¿Un conflicto en el nuevo empleo de Geithner? No exactamente

Warburg Pincus, una firma de capital privado relativamente oscura pero bastante respetada, tiene poco que ver con las grandes instituciones a las que Geithner alguna vez supervisó
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Timothy F. Geithner. Foto: AP
Timothy F. Geithner. Foto: AP

¿Un conflicto en el nuevo empleo de Geithner? no exactamente

Andrew Ross Sorkin

Antes de 24 horas de que Timothy F. Geithner hiciera el anuncio de que se uniría a la firma de capital privado Warburg Pincus apareció, casi como mecanismo de relojería, un desfile de detractores que criticaron la decisión del ex secretario del Tesoro como un ejemplo excelente de lo nocivo de la puerta giratoria del gobierno.

“Es difícil creer que alguien como Geithner, sin experiencia en el sector privado o de inversión, valiera los millones que seguramente ganará cada año si él no llamara también la atención en los niveles más altos del gobierno”, escribió Noam Scheiber de The New Republic.

Dennis Kelleher, presidente de Better Markets, una organización vigilante de Wall Street, envió una declaración por correo electrónico: “El paso de Geithner a través de la puerta giratoria para sacar provecho monetario de su 'servicio público’ lo enriquecerá a él mismo, erosionará más la confianza pública en el gobierno y dará a la industria financiera más acceso e influencia en los niveles más altos del gobiernos de todo el mundo”.

Aunque no hay nada bueno en la “puerta giratoria” entre Washington y Wall Street, hay algo bastante extraño en la narrativa que se está desarrollando en torno a la decisión de Geithner, ya que es difícil argumentar que él haya pasado a través de la puerta giratoria alguna vez.

No hay duda de que si Geithner se hubiera convertido en rector de una universidad –como algunos habían especuladoera una posibilidad hace un año cuando el puesto superior en Darmouth, su alma máter, estuvo disponible– o en director de una organización sin fines de lucro, como la Cruz Roja, la transición del gobierno hacia el sector privado sin duda habría sido más transparente.

Pero la idea de que se está vendiendo al mundo al cual reguló tampoco encaja bien.

Quizá sean nimiedades, pero Warburg Pincus, una firma de capital privado relativamente oscura pero bastante respetada, tiene poco que ver con las grandes instituciones a las que Geithner alguna vez supervisó.

Si Geithner hubiera ido a un gran banco como Goldman Sachs, con toda razón habría habido un torrente constante de titulares negativos, como habría habido si hubiera ido a BlackRock, uno de los mayores compradores de bonos del Tesoro. (Se dice que Laurence D. Fink, el fundador y director ejecutivo de BlackRock, ha discutido un posible puesto con Geithner.)

Sus críticos parecen olvidar, o sólo reconocer con indiferencia, que no ha trabajado en el sector privado durante la mayor parte de su vida adulta. Tuvo una vida internacional durante su niñez, viajando con su padre, quien trabajaba para el gobierno y la Fundación Ford. Y ha trabajado en el gobierno o en la Reserva Federal durante 25 años; la última vez que trabajó en el sector privado fue en los años 80, para la firma consultora de Henry Kissinger.

 

Geithner tuvo la oportunidad de ir a Wall Street antes. Sanford I. Weill, el presidente de Citigroup en ese entonces, se acercó a Geithner para ofrecerle un puesto. Éste lo rechazó, en parte por el claro conflicto que representaba.

Así que es difícil que los críticos digan que Geithner ha sido parte de la gente de s Acela – viajando de ida y vuelta de grandes puestos en el gobierno a empleos en el sector privado – pese a los muchos mitos que se han desarrollado a lo largo de los años de que alguna vez trabajó en Goldman. Uno de esos mitos era tan fuerte que Amy Rule, la esposa de Rahm Emanuel, el alcalde de Chicago y ex secretario de la presidencia, dijo a Geithner en una cena que él debía “estar anhelando regresar a ese buen lugar que le espera en Goldman”, según John Heilemann, redactor de la revista New York.

No puede decirse que Geithner, hasta ahora, haya estado en las grandes ligas del dinero. Se le pagaban 191,300 dólares como secretario del Tesoro después de aceptar una reducción salarial respecto de los 411,200 dólares que ganaba como presidente del Banco de la Reserva Federal de Nueva York. Aunque no es nada despreciable, evidentemente estuvo en una posición por muchos años para ganar múltiplos de lo que ganaba en el gobierno.

Ben White de Politico bromeó sarcásticamente en su boletín distribuido por correo electrónico sobre las críticas al nuevo papel de Geithner: “Quizá debería haberse unido al sacerdocio”.

White citó a un amigo de Geithner que lo defendió y dijo que sería un inversionista grandioso: “Durante más de tres años, Geithner supervisó la cartera más grande del mundo con más de 400,000 millones de dólares invertidos en bancos, AIG, las compañías automotrices y activos poco líquidos. Si a Geithner y su equipo se les hubiera pagado como administradores del sector privado”, añadió esta persona, “seguramente ninguno de ellos tendría que trabajar de nuevo”.

Quizá eso sea cierto, pero es una exageración sugerir que los papeles de Geithner en la Tesorería o la Fed hicieron de él un buen inversionista. Cuando el gobierno estructuró el programa de rescate en 2008, nadie lo hizo con la expectativa – o conocimiento – de que las apuestas resultarían rentables. Eso no quiere decir que Geithner no sea un tipo inteligente o no sea valioso para Warburg.

¿Está aprovechando sus relaciones y su papel en el gobierno? Sí y no. En su papel como recaudador de fondos para la firma, por supuesto que se apoyará en las relaciones que ha forjado a lo largo de muchos años. Su reputación debería ayudarle a conseguir reuniones y cerrar tratos. Pero no estará cabildeando ante sus ex colegas en Washington sobre las regulaciones bancarias.

Una pregunta que invariablemente surgirá es su postura sobre gravar la participación en beneficios, la parte de las utilidades de las firmas de capital privado que obedece a los convenios. Desde hace tiempo ha sido un defensor en el gobierno del Presidente Barack Obama de elevar la tasa actual del 15 por ciento. (Yo he asumido la misma postura en muchas columnas.) Si él cambia de rumbo ahora que está en la industria, merecerá una zurra. Uno de sus mentores, Robert Rubin, también ha pedido públicamente una tasa de impuestos más alta.

El gran interrogante es por qué Warburg, que se ha hecho de fama por permanecer fuera del radar, querría contratar a alguien como Geithner, quien sin duda elevará el perfil público de la firma de una manera en que no se ha elevado antes. Invariablemente, cada vez que Warburg haga una adquisición, el convenio cobrará más importancia. Cada vez que el nombre Warburg aparezca en el periódico, será seguido por una coma y la frase: “la firma a la que Timothy Geithner se unió recientemente como presidente”.

Sospecho que la verdadera razón de que la decisión de Geithner enfureciera a algunas personas es que se sintieron desilusionadas de que no hiciera algo que consideran más noble. “Pese a todas las críticas dirigidas en su contra, Geithner era el ejemplo extremadamente raro de la idea de que se puede ser un regulador y servidor público talentoso y de alto nivel y estar totalmente separado de los intereses financieros de Wall Street. Eso ya no será verdad”, lamentó Josh Green de Bloomberg Businessweek.

Aunque sus manos quizá no parezcan relucientemente limpias, difícilmente parece justo calificarlas de sucias.

*livm

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