “fracking” en 2009, en Oklahoma se registraban entre uno y dos sismos de magnitud 3 o superior al año. A partir de 2009 se registró un violento incremento hasta alcanzar los 887 sismos de magnitud 3 o superior en 2015.

Sismos en Oklahoma de magnitud 3 o superior

Es verdad que por lo general han sido de baja intensidad. Y por eso, mientras los sismólogos están nerviosos, la clase política y los lobbies petroleros se resisten a poner frenos a una industria que ha traído tanta riqueza: aguantar de vez en cuando alguna pequeña sacudida telúrica no parece ser un precio muy alto.

Aun así, los reguladores adoptaron medidas con el fin de detener la situación: dictaron en 2015 nuevas normas de producción según las cuales recortaban los volúmenes de reinyección de agua residual en el subsuelo en un 40% respecto al total observado en 2014, al tiempo que reducían la fuerza con la que puede ser descargada.

Las medidas regulatorias trajeron, en apariencia, algunas mejoras. La tasa de incidencia bajó: en 2016 el número de sismos con magnitud 3 o superior se redujo a 639 y esa tendencia a la baja se prolongó durante 2017.

Sin embargo, en 2016 se produjo el sismo más potente de la historia en el estado, con una magnitud de 5.8 grados.

Por otro lado, no se trata sólo de Oklahoma. LA USGS ha identificado otras regiones de Estados Unidos con elevada actividad de “fracking” más propensa a sufrir sismos, como en Kansas o Texas.

Sí, es la producción de petróleo “shale” o de esquisto lo que ha hecho que Estados Unidos rebasara los 10 millones de barriles al día este año, algo que no sucedía en más de cuatro décadas. Pero su extracción es, en términos medioambientales, arriesgada. Y en eso concuerdan tanto los científicos como varios gobiernos: Nueva York, Vermont, Maryland, Irlanda o Francia, por ejemplo, tienen prohibida esta práctica.

Petróleo Shale impulsa el crudo de EU

Por tanto, mientras en México los sismos emanan del movimiento natural de las placas tectónicas en las profundidades de la Tierra, en Oklahoma y otras partes de Estados Unidos son el resultado de la acción humana, por si la naturaleza, por sí misma, no nos fuera suficiente.

*livm

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