Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

8 Oct, 2013

Lenin los llamó “idiotas útiles”; en realidad, son más útiles que idiotas

No obstante el tiempo transcurrido desde principios del siglo XX cuando –supuestamente– Lenin acuñara aquella expresión, y por encima de las pruebas que demostraron la manipulación de la que fueron y aún son objeto, el número de “intelectuales” que se prestan a ser comparsas de grupos de delincuentes como la CNTE y similares, va en aumento.

Si bien el concepto es viejo y más lo es la manipulación, sorprende que los integrantes de ese ejército de apoyadores sean personas inteligentes con niveles altos de instrucción; no son, para decirlo claramente, ignorantes o retrasados mentales.

Por el contrario, atenidos a los recuentos que diversos especialistas han hecho de “los idiotas útiles” y del papel que jugaron durante el siglo XX en conflictos y movimientos sociales históricos, debemos reconocer–como dice el título–, que fueron y hoy son aún, más útiles que idiotas.

¿Qué es lo que mueve a un “idiota útil”, a desechar la evidencia y ponerse al servicio de una causa, la cual, lejos de ser verdadera y efectivamente reivindicatoria sólo constituye un pingüe (“Abundante, copioso, fértil”) negocio para un grupúsculo de delincuentes?

¿Qué tratan de demostrar cuando, lejos de condenar a los que sistemática y permanentemente se dedican a delinquir y obtener beneficios sin fin (como resultado de la complacencia y cobardía de funcionarios corruptos que temen aplicar la ley), los apoyan abiertamente, y justifican su conducta con base en planteamientos pueriles que hablan de un conflicto social que nadie ve, excepto ellos?

¿Acaso lo que dejan ver con su apoyo a estos delincuentes, es la frustración que los acompaña por no haber participado, en su momento, en algún movimiento de protesta? ¿Así es como expían (“Borrar las culpas, purificarse de ellas por medio de algún sacrificio”) ese “pecado juvenil” cuando, por “falta de consciencia política” le dieron la espalda a la participación activa y militante por los riesgos que para su comodidad entrañaba?

La utilidad de estos “idiotas” no es menor; su influencia en los espacios mediáticos es altamente valorada por quienes saben que su conducta y actos delictivos sólo generan rechazo de la población. De ahí que grupos de delincuentes como la CNTE y similares los busquen y cortejen, pero cuando ya no les sirven, les dan una patada en el trasero.

Una vez que son dejados de lado por no ser útiles, regresan a sus cubículos, al pizarrón o ante el micrófono y la cámara; una vez ahí, a la espera de la siguiente “lucha”, sobrevaloran su “participación revolucionaria” para protegerse de las burlas por haber sido manipulados por quienes ni en sueños piensan en la revolución, sólo en obtener privilegios de manera fácil.

En contra de la evidencia, jamás aceptan que fueron manipulados, menos haber sido cómplices –involuntarios, pero cómplices al fin–, de grupos que han hecho del delito disfrazado de “lucha social” su única actividad.

Para conocer una de las más exitosas experiencia de manipulación de “idiotas útiles”, le recomiendo –de Stephen Koch–, El fin de la inocencia, publicado por Tusquets. En sus páginas encontrará, con claridad meridiana, la seducción que ejercía y ejerce en “los idiotas útiles” la manipulación de la cual son objeto. 

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