Economía sin lágrimas

9 Ene, 2014

¿Por qué hablan así? ¿No se dan cuenta que con sus “elogios” dañan al Presidente, y a la política?

Una consecuencia de la apertura económica y posterior participación en la globalidad, es la transformación del lenguaje de los políticos del país que toma aquellas decisiones.

Al principio, los cambios pasan inadvertidos; sin embargo, a medida que la apertura se profundiza, se vuelven evidentes. Además, generan en no pocos, más que sorpresa, incredulidad. Esto, por escuchar en boca de sus políticos posiciones acerca de temas que durante la economía cerrada, era pecado capital comentarlos en público.

De los cambios en el contenido pasamos, en poco tiempo, a los que sufre el estilo. El de ayer, obsecuente y servil, es dejado de lado y se adopta uno más objetivo el cual, sin perder el respeto al superior jerárquico, parece ser el de otra persona, no el del político de antes, el de la economía cerrada.

Sin embargo, toda regla tiene sus excepciones, y la que aquí señalo también. Un buen ejemplo, sin duda, es el lenguaje de nuestros políticos, sean gobernantes, funcionarios o legisladores.

Decidí compartir con usted estos comentarios al escuchar las intervenciones del Presidente y de los otros oradores (el gobernador de Veracruz, el secretario general de la CNC y el secretario de la Sedatu) este 6 de enero en Veracruz, con motivo de la celebración del IC Aniversario de la promulgación de la “Ley del 6 de enero de 1915”.

La intervención del Presidente, a excepción de dos frases que transcribo enseguida, poco contribuyó a entender el problema del campo. Dijo ahí: “En esta fecha tan especial, quiero reiterar ante ustedes mi compromiso de impulsar en 2014, una profunda reforma del campo, que lo ponga al día y (que) lo haga más competitivo”. Manifestó también: “A través del diálogo y el trabajo conjunto con las organizaciones campesinas y los Legisladores, este año impulsaremos la transformación al marco jurídico del sector agropecuario”.

¿Qué cambios propondrá? Los conoceremos cuando envíe al Congreso la iniciativa de ley correspondiente; por lo pronto, el compromiso está hecho. Cuando la conociéremos estaríamos en condiciones de comparar su contenido, con aquellas dos frases. Veamos las intervenciones de los otros oradores.

Si le dijere que escucharlos me transportó a un acto político durante el sexenio de López Mateos, no exageraría. El olor a acedo combinado con el de la naftalina, todo lo inundaba. Escucharlos fue viajar al pasado, ver otra vez el degradante servilismo de los años del dorado autoritarismo; utilizar el desgastado recurso de la obsecuencia para ganar el favor del poderoso, debería avergonzarlos.

El peor fue, sin duda, el anfitrión; le siguió el secretario de la CNC, que pensó que estaba ante un foro académico no en un acto político. Escucharlo citar al historiador Florescano, a Mandela y Reyes Heroles y a Max Weber, movió a risa.

¿Quién fue responsable de tan vergonzoso espectáculo? ¿Los oradores que piensan que “quedan bien” con el Presidente, y por eso lo “elogian”? No para mí; lo es el que podría, si quisiere, poner un hasta aquí a una práctica que envilece la política y degrada al adulador.

Por lo demás, el adulado no necesita un discurso que lo daña, más que beneficiarlo. ¿Veremos un cambio? Por el bien de la política, así lo espero.