Financiar la filantropía, ¿negocio o caridad?

¿Cómo el mundo de las finanzas y Wall Street podrían revolucionar a la seria industria de las organizaciones sin fines de lucro?
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¿Cómo el mundo de las finanzas y Wall Street podrían revolucionar a la seria industria de las organizaciones sin fines de lucro? Foto: Especial
¿Cómo el mundo de las finanzas y Wall Street podrían revolucionar a la seria industria de las organizaciones sin fines de lucro? Foto: Especial

Así fue como Lindsay Beck, sobreviviente dos veces de cáncer y fundadora de una exitosa organización de caridad, empezó a pensar en cómo el mundo de las finanzas y Wall Street podrían revolucionar a la seria industria de las organizaciones sin fines de lucro.

Beck era estudiante de posgrado en la Escuela Wharton de la Universidad de Pensilvania cuando lanzó una pregunta que la había estado consumiendo: "¿Pudiera haber un Nasdaq para organizaciones sin fines de lucro?”.

La idea – crear el equivalente de un mercado accionario impulsado por las utilidades para las organizaciones sin fines de lucro – podría parecer contradictoria al principio. Era una “idea radical, y quizá fui ingenua”, reconoció.

Pero durante el último año ha promovido el concepto. Ha logrado suficiente progreso como para tener reuniones con ejecutivos de Goldman Sachs, Deutsche Bank y miembros del gobierno del Presidente Barack Obama. Un equipo de abogados en Morrison Foerster ha estado trabajando para comprender las implicaciones fiscales y cómo cumplir con las reglas de la Comisión de Valores y Cambios (SEC, por sus siglas en inglés).

La idea de Beck es sólo eso, una idea, la germinación de un concepto que pudiera no llegar a ninguna parte. Y está en sus etapas iniciales, muy iniciales. Pero tiene el potencial de cambiar drásticamente a toda una parte de la economía mundial si tiene éxito. Según algunas estimaciones, sí sólo un 1% del dinero en las carteras de los individuos ricos en Estados Unidos se dirigiera a organizaciones sin fines de lucro a través de nuevos instrumentos financieros, como los bonos de impacto social o la bolsa de Beck, el mundo de las asociaciones sin fines de lucro estaría sentado sobre un billón de dólares.

Wall Street está lleno de planes ingeniosos acerca de cómo usar instrumentos financieros para cambiar el comportamiento: el comercio de carbono, por ejemplo. Algunos han cambiado al mundo, y otros fracasaron miserablemente. Como dijo Douglas Horton: “Las buenas ideas abundan tanto que se cotizan a bajo precio. Las malas son gratuitas”.

Varias ideas acerca del uso de los instrumentos financieros en el mundo de las organizaciones sin fines de lucro están ahora prendiendo. Goldman Sachs recientemente anunció un fondo de impacto social de 250 millones de dólares. Morgan Stanley planea recaudar 10,000 millones de dólares en los próximos cinco años, para lo que llama su “inversión con plataforma de impacto”.

En septiembre, JPMorgan Chase se unió a la Fundación Bill y Melinda Gates para iniciar un fondo de inversión de 94 millones de dólares para financiar medicamentos en su última etapa, vacunas y herramientas para combatir enfermedades como la malaria, la tuberculosis y el VIH/Sida

Considerando la mala reputación que ha tenido Wall Street en la conciencia pública, algunos de estos esfuerzos probablemente se toparan con el cinismo. Esa bien podría ser parte de la motivación de Wall Street, pero eso no ha impedido que el sector sin fines de lucro aproveche la oportunidad de explorar cómo usar estos fondos para recaudar dinero.

La idea de Beck es producto de sus experiencias. Inició una organización sin fines de lucro, Fertile Hope, la cual ayudaba a sobrevivientes de cáncer con sus embarazos. Posteriormente, se fusionó con Livestrong (antes de que Lance Armstrong confesara doparse y dejara la fundación).

Después, decidió conseguir un título de maestría en administración. Comenzó examinando cómo hacer más eficiente al mundo de las organizaciones sin fines de lucro en la recaudación de fondos y convirtiendo al tema en su proyecto de estudio independiente. Dice que desde hace tiempo ha creído que el dinero de caridad a menudo es mal distribuido; algunas de las organizaciones más eficaces pasan apuros para recaudar fondos, mientras algunas de las organizaciones de caridad menos eficaces reciben millones.

Eso la hizo pensar: Un mercado, como una bolsa de valores, haría al éxito – o fracaso – de las organizaciones más transparente, lo que conduciría a más dinero en las mejores manos. Encima de eso, si los donantes pensaran en su obra de caridad como una inversión, literalmente, eso transformaría al sector de las organizaciones sin fines de lucro.

“Cuando uno se quita el sombrero de caridad y se pone el sombrero de inversionista, el comportamiento es muy diferente”, dijo.

Se ha sentido inspirada, en parte, por varios programas que Goldman Sachs desarrolló para vender los llamados bonos de impacto social. Un grupo encabezado por Alicia Glen, una directora administrativa de Goldman Sachs que es ex abogada y ex comisionada asistente para el financiamiento de vivienda en la Ciudad de Nueva York, ha desarrollado una serie de esos bonos.

La visión de Beck de un mercado “es muy creativa y visionaria pero pudiera requerir mucho tiempo para su realización”, dijo Glen. Añadió que aun cuando podrían pasar años, si no décadas, antes de que ese mercado fuera viable, “es un objetivo muy elogiable”.

Glen debe saberlo. Ella ayudó a desarrollar el programa de financiamiento del programa Citi Bike, en el cual Goldman Sachs pagó la compra de las bicicletas y las estaciones a cambio de una utilidad potencial a la que la ciudad puso un tope. Ese acuerdo ayudó a proporcionar dinero para un programa que la ciudad de otro modo no se habría podido permitir.

La compañía también creó un préstamo de 9.6 millones de dólares a la Ciudad de Nueva York para un programa operado por MDRC, un proveedor de servicios sociales, destinado a evitar que los ex reos de Rikers Island terminaran de nuevo en la cárcel. El programa tiene metas y referencias claras. Goldman se beneficiará directamente sólo si el programa funciona. Si la reincidencia cae en 10 por ciento, la ciudad pagará a Goldman los 9.6 millones de dólares completos. Sin embargo, Goldman perdería hasta 2.4 millones de dólares si la reincidencia no cae al menos 10 por ciento.

Goldman ha usado su propio dinero para financiar los programas. Pero ahora, la firma y otras están proponiendo maneras de convertir estos tipos de programas en inversiones para sus clientes. El fondo de casi 100 millones de dólares de JPMorgan funciona porque la Fundación Gates está ofreciendo pagar para proteger a los inversionistas de la potencial desventaja de invertir en algunos nuevos medicamentos y vacunas riesgosos.

“Al inicio de la inversión, se están suscribiendo los dos aspectos: el lado financiero y el lado social”, dijo Glen de estos nuevos productos de bonos.

Sin embargo, Beck dice que para ampliar más ese programa, se necesita crear un mercado que permita a los inversionistas negociar estos instrumentos. Así, pudieran conservar los más exitosos y desechar los inservibles.

Dice que la actual avalancha de “bonos de impacto” no son realmente bonos; es un nombre poco apropiado. Desde una perspectiva técnica, dijo, “realmente sólo son contratos de partes múltiples con pagos contingentes”.

Ella está desarrollando maneras de crear un sistema común para desarrollar bonos de impacto social que sean, en sus palabras, “verdaderos bonos”.

Por supuesto, su idea podría estar adelantada a su tiempo. Cuando estaba investigando su idea, se topó con un artículo de 2006 sobre un plan para celebrar ofertas públicas iniciales para organizaciones sin fines de lucro. Sin embargo, se preguntó, ¿qué tal si?

*livm

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