Si no controlas tu información en Internet, podrías estar en grave peligro

Cuando se digitaliza la información, nadie puede garantizar por completo su seguridad
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Cuando se digitaliza la información, nadie puede garantizar por completo su seguridad. Foto: Pixabay.
Cuando se digitaliza la información, nadie puede garantizar por completo su seguridad. Foto: Pixabay.

El investigador en seguridad Troy Hunt recientemente descubrió uno de los tesoros de información personal filtrada más grandes en la historia del internet: una recopilación de casi 773 millones de correos y contraseñas robados.

El descubrimiento de Hunt hace hincapié en un aspecto: cuando se digitaliza la información, nadie puede garantizar por completo su seguridad.

Entonces, ¿cómo solucionamos nuestros problemas de seguridad cibernética? En tres palabras: bajando la velocidad. Ha llegado el momento de controlar más a conciencia lo que digitalizamos. Esto significa aminorar el ritmo de la adopción de la tecnología de redes mediante leyes y normas nuevas enfocadas a aumentar la calidad y la confiabilidad de cualquier dispositivo con una dirección de IP. Además, esto significa preservar cuidadosamente las capacidades analógicas, incluso si adoptamos las digitales.

Ninguna tecnología en la historia de la humanidad se ha incorporado tan rápido como el internet. Reducir el ritmo de esta incorporación —al aplicar leyes y normas nuevas y garantizar que se conserven las alternativas analógicas para seleccionar las tecnologías— es la mejor forma de introducir un nivel continuo de seguridad en nuestro ambiente cibernético cada vez más complejo.

La responsabilidad de volver a tomar el control de nuestro entorno de seguridad cibernética recae de igual manera en los gobiernos, las empresas y las personas. Para comenzar, las leyes deben exigir que cualquier sistema con conexión de redes tenga una duración limitada o que acepte actualizaciones.

En segundo lugar, debe establecerse claramente la responsabilidad de los errores en la seguridad cibernética, y los fabricantes de software cuyo código provoque fallas deben rendir cuentas, al igual que los fabricantes de otros productos industriales o de consumo.

Por último, los gobiernos y las empresas deben garantizar que se preserven las contrapartes analógicas de las capacidades digitales incluso mientras adoptamos nuevas tecnologías. En casi todos los casos, los mecanismos de software tienen rutas de fallas en “modo compartido” entre ellos, lo que significa que si falla algún servicio, también lo harán los demás. Por otro lado, casi en todos los casos los servicios analógicos existentes no tienen este problema.

El uso generalizado de dispositivos de red ha generado enormes beneficios. No debemos dar vuelta al reloj en estos avances. Tampoco podemos hacerlo.

Pero cuando adoptamos nuevas tecnologías con demasiada rapidez, como lo hemos hecho con los dispositivos conectados al internet, es muy fácil que no demos importancia a lo que hemos perdido a cambio. Durante la década pasada, hemos preferido de manera colectiva la conectividad y la comodidad por encima de la seguridad y la privacidad. Ese intercambio no tiene que ser permanente. Todavía tenemos la oportunidad de elegir.

*Autor: Andrew Burt es director de privacidad e ingeniero jurídico en Immuta. Dan Geer es director de seguridad de la información en In-Q-Tel.

Jbf

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