El reto de China por mejorar su medio ambiente

En enero de 2013, el aire de Pekín alcanzó un nivel de toxicidad 40 veces superior al que la Organización Mundial de la Salud considera seguro.
Actualidad -
En el norte de China, la contaminación del aire resta cinco años y medio a la vida promedio. Foto: Getty
En el norte de China, la contaminación del aire resta cinco años y medio a la vida promedio. Foto: Getty
“El infierno es una ciudad muy parecida a Londres; una ciudad populosa y humeante”, escribió Percy Bysshe Shelley en 1819.
 
Es una descripción que encajaría con muchas ciudades chinas actualmente ya que, como Gran Bretaña a principios del siglo XIX, China está pasando por una aceleración del crecimiento avivada por la industria. 
 
Como Gran Bretaña en ese entonces, el deseo de enriquecerse supera al anhelo de aire limpio, de manera que los chinos están arrojando todo tipo de suciedad a la atmosfera.
 
Si China estuviera simplemente siguiendo el camino de los países ricos de la pobreza a través de la contaminación hacia el aire fresco, habría poco de qué preocuparse (a menos que usted vida en una de esas ciudades infernales). Pero los paralelos se desmoronan, por dos razones. 
 
Una es la época. Cuando el motor industrial de Gran Bretaña estaba cobrando velocidad, los niveles de bióxido de carbono en la atmósfera eran los mismos que habían sido durante milenios. Ahora son 50% más altos de nuevo, y no lejanos a los 450 partes por millón, al cual la mayoría de los científicos consideran el nivel peligroso. 
 
La otra es el lugar. China es tan grande y su economía está creciendo tan rápidamente que su efecto en el mundo es mucho mayor al de cualquier otro país.
 
La porquería que arrojan las fábricas chinas afecta más a los bastante desafortunados para vivir cerca. 
 
Foto: Getty
 
En enero de 2013, el aire de Pekín alcanzó un nivel de toxicidad 40 veces superior al que la Organización Mundial de la Salud considera seguro. 
 
Una décima parte de las tierras agrícolas del país están contaminadas con químicos y metales pesados. La mitad de los suministros de agua urbanos de China no son aptos ni siquiera para lavar, ya no digamos beber. En la mitad norteña del país, la contaminación del aire resta cinco años y medio a la vida promedio.
 
Todo esto ha conducido a un estallido de protesta en toda China, incluyendo a la clase media que ha descubierto la oposición a lo que les afecta en su comunidad. 
 
Eso preocupa al gobierno, que teme que el activismo ambiental pudiera convertirse en la base para una oposición política más general. Por lo tanto, está haciendo frente a la contaminación en dos formas: la supresión y la mitigación. 
 
Ha encarcelado a activistas ambientales y está planeando limitar el poder de la supervisión judicial entregando a un organismo aprobado por el estado un monopolio sobre la presentación de demandas ambientales. Al mismo tiempo, está invirtiendo dinero en limpiar al país. 
 
Ha anunciado que China gastará 275,000 millones de dólares en los próximos cinco años en mejorar la calidad del aire; aproximadamente lo mismo que el producto interno bruto de Hong Kong, y el doble del tamaño del presupuesto de defensa anual. Incluso para los estándares chinos, es una suma enorme.
 
El ritmo al cual hace frente a la contaminación local es un asunto de la propia China. Pero las emisiones del país son de más amplio interés porque también contaminan a la atmosfera, que es un recurso mundial. 
 
La escala y velocidad del desarrollo de China – consume entre 40 y 45% del carbón, cobre, acero, níquel, aluminio y zinc del mundo – significan que lo está haciendo con demasiada rapidez. 
 
Desde 1990, la cantidad de bióxido de carbono expulsada por las chimeneas chinas se ha elevado de 2,000 millones de toneladas métricas al año a 9,000 millones; casi 30% del total mundial. 
 
China produce casi el doble de bióxido de carbono que Estados Unidos. Ya no está meramente alcanzando a Occidente. La persona china promedio produce la misma cantidad de bióxido de carbono que el europeo promedio. Incluso si se reduce esa cifra en un cuarto para tomar en cuenta las emisiones producidas por las exportaciones de China, sigue siendo enorme.
 
El gobierno de China está tratando de hacer mella en estas cifras alarmantes. Está reduciendo la cantidad de energía que usan las grandes compañías para producir cada unidad de producción, y ha creado nuevas e impresionantes industrias de energía solar y eólica. 
 
Pero las metas y órdenes ejecutivas que usa para tratar de reducir sus emisiones no son muy efectivas. Tienden a ser negociados en acuerdos locales entre funcionarios y los gerentes de grandes empresas estatales a los que se les han concedido mayores incentivos por cumplir sus metas económicas, crear empleos, elevar la producción, etcétera. Y, conforme se desacelera la economía, hay una creciente presión sobre el gobierno para que reduzca las metas ambientales y relaje los controles. Incluso en una autocracia, los líderes sienten la necesidad de responder a la presión de funcionarios de nivel medio.
 
Si China no puede reducir sustancialmente sus emisiones de bióxido de carbono, entonces otros países tendrán que reducir las suyas en más de lo que lo están haciendo ahora – lo cual parece improbable – o el mundo necesitará encontrar otras formas de salir adelante. 
 
Eso significa explorar las posibilidades de geomanipular la atmosfera o invertir en formas de adaptarse a temperaturas más altas, como cultivos tolerantes a la sequía.
 
Pero lograr que China reduzca más sus emisiones no es una causa perdida. El país es vulnerable al cambio climático: En términos absolutos, más personas viven a nivel del mar en China, y por ello están amenazadas por los océanos en ascenso, que en cualquier otro país. 
 
El liderazgo, por tanto, sabe que necesita proponer un medio más eficaz de cambiar el comportamiento. La forma obvia es a través de un impuesto al carbono, lo cual sería más transparente y estaría menos sujeto a negociación que las metas. El gobierno ha prometido introducir uno, y debería cumplirlo.
 
Es más probable que China actúe si ve movimiento en otras partes. Aunque los intentos para llegar a un acuerdo mundial sobre las emisiones han fracasado, los países occidentales necesitan continuar poniendo el ejemplo. 
 
Además, Estados Unidos y China han hecho avances a través de negociaciones bilaterales. Recientemente acordaron reducir los hidrofluorocarbonos (un gas de invernadero especialmente potente), desarrollar la captura y almacenamiento del carbono y reducir las emisiones de vehículos pesados; un buen inicio. 
 
Vale la pena que los países ricos desembolsen para apoyar a las medidas para reducir las emisiones en China, porque un dólar gastado en reducir las emisiones chinas beneficia más que un dólar gastado en casa.
 
Para el resto del mundo, hay una ventaja así como una desventaja en la vastedad de China: no puede eludir sus responsabilidades. 
 
La política nacional en China, a diferencia de cualquier otro lugar excepto Estados Unidos, marca una diferencia mundial. Si China continúa vertiendo emisiones en la atmosfera, es probable que su propio pueblo sufra junto con todos los demás. Si, por otra parte, quiere hacer algo sobre el calentamiento, tendrá que reducir sus propias emisiones, y todos se beneficiarán. 
 
#kgb 
 

Tips para tus finanzas personales directo en tu correo.
Al registrarme acepto los términos y condiciones

  TAGS

Taboola
Icono de te puede interesar de en dineroenimagen

TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR